Según un estudio reciente llevado a cabo en Castellón por investigadores de la Politécnica de Valencia -liderados por Eduardo Rojas Briales, doctor ingeniero de montes, ex subdirector de bosques de la FAO, presidente de PEFC Internacional y decano del Colegio Oficial de Ingenieros de Montes-, la causa de los grandes incendios forestales en la zona mediterránea es el abandono rural y no el cambio climático. Las conclusiones se basan en el análisis de los patrones de evolución en los últimos 50 años de las coberturas forestales de la provincia de Castellón, un territorio paradigmático de los procesos de despoblación y, por lo tanto, representativo en el arco mediterráneo.

El cambio climático también potencia el riesgo

Según informan en nota de prensa desde el Colegio Oficial de Ingenieros de Montes, se considera a los incendios forestales en el entorno mediterráneo como las principales perturbaciones naturales relacionadas con el cambio climático, que llevan finalmente a la deforestación. Sin embargo, es mucho menos conocido que en el origen de los grandes incendios forestales de las últimas décadas en las zonas mediterráneas realmente está la expansión sin precedentes de la cubierta forestal propiciada por el abandono rural, a lo que se sumaría el cambio climático como potenciador del riesgo.

El cambio socioeconómico, espacial y ambiental ha provocado una situación hasta ahora desconocida. Durante siglos, en los paisajes mediterráneos los usos agrarios y ganaderos tradicionales abrían claros en la cubierta vegetal, generando un paisaje en mosaico, más resilientes a los incendios forestales. Como consecuencia del cambio de los paisajes en mosaico por una cubierta vegetal ininterrumpida, en especial arbolada, los grandes incendios forestales han cobrado una enorme importancia en una sociedad con una visión urbana predominante sobre el resto del territorio. Según este trabajo, dos procesos han demostrado ser críticos en el cambio de paisaje en el territorio mediterráneo: el abandono agrícola, y la expansión forestal como consecuencia del mismo.

Son las conclusiones de un estudio llevado a cabo por investigadores de la Politécnica de Valencia liderados por Eduardo Rojas Briales, doctor ingeniero de montes, presidente de PEFC-Internacional y decano del Colegio Oficial de Ingenieros de Montes. El trabajo muestra que el área dominada por bosques densos (matorrales y bosques) ha aumentado del 17 % al 28 %, y el área dominada por usos de la tierra de transición después del abandono de la agricultura ha aumentado del 8 % al 21 % (terrenos agrícolas abandonados). En general, en el contexto de evolución progresiva hay una tendencia hacia bosques más densos en la región mediterránea.

La despoblación es el principal factor

En este trabajo, titulado Análisis del cambio de uso y cobertura del suelo en la región mediterránea: un estudio de caso regional de la evolución de los bosques en Castellón a lo largo de 50 años, publicado recientemente en la revista Land Use Policy, han participado Rafael Delgado Artés, doctor ingeniero de Montes miembro de la Junta del COIM en la CV y Presidente de la Plataforma Forestal Valenciana (equivalente a Juntos por los Bosques), como primer autor; Virginia Garófano Gómez, doctora en Ciencias Ambientales; José Vicente Oliver Villanueva, catedrático, doctor ingeniero de Montes y expresidente de la Plataforma Forestal Valenciana, y Eduardo Rojas Briales.

Las conclusiones se basan en el análisis de los patrones de evolución en los últimos 50 años de las coberturas forestales la provincia de Castellón, «un territorio paradigmático de los procesos de despoblación y, por lo tanto, representativo en el arco mediterráneo», señala Rafael Delgado Artés, primer autor de este estudio. La publicación recoge gran parte de su tesis doctoral defendida a finales de 2015.

Para este análisis se han utilizado técnicas de fotointerpretación y análisis temporal que han permitido ver las tendencias de evolución de los tipos de uso y cobertura del suelo a una amplia escala espacial y temporal en condiciones mediterráneas, específicamente en la provincia de Castellón durante la fase más intensa de abandono del territorio conocida hasta la fecha, entre1957-2007, que rompió las estructuras sociales y espaciales de las grandes áreas rurales. Estas transformaciones se produjeron más tarde en comparación con los países del centro y el norte de Europa y de forma más rápida (especialmente entre 1955 y 1975), sin ninguna planificación estratégica socioeconómica y espacial.

