Los hechos que narramos en los siguientes párrafos se remontan al año 2009. Un joven y dos amigos más volvían de pasar unos días de vacaciones en la Sierra de Cazorla, en la provincia de Jaén, cuando un jabalí se cruzó en su camino. El animal, que cruzaba la AP-7 -entre las localidades de Vera y Mazarrón-, les dejó el coche siniestro y vieron peligrar sus vidas hasta tal punto de que hoy día aún tienen secuelas de aquella colisión.

Fruto de ello, Manuel P., afectado en este accidente y cuya identidad prefiere mantener en el anonimato, se hizo cazador de mayor para intentar aminorar los daños que los jabalíes provocan a cultivos y los accidentes que producen, como el que él mismo sufrió. Esta semana ha estado presente en los micrófonos del podcast La Naturaleza de la Caza, de Jara y Sedal, narrando su experiencia.

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Estado del vehículo tras el accidente. © C. M.

Así ocurrió el accidente

Eran las 23:30 horas de la noche aproximadamente cuando en la citada autopista se les cruzó el animal: «Es una zona que, a simple vista, quien pase por allí podría pensar que no hay jabalíes. Pero al haber algo de montaña y monte bajo, ahí es donde se encuentran refugiados», comienza explicando el afectado.  

Lo primero que vio fue un cambio de rasante en la carretera: «Iba con la luz corta. Vi un color distinto de asfalto, luego vi unas manchas y me percaté de que eran jabalíes. La reacción fue inmediata, pero ya los tenía prácticamente encima. Era una piara de ocho aproximadamente. Frené, me agarré como pude y el próximo recuerdo que tengo es ver todo lleno de barro, un olor muy fuerte a la pólvora de los airbag, el cristal completamente empañado de barro y sangre… fue una situación de las que te marcan para siempre», relata sobre el desagradable momento.  

Finalmente, se detuvo el coche y lo primero que Manuel comprobó era que los ocupantes que iban con él estaban bien: «Al abrir la puerta, la sensación fue muy desagradable. Venía una chica a mi lado y no podía abrir la suya del impacto del animal en el coche. Fueron unos minutos de angustia», recuerda Manuel. Después del accidente, «no era capaz de decirle al 112 dónde estaba. Me encontraba desorientado», relata.

El coche de dos años, declarado como siniestro: de 17.000 euros que valía le pagaron sólo 8.000

El primer vehículo que llegó al lugar del accidente fue el coche de mantenimiento de la autopista e inmediatamente después la Guardia Civil. «Hicieron el parte de que fue un accidente con un jabalí, ellos lo pudieron ver en el lugar muerto, y tuve suerte porque, al ser una autopista, ésta cuenta con un seguro especial para este tipo de colisiones». Era un Peugeot 308, valorado en unos 17.000 euros, «y al final me daban 8.500 euros contando con todo. Eso fue lo que pude ajustar al máximo al dar por siniestro el coche. No te queda otra que aceptarlo. También el riesgo de reparar un coche con todo lo que tenía, no te daba ciertas garantías de que pudiese quedar bien», añade el afectado.

Las secuelas físicas que el accidente le dejó

El jabalí, tras el accidente. © C. M.
El jabalí, tras el accidente. © C. M.

En cuanto a las secuelas físicas que el accidente le dejó, Manuel explica que aún siente dolor en la zona lumbar: «Según me explicaron los médicos, esa parte del cuerpo, al ver que vas a tener un accidente, se pone más tensa y el punto de gravedad va a ese lugar. Estuve unos meses en rehabilitación, intentando volver a la normalidad, pero siempre quedan secuelas y, a día de hoy, en esa zona lumbar, aún lo noto», relata.

El coche tenía dos años, pero prácticamente «estaba nuevo». Además, «era mi primer coche; pero con el paso de los años te das cuenta que hubiese podido ser más grave». Hace un mes, en esa misma autopista AP7 también se encontró con otro jabalí: «Hablando con las personas que trabajan en las barreras del peaje, me dijeron que han visto múltiples ejemplares en la zona», asegura Manuel. «Los animales tienen su paso natural por esa autopista, intentan cruzar y, si pasa algún coche, puede ser muy grave el accidente».

A partir de ese momento, se hizo cazador de mayor

Aunque tenía afición a la caza por su padre, especialmente a la menor, aquel accidente le hizo tomar responsabilidad en la gestión de cotos con sobrepoblación de jabalí: «No era cazador de mayor, pero me conciencié más y en algunos cotos donde estaban haciendo daños los jabalíes, colaboré para llevar a cabo el control de las especies», concluye Manuel. «El jabalí no se va a extinguir, porque no tiene depredadores naturales en esta zona, y por eso se tiene que controlar», argumenta.