Luis Martín Pallarés cazó en la mañana del pasado 6 de diciembre durante una batida en las cercanías de la localidad castellonense de Sueras un magnífico jabalí alunado con una emotiva historia detrás. Te la contamos a continuación. 
13/3/2019 | Redacción JyS 

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Así eran los colmillos del animal; en la segunda imagen, Luis Martín y su abuelo. / L.M.

El joven Luis Martín Pallarés, de 23 años de edad, conseguía abatir un magnífico jabalí en pleno corazón de la provincia de Castellón. Ocurrió en la mañana del pasado 6 de diciembre durante una pequeña batida de 10 puestos en las cercanías de la localidad castellonense de Sueras en la que participaban dos rehalas. Cuando su abuelo que esperaba en el pueblo vio la pieza que su nieto había abatido, no pudo contener las lágrimas. 
La curiosa historia se remonta «a varios días atrás de la cacería», como así ha relatado el joven a Jara y Sedal. Mientras iba a mirar los rastros días antes con un hombre mayor de la cuadrilla, «le comentaba las ganas que tenía de abatir un buen jabalí». El veterano le aconsejaba que «con persistencia y dedicación llegaría el día…», y así fue. 

Así llegó nuestro protagonista al puesto

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Luis Martín ante la pieza. / L.M.

Era la mañana del 6 de diciembre, el cazador sentía ese nerviosismo «que siempre me corretea por dentro, ansioso por saber lo que me depararía ese nuevo día de caza», nos cuenta. Y describe que el entorno en el que se llevó a cabo la batida estaba compuesto por una vegetación «muy abrupta» de pinos y matorrales con escasa visibilidad.
Una vez decidida la mancha a cazar, el hermano de Luis Martín y él se dispusieron a subir a las dos posturas más altas del coto inmersas en el paraje de La Charca de la Buitrera. «Era un puesto en el que no había estado todavía pero del que me habían hablado muy bien». Después de una hora de subida a pie, su hermano se quedó en un collado anterior y el propio Luis Martín subió hasta la cima de la montaña. 
Una vez allí, después de inspeccionar el puesto y comprobar de dónde venía el viento, el joven decidió colocarse a la derecha de la citada baña «imaginando más o menos por dónde me podían entrar los jabalíes». 

El jabalí iba derecho a la charca

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El joven cazador junto a su hermano y el gran jabalí. / L.M.

Sobre las 11:00 horas de la mañana Martín escuchaba una ladra a lo lejos y, a los 20 minutos, «sentí el tropel hacia mí», comenta. «El jabalí iba directo a meterse en la charca después de una larga carrera hacia arriba, cuando metro y medio antes de tocar el agua, efectué un único disparo al animal», explica. «En ese momento no fui consciente ni del tamaño de la pieza ni mucho menos del trofeo que llevaba consigo», pese a haberlo abatido a no más de 10 metros de distancia, sigue relatando el joven cazador. 
Fue entonces cuando se acercó y pudo ver «la inmensidad de su tamaño». «En ese momento me vinieron a la cabeza los días antes de abatirlo, hablando con el hombre mayor diciéndome que un día u otro me iba a llegar la suerte… y efectivamente llegó», relata. 
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El trofeo del animal sobre una tablilla. / L.M.

El animal abatido cayó de su lado izquierdo, por lo que en un primer momento el joven solo advirtió un colmillo que era «bueno»… pero la sorpresa llegó cuando le dio la vuelta y vio «la tremenda navaja que llevaba en su lado izquierdo, debido a que tenía la amoladera rota», según sigue contando el joven. «Acababa de abatir un trofeo único que iba a recordar toda mi vida», añade.
Lleno de emoción, les comunicó la noticia a sus compañeros los perreros, a los que ha agradecido «la gran labor que hacen con los canes durante todo el año y de batir los montes tan espesos que cazamos».

Abuelo y nieto no pudieron contener las lágrimas

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Otra imagen del joven con el jabalí. / L.M.

Una vez finalizada la batida subieron hasta el puesto para bajar la pieza hacia el remolque: «Fue bastante dificultoso debido a la gran cantidad de pinos caídos por el viento y lo perdida que estaba la senda, pero yo me encontraba en una nube de emoción», afirma el joven.
Aunque se mostraba alegre por el gran jabalí abatido el mejor momento llegó cuando bajaron el animal y lo vio su abuelo, «esa persona tan querida para mí y quien me enseñó desde pequeño esta afición tan bonita», cuenta Luis. Quien añade que «se echó a llorar de la emoción y me dio un fuerte abrazo, dándome la enhorabuena». «Así es que esto es la caza… momentos, emociones, sentimientos, amistades que se graban a fuego en el corazón», concluye.