El lobo ibérico es, posiblemente, la especie que de la fauna de la Península ibérica que más pasiones genera. Cada vez que en España se habla del gran depredador y de caza o ganadería se levantan opiniones encontradas.

Su modelo de conservación en nuestro país ha sido un éxito. Tras encontrarse cercano a la extinción a finales de los años 70, en 50 años sus poblaciones han aumentado de manera muy significativa en todo el noroeste de nuestro país. Tanto que el último censo, realizado en 2014, ya registraba a una población de unos 2.500 ejemplares. Cifras que no han parado de crecer gracias al modelo de gestión, entre las que se incluye su control.

El éxito español contrasta con el fracaso portugués, donde los números del lobo ibérico no se recuperan desde que su caza se prohibió totalmente hace casi 30 años. La reciente aparición de unas fotografías –el día 13 de febrero– en las que aparecen dos ejemplares muertos en el Parque nacional de Peneda-Gerês, al norte del país, muy cerca de la frontera gallega, en una trampa con lazos, es una muestra de ese fracaso. Y un ejemplo de lo ineficaz que es tratar de proteger una especie sin tener en cuenta a todas las partes afectadas por su presencia, especialmente al mundo rural.

Otra imagen del lobo ibérico. © Facebook
Otra imagen del lobo ibérico. © Facebook

El Gobierno español quiere abandonar un modelo de éxito

El lobo ibérico está siendo protagonista involuntario en las últimas semanas de las intentonas del Gobierno por blindar al lobo y prohibir su caza en todo el territorio nacional. Sin embargo, como hemos ido señalando estos días, científicos, voces autorizadas en materia medioambiental y el mundo rural han alzado la voz, tachando esta medida de auténtica locura. Para muchos, esto supondrá un revés en su conservación. ¿Hay motivos para pensar algo así? Analicemos con detalle el caso portugués.

La situación del lobo ibérico en Portugal

La presencia de manadas de lobo ibérico en nuestro país vecino está regulada y desde finales de los 80 su caza está terminantemente prohibida en todo Portugal. Su Ley 90/88 de 13 de agosto y Decreto-Ley 139/90 de 27 de abril especifica textualmente: «especie estrictamente protegida en Portugal. Estas leyes protegen plenamente al lobo en nuestro país, prohibiendo su muerte, captura, posesión, transporte, comercio, así como la exhibición de ejemplares, la perturbación o la destrucción de su hábitat».

A pesar de ello, el Instituto para la Conservación de la Naturaleza y los Bosques (ICNF) comprobó que al menos 31 de las 100 muertes de lobos registradas entre 1999 y 2014 fueron causadas por lazos, tiros o veneno. Por otro lado, la principal causa de muerte detectada fue el atropello (35%). Según un estudio realizado por el Grupo Lobo, en el marco de un proyecto Life financiado por la Unión Europea, la principal amenaza para la conservación de la especie es la persecución humana: «esto está motivado por el deseo de prevenir ataques al ganado, por ignorancia o miedo», concluía el informe.

De hecho, según este estudio, el ganado (cabras, ovejas, vacas, caballos y cerdos) conforman la principal parte de la dieta de las manadas de lobos portuguesas. Las cabezas de ganado a veces suponen un 85% de su alimentación, algo que nos da una idea del problema que esto supone para los ganaderos locales, a los que no se ha escuchado ni dado la posibilidad de eliminar ejemplares conflictivos, como sí se ha hecho hasta ahora en España, Francia y Alemania. Los dos lobos muertos el pasado 13 de febrero son un duro recordatorio del fracaso de este modelo. Voces autorizadas como la de Odile Rodríguez de la Fuente o la Fundación Artemisan están alertando sobre ello, aunque parece que sin éxito.

Así se ha producido el declive del lobo ibérico en Portugal

Al igual que pasa con el lobo ibérico en España, también encontramos numerosos textos que confirman la presencia del depredador en todo el territorio portugués durante el siglo XIX. A principios del siglo XX, todavía había registros de lobos desde las montañas del Algarve hasta las regiones montañosas de Minho y Trás-os-Montes, pasando por las regiones interiores de Alentejo y Beiras. Sólo en las zonas costeras, generalmente áreas con mayor densidad de población –Lisboa, Oporto, Coimbra, Aveiro, Península de Setúbal– la especie ya habría desaparecido o tendría una presencia poco frecuente.

Sin embargo, es a finales del siglo XX cuando su número se viene abajo, coincidiendo en el tiempo con la ley y el decreto que prohíbe su control.

Fuente: Grupo Lobo

El fracaso de la gestión en Portugal es evidente

Como conclusión, parece evidente que las medidas adoptadas por el país luso a finales de los años ochenta no han servido para frenar la desaparición del lobo, y mucho menos para provocar una expansión de la especie.

Además, las poblaciones del norte de Portugal que lindan con Galicia y Castilla y León se han visto favorecidas por la gestión española, que sí ha provocado la expansión del depredador. En esas regiones españolas en las que el lobo ibérico ha sido gestionado de manera eficiente han crecido el número de ejemplares, colonizado los montes portugueses en sus desplazamientos hacia el oeste.

Curiosamente, el Gobierno español, entregado a los grupos ecologistas, quiere abandonar el modelo de gestión que se ha aplicado en España y que ha mantenido un consenso relativo entre conservacionistas, ganaderos y administraciones –y que se practica en Francia o Alemania– para pasarse al portugués.