«Ódiame. Pero algunos cazadores respetan más a los animales que la gran mayoría de personas. Sí, coño, lo he dicho. Para mí los cazadores siempre han sido escoria humana que tenía que morirse. Hasta que rodea mi documental Bèstia.». Con esta frase tan potente arranca el vídeo que la fotógrafa Helena Garza ha compartido en sus redes sociales para anunciar el avance de su próximo trabajo. Durante un año convivió con varios cazadores españoles para registrar su día a día y, al final del proceso, reconoció que su percepción inicial sobre ellos había cambiado. Radicalmente.
En su testimonio, difundido a través de su cuenta de Instagram, Garza se define como vegana y no cazadora, pero admite que esa convivencia la obligó a replantearse sus prejuicios. Aquello en lo que hasta entonces había creído. En el vídeo, relata cómo esa experiencia, que la llevó a compartir jornadas en el campo y charlas con los protagonistas, le permitió observar una realidad distinta de la que había imaginado.
El desconocimiento de la caza
El testimonio de esta joven barcelonesa de 24 años coincide con una realidad señalada desde el mundo cinegético: la caza no se conoce fuera de sus propios círculos y ese desconocimiento hace que el relato de odio de los entornos animalistas cale en muchas personas no cazadoras. En el debate entre cazadores y colectivos anticaza suele insistirse en que buena parte de la sociedad juzga esta actividad desde la distancia, sin haber presenciado nunca cómo se desarrolla en el campo ni qué valores dicen defender quienes la practican. Juzgar sin conocer, el eterno problema.
En su reflexión, la fotógrafa sostiene un mensaje que en Jara y Sedal llevamos años difundiendo: los cazadores «no esconden la muerte detrás de un plástico». Asegura que son conscientes de cada animal que abaten porque lo hacen ellos mismos y añade que, aunque no comparta esa práctica, ha percibido que existen razones que explicaban sus actos. «Mientras tanto, seguimos llenándonos la boca con pobrecito toro, pobrecito jabalí. Pero pagamos para que otros maten lejos y en silencio», sostiene en su mensaje.
Este discurso conecta con experiencias previas que ya hemos recogido en este medio. En los últimos años, se han publicado casos de veganos que incluso llegaron a convertirse en cazadores tras convivir con ellos, convencidos de que el consumo de carne procedente de animales cazados por uno mismo es más coherente que el suministro industrial de la cadena cárnica. La joven catalana también lo piensa: «Es mucho más crudo, mucho más irrespetuoso que pegarle un tiro a un jabalí» —en referencia a la industria cárnica y la producción masiva de carne—. La autora contrasta así lo que considera una doble moral social, en la que se condena la caza mientras se acepta sin reparos el consumo de productos de origen animal procedentes de sistemas industriales. Y todo porque alguien hace ese trabajo sucio. Lejos de su mirada.
Su transformación personal
La propia Garza refuerza ese cambio de perspectiva a través de otra publicación en Instagram. En un post reciente, en el que muestra una foto de un cazador veterano, escribe: «Dicen que Palomero es un hombre de los que ya no quedan. Rudo, sí. Pero también tierno. Directo, atento, siempre ahí cuando alguien lo necesita. En su pueblo le respetan porque no sabe ser otra cosa que real. Ha sufrido más de lo que deja ver, pero todavía tiene una sonrisa para cualquiera que la necesite».
Ese texto acompaña a una de las imágenes tomadas durante el rodaje de Bèstia, donde la autora se adentra en la vida de un cazador al que describe como un hombre de contradicciones. «Gracias a Bèstia lo he conocido sin filtros, porque hay hombres que son pura contradicción, pura humanidad», escribe. El mensaje muestra cómo su mirada inicial, marcada por la oposición frontal a la caza, fue evolucionando hacia una interpretación más matizada de las personas que forman parte de este colectivo.
Al final, la reflexión de Garza viene a dar la razón a quienes desde medios como Jara y Sedal llevamos años denunciando que el discurso de odio del animalismo trata de deshumanizar al cazador para hacer que resulte fácil odiarlo y, como señalaba en su frase inicial Helena Garza, se considere «escoria» que no merece ningún respeto.
Quién es Helena Garza
Helena Garza es fotógrafa y autora de proyectos documentales nacida en Barcelona en 2001. En su página web helenagarza.com se presenta como una persona inquieta y curiosa, con tendencia a integrarse en colectivos que viven al margen de la norma social para retratar sus formas de vida. «El mundo es algo abstracto, ambiguo, tiene mil caras y, por más que quisiéramos, no tenemos el poder de retratarlo tal y como es», escribe en su presentación.
Su biografía refleja un interés constante por la exploración de realidades poco visibilizadas, con la intención de mostrar la «riqueza de la heterogeneidad» y cuestionar los límites de lo que cada persona considera bien o mal. Por eso se considera «echada pa’lante». En su declaración personal reconoce que no existe una creación totalmente objetiva, pero aspira a «mostrar la belleza de lo inadaptado» y a plantear dudas sobre el status quo.
Ese enfoque se traslada a Bèstia, su proyecto actual, donde se propone retratar la contradicción de un colectivo que suele ser señalado desde fuera, y con el que ella misma mantuvo una posición de rechazo frontal antes de comenzar la convivencia. La autora insiste en que no caza y que se mantiene en su decisión de seguir siendo vegana, pero admite que su percepción se transformó al compartir tiempo con quienes, hasta entonces, había considerado su antagonista.
En la vida, como en el muro de Instagram de Helena, no todo es blanco o negro. También hay espacio para el color.








