El lobo ibérico (Canis lupus signatus) es sin duda alguna la especie protagonista de la actualidad en las últimas semanas en la Península Ibérica. Las noticias sobre la cercana prohibición de su caza en todo el territorio nacional son constantes y las protestas al respecto, también.
El siguiente vídeo no es solamente una prueba más de que las poblaciones de nuestro depredador al sur del río Duero también existen, sino que se trata de la primera grabación de un ataque de un lobo a un macho montés en la Sierra de Gredos. Un documento único filmado por el cazador Alfonso Prieto, guía profesional de la empresa española ATP Hunting, mientras paseaba en la Sierra de Gredos.
Jara y Sedal ha hablado en exclusiva con el autor de las imágenes, que ha decidido contar en primera persona cómo fue su intenso encuentro con el lobo.
Así se grabó esta increíble escena
Como casi todos los fines de semana en los que no tengo ningún plan de caza, aquel sábado madrugué para pasar el día en Gredos. Me gusta llegar al amanecer, ya que, si bien los machos se ven mejor durante el hueco del día, el resto de los animales que habitan allí tienen costumbres más bien nocturnas. Por eso suelo llegar primera hora de la mañana, veo amanecer en la montaña, y me quedo hasta que se pone el sol.
Aparqué el coche a las 7:00 de la mañana. El termómetro marcaba 8 grados bajo cero y la zona que había elegido estaba cubierta por la niebla. Empecé a andar con la esperanza de que al ir cogiendo altura y que la niebla quedara en el fondo del valle.
Después de media hora, aquello no pintaba bien, así que me di la vuelta y cambié de zona. Una vez allí, cogí una garganta con mucho desnivel, con la intención de seguirla hasta el pico en el que nace, pero a mitad de camino localicé una cabrada enorme que me hizo cambiar los planes.
Al ver que había muchos machos y muy grandes, decidí dejar esta garganta para continuar por otra que me conduciría hasta la cuerda donde se encontraba aquella cabrada, y así poder verlos más de cerca y grabarles un rato.
Una cabrada a la carrera
Cuando apenas llevaba un kilómetro, empecé a notar una estampida en la loma que había detrás de mí. Aún no podía ver nada, pero los silbidos me anticipaban que se trataba de un grupo de cabras huyendo del peligro. En seguida supuse que se trataba de cabras huyendo del lobo, pero lo que no suponía era que el lobo perseguía a este grupo de machos muy de cerca, y que me estarían pasando al lado en apenas unos segundos. Cada vez notaba la carrera más cerca, hasta que por fin los machos coronaron y pude verlos.
Se trataba de un grupo de unos 15 machos, seguidos muy de cerca por el lobo. El rebaño se dividió en dos y el lobo se decantó por uno de los dos grupos. Los machos, seguidos de cerca por el cánido, pasaron a cinco metros de mi, comenzando así una persecución impresionante garganta abajo que tuve la suerte de poder inmortalizar.
Tras unos intensos 200 metros, el lobo agarró a un macho de un jamón, quedando esté prácticamente inmovilizado. Intentaba huir pero el depredador no le dejaba avanzar. Al cabo de unos segundos, el lobo soltó de repente, emprendiendo la huida.
Rápidamente pensé en el aire, pero me soplaba en la cara. No entendía qué podía haberle espantado. El lobo se paró, volvió a mirar al macho que permanecía inmóvil sin saber muy bien qué hacer, y se lanzó de nuevo a por él. Cuando estaba a unos diez metros, pegó la nariz al suelo, y volvió a espantarse desapareciendo por completo esta vez.
Esta segunda vez no tuve duda alguna: me había cortado el rastro. Por desgracia, el lobo cogió al macho justo por donde yo había subido unos minutos antes, detectándome por el olor que había dejado.
En el lugar del agarre del lobo
Tras asimilar la situación, me dirigí al lugar de la pelea, con la intención de analizar lo sucedido: la sangre, los pelos, músculos… La perra poco tardó en señalarme el lugar de los hechos. Efectivamente había gran cantidad de sangre, pelos del macho y trozos del jamón.
Apenas había llegado al lugar de la sangre, cuando me di cuenta de que Trufa había cogido el rastro y ya se encontraba a unos cuantos cientos de metros de distancia. Empecé a llamarla, pero no surtió efecto. No le di mayor importancia ya que, habitualmente, en cuanto nota que yo no voy detrás, se vuelve corriendo a mi. Así que continué echando un vistazo al lugar de la pelea.
Los minutos empezaban a correr y yo empezaba a preocuparme. El hecho de saber que el lobo andaba merodeando por la zona me impedía estar tranquilo, así que, sin demorar más la situación, me encaminé a un alto y empecé a llamar a la perra. Habrían pasado ya cerca de 15 minutos y seguía sin tener noticias suyas, me tranquilizaba el hecho de pensar que si el lobo había huido al cortarme el rastro, no estaría lo suficientemente cerca como para dar con la perra, pero empezaba a ponerme en lo peor.
Después de unos intensos minutos la intuí a lo lejos latiendo a parado. Salí corriendo y por fin confirmé que era ella. En seguida llegué y ratifiqué lo que me había imaginado. Había seguido el rastro del macho, que se encontraba aculado en una garganta. Marqué la ubicación en el mapa para compartirla con la guardería y recogí a la perra.
Tan pronto como cogí cobertura compartí lo sucedido con los guardas, para que actuaran conforme a lo que consideraran oportuno y seguí con el paseo. Cuando llegué al coche repasaba lo sucedido aquella mañana y me di cuenta, una vez más, de la gran suerte que tuve por haber tenido la oportunidad de realizar el primer video a un ataque de lobo a un macho montés en Gredos.
Probablemente la niebla en la primera zona no fuera casualidad, las horas en la montaña siempre son recompensadas y gracias a Dios, en Gredos, ya llevo unas cuantas.