Deconstrucción del paisaje

Mientras que en las zonas urbanas y costeras se produjeron transformaciones económicas y sociales sin precedentes, en las zonas rurales la población y la agricultura se hundieron progresivamente en muchas regiones. Actualmente, gran parte del territorio -el interior- presenta las densidades de población más bajas desde la transición neolítica. En muchos casos, hay una profunda desertización demográfica en un paisaje que había sido modelado por más de 5.000 años de actividades humanas, primero por el uso del fuego y después por el pastoreo, la agricultura y la recolección de madera.

El valor del paisaje mediterráneo es consecuencia de la integración entre su heterogeneidad natural, los procesos humanos desarrollados en el territorio durante milenios y su correspondiente coevolución, especialmente por el temprano uso del fuego como modelador del paisaje.

Sin embargo, en el contexto actual el paisaje mediterráneo está en un proceso de deconstrucción que implica graves cambios económicos, ecológicos y sociales por el cese de las actividades humanas tradicionales. Los bosques sin gestión por primera vez en la historia están colonizando nuevas áreas, alcanzando su mayor extensión conocida y densificando su estructura allí donde ya existían, como apuntan varios estudios.

En este nuevo contexto, desde 1980 los grandes incendios forestales han tomado el protagonismo como los agentes perturbadores más importantes de la expansión forestal y se están convirtiendo progresivamente en emergencias de primer nivel de dimensiones crecientes que evolucionanhacia eventos de mayor envergadura, con consecuencias más catastróficas y con graves daños ambientales y socioeconómicos a gran escala en un escenario de grandes amenazas por el cambio global.

Punto caliente de la biodiversidad

Esta nueva situación también ha provocado efectos críticos sobre la biodiversidad, ya que muchas especies han evolucionado hacia un paisaje de uso mixto que les ofrece condiciones de hábitat mucho más variadas que los matorrales y bosques cerrados hacia los que ahora evoluciona el paisaje mediterráneo.

Si no se aplican políticas urgentes, la población de las zonas rurales del interior seguirá disminuyendo y, por tanto, el paisaje seguirá perdiendo los últimos elementos de su gestión tradicional. Por el contrario, la población urbana seguirá creciendo cada vez más desconectada de sus raíces rurales y de su territorio, pero requerirá considerables servicios ambientales proporcionados por los recursos naturales y en consecuencia, los bosques tendrían que ser planificados y gestionados de nuevas formas sostenibles.

Para atender a esas nuevas demandas, «el objetivo general de esta investigación ha sido comprender las principales tendencias de cambio de los tipos de uso y cobertura del suelo a escala regional en un gran territorio costero mediterráneo, haciendo hincapié en las trayectorias de la evolución de los bosques, durante un período de tiempo de 50 años», señala Eduardo Rojas Briales, que ha liderado el estudio. «Se observa que una clara y sustantiva tendencia a la expansión de los bosques a la vez de una clara resistencia sistemática a la reversibilidad». En otras palabras, los incendios no comportan pérdida definitiva de vegetación forestal, sino que esta se mantiene pese a ellos.

Además, añade este experto, no se observa tendencia alguna a volver a cultivar los espacios agrícolas abandonados, colonizados por los arbustos y especialmente por árboles. Debido a la diferencia de velocidad entre el abandono de las tierras y la colonización y evolución de los bosques, actualmente hay un gran stock de espacios dominados por la cubierta transitoria de las tierras agrícolas abandonadas, que se colonizarán paulatinamente. Por ello, es previsible que el incremento de los bosques continúe en el futuro, sin ser detenido por el cambio climático.

Más allá de la previsión del futuro, el proceso descrito y sus consecuencias ya han traído un nuevo paradigma, en el que los usos humanos ya no son los que estructuran el territorio, sino que desde hace unas décadas lo hacen las propias cubiertas forestales.

Esta nueva situación tiene múltiples, complejas e importantes consecuencias y retos económicos, sociales y ambientales, que deben afrontarse urgentemente de forma integrada, al tiempo que se gestionan los recursos, especialmente los forestales, de forma sostenible. A la larga, el debate emergente podría situar la política forestal como pilar de la cohesión espacial no sólo en esta parte del mundo sino en muchas otras. Comprender el papel impulsor de la gestión forestal, así como su contribución a la resiliencia social en zonas escasamente pobladas, es vital para la política futura.

Por último, los diferentes escenarios de gestión forestal y sus efectos espaciales sobre los medios de vida o los riesgos como los incendios forestales y sus resultados sobre las reservas de carbono y los servicios de las cuencas hidrográficas pueden ilustrar las futuras políticas adaptadas a las zonas escasamente pobladas.