En un espectáculo de naturaleza cruda y pura, Albano García, un cazador de 42 años, ha capturado una intensa pelea entre dos machos de corzo en Igea, La Rioja. El vídeo, que ha sido enviado a la revista Jara y Sedal, muestra la feroz batalla por el territorio entre estos dos ungulados, revelando la fuerza y la fiereza que se esconde detrás de su apariencia delicada.

García, quien estaba en la zona preparando un rececho de corzo, grabó la escena el pasado 17 de mayo por la tarde, utilizando un telescopio terrestre acoplado a su teléfono móvil, una técnica que le permitió capturar las imágenes con claridad y detalle. Según relata, no era la primera vez que presenciaba tal enfrentamiento, pero esta vez decidió inmortalizarlo.

Los dos corzos se enzarzan en una dura pelea

© A. G.

La filmación muestra a los dos corzos enfrascados en un combate cuerpo a cuerpo, empujándose y entrelazando sus cuernas en un intento por demostrar su dominio y asegurar su posición en la jerarquía social de la especie. Estos enfrentamientos son comunes durante esta época del año, cuando los machos compiten por el derecho a liderar los mejores territorios.

El vídeo no solo captura la lucha por el poder y la supervivencia en el reino animal, sino que también ofrece una ventana a la vida salvaje de La Rioja, una región conocida por su biodiversidad y belleza natural. La grabación de García proporciona una perspectiva única sobre el comportamiento de los corzos, una especie que, a pesar de su tamaño relativamente pequeño, demuestra una gran valentía y resistencia.


Graban a dos corzos peleando en mitad de una carretera


Este tipo de documentación es de gran valor para los cazadores, ya que ayuda a comprender mejor las dinámicas de población de las especies cinegéticas de sus cotos. Además, la intensa pelea entre los dos corzos es una muestra más del mal carácter que presentan algunos de los machos de la especie y que, a pesar de que puedan no contar con un trofeo mejor que su competidor, pueda servirles para definir quién manda en la zona.

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Un recordatorio más de que, incluso en los paisajes más tranquilos y pintorescos, la lucha por la supervivencia sigue su curso, a menudo invisible a nuestros ojos.