La pasada semana, Santander acogió la presentación de Tauro, la carne de bravo: un producto sostenible y saludable, un proyecto que pone en valor la carne de toro de lidia y que pretende potenciar la ecoeficiencia de la crianza de la raza autóctona lidia, dando valor a esta práctica ganadera y a la carne de bravo.

En el acto estuvo presente el periodista Alfonso Ussía, que ‘dedicó’ a Pedro Sánchez un discurso tras los incendios que azotan a gran parte del país. En el acto hubo casi un centenar de asistentes entre los que se encontraban representantes de instituciones del campo, de Cantabria, cocineros y chefs de la zona, que llenaron los jardines del acogedor restaurante Deluz en un acto que abrió el presidente de la Real Unión de Criadores de Toros de Lidia, Antonio Bañuelos.

Ussía se definió como «un profundo enamorado del toro bravo», defendiendo que «la dehesa es el paisaje más prodigioso que hay en el mundo, sólo se encuentra en la Península Ibérica. Y, el toro bravo, es su guardián». En el discurso defendió, además, a las personas que mantienen los cotos, porque «limpian sus manchas y sus dehesas, a veces sin permiso de la administración, y hay ganado, y se mueven en libertad las reses porque existen los guardas, mayorales, los cuidados y permanente atención, sencillamente. Y mucho es lo que les cuesta –sin retorno– de su bolsillo cuidar sus campos».

El columnista expresó además: «Hoy quiero hacer un homenaje profundo de agradecimiento a todas las personas que; ganando, empatando, o perdiendo sus bienes personales han ayudado a mantener uno de los mayores milagros de España».

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El discurso que pronunció Alfonso Ussía

«El cambio climático nos está matando», sentenció el destructor mientras posaba con expresión de honda zozobra en un paraje calcinado por el fuego de la sufrida Extremadura. Previamente, había aterrizado en un helicóptero Super Puma, mientras los campesinos extremeños le dedicaban toda suerte de vítores y elogios, como «sinvergüenza», «canalla» y otros más alejados de la justicia y el equilibrio con su madre de protagonista. Allí le aguardaba con expresión de sumiso hastío el presidente de la Junta extremeña, Fernández Vara, que también soportó su porción de cariños. Del Super Puma descendió el destructor del Mundo Rural, y una caravana de Audis-8 y de coches de la Guardia Civil trasladaron al fantoche hasta el escenario escogido para la fotografía. No se acercó a nadie, porque no soporta la tensión de la calle. Inmortalizado en el dolor, la caravana de Audis-8 se dirigió, con el ilustre caganidos a la base aérea militar de Talavera la Real, donde le aguardaba un «Falcon» para devolverlo a Madrid. Después de aterrizar en Torrejón, otro Super Puma depositó a Su Excelencia, el gran enemigo del cambio climático, en el helipuerto del palacio de la Moncloa. Desde el helipuerto al palacio ignoro cómo se trasladó, pero les aseguro que no lo hizo a pie, porque ya teme hasta los insultos de los árboles.

Por intuición, que no por experiencia, recelo que todas las asociaciones, movimientos y proyectos, nacionales o internacionales, cuyos logotipos, símbolos o trapos sean multicolores. Me temo que detrás de la alegre policromía se esconden las nieblas, las tinieblas y los grises marengos. Hace años, cuando Antonio Mingote me anunció que el Círculo de Lectores le había encomendado ilustrar una preciosa edición de La Venganza de Don Mendo, me planté en Macarrón y le regalé una caja de lápices de Caran D´ Ache con doscientos colores. Y Antonio lo recordó en las primeras páginas del libro. «Hace algún tiempo, mi querido amigo Alfonso Ussía, que sabía mi intención, me regaló no sé si para estimularme, una preciosa caja de colores que ahora he utilizado para estos dibujos en honor de don Pedro, su abuelo. Una de esas cosas que gusta contarlas, hombre». ¿Se figuran el estupor del genio usando esos lápices de doscientos colores y tonos diferentes, y que todos pintaran en gris oscuro?

Eso es lo que me preocupa del pin de la «Agenda 2030» y el trapillo, cartel o símbolo del movimiento gay –renuncio a las iniciales de los submovimientos–. Que detrás de ese exagerado cromatismo, lo que queda es gris, y todo gris, y nada más que gris.

El campo de España ha ardido porque los ecologistas «sandía» son los que mandan, con el beneplácito del destructor, la ministra que no se peina, y los partidos políticos de las izquierdas antiespañolas. Fincas y dehesas privadas colindantes con los montes públicos, también han sufrido la devastación del fuego, pero se han salvado centenares de miles de hectáreas de dehesas limpias, cuidadas, con ganaderías de bravo, bovinos, ovinos y porcinos, además de reses de caza mayor. Porque sus dueños, ganaderos o cazadores, limpian sus manchas y sus dehesas, a veces sin permiso de la administración, y hay ganado, y se mueven en libertad las reses porque existen los guardas, mayorales, los cuidados y permanente atención, sencillamente. Y mucho es lo que les cuesta –sin retorno– de su bolsillo cuidar sus campos.

El ingeniero agrónomo, ganadero, y rehalero –más de 175 perros a mantener y entrenar por pura afición y amor a los cánidos–, don Pedro González de Castejón, ha convertido en viral su queja y su denuncia. «No se permite hacer caminos que habrían facilitado el acceso de la maquinaria antifuegos a los lugares óptimos. No se permite hacer cortafuegos y, cuando se autorizan, el mantenimiento tiene que ser a mano. No hay limpieza en los montes. La ganadería intensiva, que los limpia, está desapareciendo por la despoblación del mundo rural y las políticas para no combatir los estragos del lobo. El ganado es masacrado por los lobos. La clase política está en manos del ecologismo irracional que, día tras día, demuestra su incompetencia. El resultado: media España se quema. Mueren las ganaderías y los animales silvestres. Las políticas del medio ambiente se deben establecer oyendo y escuchando a la gente del campo, que ha demostrado durante siglos, que saben salvaguardar su entorno. Es lógico, por cuanto es su patrimonio. Jamás se gestionó tan mal el mundo rural en España».

Y el del cambio climático, Super Puma va, Super Puma viene, Falcon va Falcon viene, y simula un atisbo de llanto para hacerse una foto en un paraje calcinado de Extremadura.

Y los españoles a lo suyo, es decir, al silencio, a nada.