Por Diego Cabello de los Cobos. Propietario de Taxtrophy y medidor oficial de la JNHT.
Primero, hay que dejar claro dos conceptos que no pocos cazadores en ocasiones confunden. La medición tiene por objetivo conocer los puntos de un trofeo teniendo en cuenta los diferentes parámetros. La homologación consiste en su registro oficial una vez medido por profesionales cualificados y aportado la información pertinente. En este artículo vamos a hablar del primero.
¿Qué necesitamos?
El instrumental básico para poder medir correctamente un corzo es bastante más complejo que el necesario para medir otra especie. Una buena balanza de precisión es fundamental para calcular tanto el peso como el volumen, decisivos ambos en la puntuación final del trofeo. En mi caso utilizo una balanza con apreciación de un gramo que me permite medir su peso y su volumen con el mismo instrumento, pesando el cráneo sobre la báscula –al tiempo que están sumergidos en agua colgados de la misma, ver la foto de la izquierda– con una precisión total.
¿Se puede medir un ‘peluca’?
La respuesta es no. No es medible ni homologable, ya que cuerno y cráneo deben estar limpios de toda materia extraña, algo que no sucede en este caso. Se trata de trofeos muy deseados por los corceros, piezas de coleccionista muy difíciles de encontrar pero cuyo valor no puede traducirse en medallas o puntos. Se trata de una malformación debida a la pérdida total o parcial de la producción de testosterona por parte de los testículos. Al no producir esta hormona el corzo no entra en el ciclo natural de celo, desmogue, desarrollo de la nueva cuerna y vuelta al celo. Son machos que casi nunca llegan a estar con hembras. El tamaño de la peluca viene dado por el número de ciclos que haya atravesado sin testosterona, y en ocasiones llega a taparle los ojos o a cubrir la cuerna entera con múltiples verrugas.
¿Cuándo es imposible medir?
La experiencia de haber medido cerca de 2.000 trofeos me dice que un gran porcentaje de los machos que se cazan en España se pueden medir sin mayor dificultad. Entre los no medibles se encuentran aquellos cuyas cuernas deformes no permitan sumergirlos en agua –por ejemplo, corzos con una o las dos cuernas hacia abajo debido a un golpe en los pivotes o cuernas durante el crecimiento–.
Para calcular su volumen es necesario sumergir parte del cráneo, y por lo tanto no se cumpliría la norma. Estamos hablando de un aspecto, a mi juicio, algo subjetivo. Si el trofeo no se sumerge correctamente podemos añadir o quitar puntos, modificando su valoración real. Me explico con un ejemplo.
En ocasiones las rosetas no están situadas totalmente perpendiculares al cráneo, sobre todo en animales viejos con ellas caídas, por lo que hay que introducir en el agua una parte de los pivotes –el hueso– proporcional a la de los cuernos o rosetas que se está dejando fuera. Nunca se puede introducir nada del cráneo para esta medición, sólo de los pivotes.
Aquí es donde viene el error, ya que no hay un trofeo idéntico y en cada uno varía la parte a sumergir. Sabiendo que el volumen puede representar hasta el 45% de la puntuación final de un corzo, es fácil entender la importancia de calcular este parámetro correctamente.
Rompiendo los cánones
En su mayoría, como decía, los ejemplares raros son medibles, pero su gran variedad de formas aumenta la complejidad de hacerlo correctamente. Estamos antes un trofeo en el que intervienen demasiadas variables o rarezas que hacen muy difícil su interpretación morfológica. En ocasiones sus deformaciones son tan pronunciadas, por ejemplo en el caso de un multipuntas, que diferenciar partes tan básicas como la luchadera o la contraluchadera es casi imposible. También entran en juego otros aspectos subjetivos como las rosetas, el tipo y la cantidad de perlado o el color, y para puntuarlos correctamente se requiere mucha experiencia y haber tenido muchos corzos en las manos. Un auténtico reto.
Ante todo, rigor
Para terminar quiero recordar que al medir un trofeo debemos ser lo más objetivos posible, sin tener en cuenta quién lo cazó o lo difícil que fue abatirlo. Cada uno posee su puntuación, y tiene que haber venados de 172 puntos que no son plata, cochinos de 99 puntos que no llegan a medalla y corzos de 129 que no se cuelgan el oro. Puntúen lo que puntúen nuestros trofeos para nosotros son únicos, y así los debemos recordar.
Un ‘raro’ de récord
El actual récord de España, abatido por Sergio Muela en Guadalajara, es un ejemplo de que muchos corzos ‘raros’ se pueden medir y, por lo tanto, también homologar. En este caso se trata de un trofeo de 13 puntas y cuernas casi simétricas que se pudo medir sin apenas complejidad, ya que tenía bien definidas sus luchaderas y contraluchaderas y su volumen se podía calcular correctamente. Hasta los ‘feos’ pueden hacer historia.
Cuatro ejemplos de corzos raros
Es, de entre los cérvidos, el trofeo que más variaciones presenta, diferencias imposibles de catalogar en no pocas ocasiones. Aquí tienes cuatro machos diferentes, cada uno con su rarezas. ¿Tienes alguno parecido?
Punta en la roseta
Aunque claramente se distingue la luchadera, es un buen ejemplo para explicar que muchas veces no es tan sencillo. Además se aprecia que no posee una de las puntas traseras, penalizando su puntuación. Este corzo, aunque disponga de esta extraña punta y carezca de una de las traseras, se puede medir sin ningún problema.
Con Campilognatia
Esta malformación se aprecia al limpiar el cráneo. Es una rareza que sólo he visto en corzos, y normalmente se desarrollan sin mayor problema, ya que no les impide aparearse y alimentarse. Además, nos encontramos frente a ejemplares que son perfectamente medibles, puesto que no afecta ni al peso del cráneo ni a la formación de la cuerna.
Cuerna doblada
Este tipo de implantación irregular suele deberse a un golpe brusco durante la formación del pivote que impidió su desarrollo normal. Por tanto, la cuerna nacerá torcida todos los años. Al sumergirla en agua siempre se hundirá también una parte del cráneo, por lo que estamos ante un caso de corzos ni medibles ni homologables.
Multipuntas
Es un ejemplo de un corzo viejo, ya casi sin pivotes y con las rosetas muy caídas, aunque su forma irregular no impide su medición. Tiene penalización en el volumen, ya que con las rosetas tan caídas queda mucha cuerna sin sumergir. En estos casos se debe hundir hasta donde la implantación lo permita, y ese será el valor que le demos al volumen.