En pleno ecuador de la temporada de corzos en España recopilamos diez corzos con cuernas muy distintas con los que a buen seguro te gustaría cruzarte.

Si aún dispones de algún precinto que utilizar, seguro que no te importaría gastarlo en algún macho como los siguientes. Algunos de ellos cuentan con un magnífico trofeo, pero otros, hacen valer la rareza de su cuerna o alguna característica que se sale de lo normal, que es precisamente lo que aumenta el valor de un rececho más que justificado.

Si bien podemos decir ya que la presente temporada no está siendo tan buena en cuanto a calidad se refiere, toma nota de estos otros varios tipos de corzos que a buen seguro van a encandilarte.

El corzo perfecto

Es ese macho que te viene a la cabeza cuando alguien menciona la palabra corzo: un galán que lo tiene todo y cumple a rajatabla con los parámetros que definen a este animal. Es un macho adulto, lo suficiente para haber perdido ya esa expresión de alevín propia de los más jóvenes pero sin alcanzar el declive propio de la edad. Un ejemplar maduro con un trofeo típico de seis puntas bien formado y en su momento cúlmen. Sus bases son anchas, las perlas lo pueblan con mesura y las puntas más elevadas superan con holgura la longitud de las orejas.

Como el macho de la imagen su estampa es poderosa y la mirada, serena y atenta, sabedor de que vivir un año más y seguir siendo el mariscal de la zona depende casi en exclusiva de estar ojo avizor. Son, en resumen, el sueño de cualquier cazador de corzos y su cobro supone en muchos casos el punto y final perfecto. Si tienes la suerte de cruzarte con uno de estos tómate tu tiempo, respira y, sobre todo, aprovecha la oportunidad. Como siempre decía un amigo mío apasionado de la especie, «este tipo de machos tienen la muerte donde la tienen».

El mejor para empezar

Un altísimo porcentaje de cazadores hemos debutado en esta modalidad con un ejemplar así: un macho con las seis puntitas bien diferenciadas… pero sin alardes. Un trofeo que no destaca ni por largo ni por grueso y, sin embargo, ocupa un lugar de preferencia en la memoria de quien tuvo la fortuna de estrenarse con él.

Cómo es lógico, no digo que no existan los cazadores que abatan un orazo el día de su primera vez. ¡Olé por los que consigan semejante hito! Desde mi modesto punto de vista prefiero iniciar mi vida corcera con un animal así para poder ir superando retos conforme vaya elevando el nivel de mi aprendizaje.

Desde luego, si en los años próximos tengo la fenomenal fortuna de salir al campo en compañía de un cazador novel en estas lides, un corzo como el de la imagen sería un animal más que perfecto. Un recuerdo representativo de la especie en el que el tamaño del trofeo queda en un simbólico segundo plano, opacado por una experiencia única, irrepetible. Y es que el primero nunca se olvida.

El más alto de la clase

No nos cansamos de repetir que en esta caza es fundamental, decisivo, el periodo dedicado a la localización y observación. Prismáticos, telescopios y cámaras de largo alcance forman parte de nuestro equipo y tienen una importancia similar a la del rifle o la munición. Pues bien, si durante uno de tus recechos localizas un corzo y casi no tienes que echarte los gemelos a la cara para comprobar que es un macho es posible que estés delante de un animal cuya longitud de su trofeo es tal que lo hace inconfundible y fácilmente identificable.

Estoy hablando de ejemplares que superan en ocasiones los 30 centímetros de longitud. Más parecidos a sus primos siberianos que a sus congéneres con los que comparte nuestros campos, son capaces de helar la sangre del cazador más avezado. Eso sin olvidar que son corzos mentirosos: en muchas ocasiones tal derroche de centímetros verticales no nos deja valorar con la exactitud requerida el trofeo en su conjunto y tendemos a pensar que son más delgados de lo que en realidad son.

Si localizas uno de estos tómate tu tiempo para tratar de adivinar su edad. Las prisas no son buenas consejeras y pueden hacerte apretar el gatillo cortando el desarrollo de un prometedor ejemplar joven que habría sido espectacular en años venideros.

Un madurito interesante

Si eres tan afortunado como para gestionar un coto corcero y tienes a tu disposición varios precintos no estaría mal que reservases alguno para retirar animales que ya lo han dado todo. Me refiero a esos animales que, por edad, ya han esparcido sus genes de norte a sur y su trofeo está en franca regresión.

