Desde hace más de tres décadas, la Comunidad Valenciana libra una guerra silenciosa contra uno de los enemigos más temidos de sus cultivos: la mosca de la fruta del Mediterráneo (Ceratitis capitata). Lejos de los pesticidas tradicionales, la región ha apostado por una solución biotecnológica pionera que ya está marcando un antes y un después en la agricultura europea.
Un ejército de moscas para salvar el campo
En el pequeño municipio de Caudete de las Fuentes, se encuentra una instalación que, a pesar de su discreción, se ha convertido en el corazón de una revolución agrícola. Se trata del Centro Valenciano de Lucha Genética, una bioplanta que cada semana libera cientos de millones de moscas estériles para combatir una de las plagas más persistentes de la agricultura: la mosca de la fruta del Mediterráneo.
El centro aplica lo que se conoce como técnica del insecto estéril, una herramienta biológica con más de medio siglo de historia que ha alcanzado en Valencia su máxima expresión. No es casualidad: esta planta es la más grande de Europa y la segunda del mundo dedicada a este tipo de lucha biológica, consolidándose como una referencia internacional.
¿Cómo funciona la técnica del insecto estéril?
La clave está en criar masivamente machos de la misma especie que se desea combatir y someterlos a un proceso de irradiación que los vuelve estériles. Una vez liberados en el entorno, estos machos compiten por aparearse con las hembras silvestres, pero sin generar descendencia, lo que reduce de forma progresiva y controlada la población de la plaga.
Según los técnicos del centro, «es un método de control biológico que se ha utilizado en la agricultura de múltiples países y en diversas moscas y escarabajos». También se estudia su aplicación contra los temidos mosquitos Aedes, vectores de enfermedades como el dengue o el chikungunya, lo que abre la puerta a aplicaciones sanitarias globales.

Resultados visibles y beneficios ambientales
A pesar de que el coste de esta estrategia ronda los ocho millones de euros anuales, su impacto ha sido notable. No solo ha protegido un sector agrícola que genera más de 10.000 millones de euros en la región, sino que ha reducido drásticamente el uso de pesticidas aéreos, pasando de más de 300.000 hectáreas tratadas a principios de siglo a apenas unas miles hoy.
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La principal ventaja es que se trata de un método seguro, específico y sostenible, sin efectos colaterales sobre el ecosistema. Como explican los expertos, «los machos estériles generalmente sólo se aparean con hembras de su propia especie, por lo que se espera poco efecto sobre el resto de los organismos, a diferencia de los insecticidas».
Un cambio de paradigma en la agricultura
El caso de Valencia demuestra que otra forma de cultivar es posible. Como afirmaba hace años Manuel F. Herrador, «en el futuro, se horrorizarán de cómo buena parte de nuestra manera de construir se resumía en dos palabras: fuerza bruta». Algo similar ocurre con la agricultura: la inteligencia biotecnológica está sustituyendo la química agresiva.
Caudete de las Fuentes, con su discreta pero eficaz bioplanta, se ha convertido en la punta de lanza de este nuevo paradigma. Uno que protege los cultivos sin dañar el entorno, y que puede marcar el camino para otras regiones del mundo que también luchan contra plagas destructivas.