Desde lo que él llama el rincón donde nació, Miguel Mestanza Jiménez se planta ante una cámara y lanza una advertencia que duele como un aldabonazo en el corazón del valle del Guadalhorce. Lo hace con el tono pausado del que sabe que el tiempo juega en su contra, pero también con la convicción profunda del que ha crecido y vivido en la tierra que ahora ve amenazada.

A sus 76 años, Miguel Mestanza ha alzado la voz contra un proyecto que, según denuncia, supondrá la destrucción de un paraje único: la Vega de Mestanza. Este enclave, situado entre Málaga capital y Alhaurín de la Torre, está destinado a albergar la futura Estación Depuradora de Aguas Residuales (EDAR) Málaga Norte, lo que implicará la tala de unos 20.000 árboles frutales.

«Es la última vega que le queda a Málaga capital. Aquí se va a cometer el atropello más bestial que pueda cometer un político», clama en un vídeo que ha corrido como la pólvora en redes sociales. El veterano agricultor relata que nació en el río Guadalhorce en 1948 y que, salvo los años en que cursó el bachillerato, ha dedicado su vida entera a trabajar la tierra con su familia. «Llegaron 10 hermanos hace más de 70 años y aquí seguimos».

«Lo que ocurra aquí van a ser asesinatos premeditados»

La gravedad de sus palabras no pasa desapercibida: «Pretenden construir una isla artificial donde piensan montar una depuradora gigantesca y no saben los vecinos de Málaga… Lo de Paiporta será un juguete con lo que aquí pudiera ocurrir. Cuando diga la naturaleza “ahí va”, veremos a ver la cantidad de asesinatos que van a ocurrir. Porque lo que ocurra aquí, van a ser asesinatos premeditados».

Las imágenes se grabaron en el mismo lugar donde su familia ha trabajado cítricos, tabaco y otros muchos cultivos durante décadas. Lo que hasta ahora era un oasis de biodiversidad y tradición agrícola podría desaparecer bajo cemento y maquinaria pesada. En este punto, la indignación y la impotencia confluyen en la figura de Miguel, convertido de forma involuntaria en símbolo de una lucha vecinal.

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Una protesta que va a más

El pasado 3 de junio, alrededor de un centenar de personas se concentraron en la Vega de Mestanza para protestar contra las obras. Bajo pancartas como «S.O.S. Salvemos la Vega de Mestanza», vecinos de todas las edades acudieron al paraje para mostrar su oposición al proyecto. Algunas personas incluso bloquearon con piedras una rampa por la que se preveía el acceso de maquinaria pesada.

Entre los asistentes se encontraba Mari Carmen Mestanza, rostro visible del movimiento, quien alertó de que «se esperaba que el corte de árboles comenzase hoy a las 8:00 para cortar unos 400 frutales». Sin embargo, las tareas no llegaron a iniciarse, quizá por la presión ciudadana o por retrasos logísticos.

La batalla judicial y la sanción europea

El conflicto no es nuevo. Desde hace años, los vecinos han acudido a los tribunales para frenar la construcción de la depuradora. Denuncian que la zona elegida es un terreno inundable y que existen alternativas más adecuadas. De momento, ya han presentado recursos, denuncias ante la Guardia Civil y la Fiscalía, y cuestionan incluso la legalidad de la rampa habilitada junto al río.

Por su parte, la Junta de Andalucía defiende que la obra es necesaria para acabar con una sanción millonaria impuesta por la Unión Europea: 1,2 millones de euros al año por no cumplir los plazos de depuración. Aseguran que en un año la planta provisional estará lista, aunque sin ofrecer una fecha concreta para el inicio de las talas.

Mientras tanto, en mitad del valle, Miguel sigue mirando a sus naranjos como quien mira a su propia historia. Una historia que podría borrarse con el zumbido de una motosierra.

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