Hay historias relacionadas con el mundo cinegético que llegan a lo más profundo del alma, y la siguiente es una de ellas. La protagoniza Alejandra Sandoval Marín-Barnuevo, una joven de 33 años de edad natural de Albacete a la que el año pasado detectaron cáncer de mama. La caza ha sido desde entonces su vía de escape y salvación para fortalecerse dentro de su enfermedad, para mirar al horizonte, para marcarse una meta futura y para llenar de ilusión la dureza del tratamiento al que ha sido sometida en los últimos meses.

Sandoval, ahora, ha decidido narrar a la redacción de Jara y Sedal su historia de superación, en la que una espera entre nogales que acabó con dos enormes jabalíes abatidos fue el final feliz a una historia de vida. Mucha vida. La que ahora tiene y tendrá por muchos años Alejandra junto a su pareja, que regenta una armería.

«El mundo cinegético le ha servido como vía para seguir adelante en medio de la dureza»

«La caza me ha servido para fortalecerme dentro de la enfermedad. Había ido al campo, pero no podía disparar poque tenía un catéter metido en el brazo derecho para la quimio. Me lo quitaron en el mes de abril, y esta espera fue en mayo», comienza explicando la joven a este medio sobre una noche que se desarrolló en un coto de la Comunidad Valenciana.

Sandoval expone que acaba de terminar con la quimioterapia: «Me diagnosticaron un cáncer de mama hace un año justo, en septiembre me operaron, empecé la quimio y la terminé hace dos meses», y el mundo cinegético le ha servido como vía para seguir adelante en medio de la dureza que supone todo lo ocurrido.

Así fue el apasionante lance en espera

El trofeo del primero de los jabalíes. © A. S.

La joven explica que, durante esa primera noche de espera tras el duro tratamiento, detectó junto a su pareja «bastantes jabalíes en unos nogales con riego que no se habían cosechado». «Justo vimos que el más cercano a nosotros le había pegado a otro, por lo que ese debía ser el macho», explica. Comenzaron a esperar, entraron y le disparó: «Ese era bueno, pero no era el más voluminoso», señala sobre el animal, que pesaba unos 85 kilos.

Conforme cayó este animal, el resto empezó a correr: «Como los nogales iban en hilos, le vi a lo lejos, paró un instante y lo acerté. Este era más grande, de unos 110 kilos, y probablemente será medalla de plata», avanza la joven sobre un lance que realizó con su rifle Tikka en calibre 7mm Remington Magnum y con munición Norma Tip Strike.

El trofeo del segundo de los jabalíes. © A. S.

Pero más allá del trofeo de las dos piezas abatidas queda tras de sí el recuerdo y el poder de superación de una joven que ha utilizado al mundo cinegético como vía de escape y meta para superarse mentalmente. Nuestra más sincera enhorabuena por esa demostración de fuerza y superación. Por muchas jornadas como esta, cazadora.