Todos sabemos a estas alturas identificar un corzo entrado en años comprobando la posición y tamaño de sus rosetas o analizando ciertas partes concretas de su anatomía. Sin embargo, no muchos cazadores quieren malgastar, según su modo de entender la caza, una etiqueta en un ejemplar en declive.

Si tú, que estás leyendo estas páginas, te sientes identificado, intenta cambiar de prisma. La caza de un animal viejo favorece a las poblaciones de la zona, lo que debería ser argumento más que suficiente como para convencerte. Si no es así, míralo desde otra perspectiva: abatirlo será un excitante desafío. Estás ante un macho que se las sabe todas, que ha llegado a esa edad por algo y no te lo va a poner nada fácil. Ármate de paciencia y despliega todas tus estratagemas. El rival no es un corcito de siembra… Este te va hacer sudar la gota gorda.

Desde el lado oscuro

Por suerte o desgracia nada es como era hace décadas. Ahora cazamos con un teléfono móvil en el bolsillo y tomamos una foto cuanto antes para presumir… ¿de qué? Por esta cuestionable costumbre el 1 de abril las redes sociales se inundan de corzos recién abatidos. Del norte y del sur, grandes y pequeños, de páramo o montaña… pero muchos de ellos aún ‘crudos’.

No me gusta ver machos con jirones de borra colgando de las luchaderas, con las rosetas aún tapizadas de terciopelo o con el trofeo limpio pero completamente blanco. Yo soy el primero que reconozco haber abatido varios ejemplares así, casi siempre movido por la mal entendida competencia, por el tan manido razonamiento de «lo dejaría un tiempo, pero es que lo van a cazar…».

Si puedes y la zona te lo permite, espera unas semanas a que el animal descubra por completo sus cuernas y durante sus labores de marcado vaya frotándose contra la vegetación de la zona. Si tienes la paciencia suficiente y los arbustos de tu coto tintan en oscuro podrás encontrarte con uno de esos machos de perlas pulidas, sin duda mucho más atractivos que un corzo por terminar.

El monstruo de tus sueños

Quizá pienses que soy un tío raro que busca corzos de una o de otra manera olvidando los grandes trofeos, pero te equivocas. Todo a su debido tiempo. Nada de lo anterior sirve si cuando miras a través del catalejo descubres que los monstruos, además de existir, viven en tu coto. Esa es la sensación que todo corcero desea vivir, aunque sea una sola vez en la vida.

La sangre se congela, te falta el aliento y notas los latidos del corazón aporreando tu pecho sin piedad. Un amasijo de puntas y perlas se ha presentado ante ti y te recomiendo que dejes de pellizcarte y aproveches el momento porque a lo mejor no vuelves a tener una oportunidad así nunca. Yo he vivido esa sensación sólo una vez, hace más de una década.

Asomado a un barranco de jaras buscaba al macho que me ladraba de ladera a ladera. Recorría cada espino y en uno de los barridos, allí estaba de pie, frente a mí, mirándome. Mis ojos se fueron enseguida a su cabeza. Quedé boquiabierto y bloqueado. Conté más de 12 puntas, de todos los tamaños y colores que emergían sin control de unas formidables bases informes. Me ladró, y el vaho que salió de su garganta se enredó entre tanta cresta. Me agaché, cogí el rifle… y lo último que vi fue su grupa perdiéndose en un mar de jaras. Hazme caso: si ves un monstruo disfrútalo, pero aprovecha la ocasión.

El asesino

Era muy pequeño la primera vez que escuché a un cazador definir a un corzo como asesino y no lo entendí del todo. Mi padre compartía un bonito coto con otros socios y yo le acompañaba siempre que podía. Una tarde al llegar a unas esparcetas donde nos íbamos a poner de espera localizamos el coche de un compañero que había sido más rápido que nosotros. Dimos media vuelta y nos colocamos sentados en un barranco próximo.

No llevábamos ni 40 minutos cuando escuchamos un disparo. «Habrá sido el de la esparceta, vamos a ver qué ha hecho…», me dijo mi padre. Enseguida lo vimos agachado entre el cultivo, empezando a desollar. «¡Menos mal que lo he matado! ¡Es un corzo asesino!», nos gritó.

Nos acercamos y lo que él denominaba asesino no era otra cosa que un prometedor vareto con un trofeo de unos 12 centímetros. Mi padre se llevó un disgusto enorme y tras precintar al animal y explicar a aquel tipo que debía ser mucho más cuidadoso, nos subimos al coche.

Durante el viaje de vuelta me explicó que existe un tipo de machos que no desarrollan las puntas de sus cuernos lo que los convierte de forma instantánea en un peligro público. Con un trofeo puntiagudo y afilado, eran capaces de apuñalar a sus congéneres durante las habituales peleas, recibiendo por ello el apelativo de asesinos. Ya sabes, si das con uno de estos aparca la ‘trofeítis’ y posa tu cruz sobre él siempre que sea un ejemplar adulto. El resto de machos te lo agradecerán.

El atractivo de lo diferente

Todos conocemos jabalíes con enormes navajas por ausencia de amoladeras o trofeos de ciervo que después de un traumatismo crecen de forma poco ortodoxa. Incluso hemos visto en la última edición de Cinegética un macho montés con los cuernos a la inversa. Son rara avis, pero cuando el protagonista es el corzo la cosa cambia.

Lo normal es encontrarnos con un seis puntas tradicional, pero existe un pequeño porcentaje de machos –mucho mayor que en otras especies– que te pueden sorprender por lo fantástico de su trofeo. Raro es el cazador que no abate a lo largo de su vida un corzo con alguna punta extra, cavidades a lo largo del trofeo, malformaciones en las rosetas o incluso, alguna cuerna completamente doblada por la mitad como el de la foto.

De hecho, hay cazadores que, ante la presencia habitual de este tipo de ejemplares, toman la decisión de consagrarse y dedicar su vida como recechistas a la búsqueda de rarezas. Si eres un trofeísta obsesionado con las medallas y los puntos, no es tu camino. Como dice Diego Cabello de los Cobos, de Taxtrophy, «en ocasiones sus deformaciones son tan pronunciadas –como por ejemplo en el caso de un multipuntas– que diferenciar partes tan básicas como la luchadera o la contraluchadera es casi imposible, lo que dificulta mucho su medición». Para gustos los colores, pero yo tengo claro que priorizo un corzo raro frente a cualquier otro.

La peluca más buscada

Encontrarse un corzo con peluca es un hecho tan sumamente extraño que esta redacción no ha sido capaces de encontrar una foto con la calidad suficiente que muestre con claridad uno de estos peculiares ejemplares, pero para entender el concepto este extraordinario animal con borra es perfectamente válido.

Se trata de un corzo con su trofeo permanentemente cubierto por terciopelo, lleno de verrugas colgantes, en la mayoría de los casos provocado por problemas de testosterona y lesiones genitales. En los últimos años hemos visto varias decenas de ejemplares de este tipo abatidos a en nuestro país.

Corzos que no sé a ciencia cierta si han proliferado o solamente gozan ahora de mucha más visibilidad. Sí es cierto que el hecho de que una sola taxidermia de Madrid recibiera ocho ejemplares con peluca durante una temporada es un dato que habla por sí solo, pero no significa que sea un animal fácil de encontrar. Hablamos de un unicornio que habita uno de cada 1.000 cotos de caza. Quien sea capaz de ganarle la partida regresará ese día del campo con una pieza de museo.

Un corzo de leyenda

Hace un año, por estas mismas fechas, escribí un articulo en esta misma web que respondía a la siguiente pregunta: ¿cazarías un corzo blanco? Y la respuesta en mi caso sigue siendo parecida a como lo era entonces: no sabría cómo reaccionar frente a un animal así. Como muchos de vosotros sabréis, en determinadas zonas de España y sobre todo de Alemania, las poblaciones de corzo negro son relativamente comunes y sus avistamientos frecuentes, pero uno blanco es una de esas rarezas de tintes mitológicos complicadas de ver.

Como ya manifesté en 2022, si localizara a uno de los primeros no lo dudaría. Haría todo para darle caza de la forma más noble posible. Básicamente porque no son de una rareza extrema. Muchos los ven y algunos los cazan. Sin embargo, con un ejemplar tan particular como uno albino, si en algún momento se alinearan los astros y pudiera verlo, creo que no sería capaz de arrebatarle la vida.

Puedo entender y entiendo que para un coleccionista sea la oportunidad soñada para poner el broche de oro a cualquier colección de corzos, pero yo no soy ese perfil de cazador y me enorgullece poder decirlo. A día de hoy, si tuviera ese regalo de la naturaleza ante mi, soltaría el rifle, cogería la cámara de fotos y trataría de disfrutar al máximo. Pero esa es tan sólo mi opinión.

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