Acabamos de dejar atrás el tercer aniversario del 20M. Todos los que estuvimos allí sabemos que lo que pasó ese día en Madrid fue único, especial y atronador. Hoy, al mirar atrás, vemos que no conseguimos frenar las leyes animalistas que nos empujaron a la calle y que nadie pagó la responsabilidad política de aquel puñetazo sobre la mesa. Al contrario, esa gazmoña de la religión ecologista llamada Teresa Ribera fue premiada con un puestazo en la Comisión Europea, alejándola más aún si cabe de ese mundo rural que siempre le quedó tan lejano y tan grande.

Pero, a pesar de ello, todos sentimos que algo cambió en la caza aquel día. El 20M supuso la culminación del trabajo de un sector tan acostumbrado a perder que llegó un punto en el que perdió hasta el miedo. El miedo a entrar en política. El miedo a señalar, dentro y fuera de sus filas. El miedo a salirse del guión. El miedo a sus propios complejos. El miedo a creer que se puede.

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Cazadores manifestándose el 20 de marzo en Madrid. © Ángel Vidal

El 20M fue un cambio de fase para el sector, una subida de nivel. Desde entonces, ese Gobierno que nunca se preocupó por escucharnos y que nos trató con desprecio empezó a rehuir el conflicto, consciente de que la protesta de los cazadores fue una de las marchas más multitudinarias jamás vistas en democracia. Este hecho, unido al extraordinario trabajo de las federaciones de caza, Mutuasport y la Fundación Artemisan, trabajando en todo el país y armando una defensa de la actividad cinegética basada en la ciencia, la comunicación y el activismo político y social, han conseguido que por primera vez en nuestra democracia hayamos empezado a recuperar terreno perdido.

El anuncio de que la tórtola volverá a poder cazarse esta temporada, aunque con cupos reducidos, supone un hito y hace que el sector entre en un terreno desconocido. Nunca antes la prohibición de cazar una especie se había revertido. Esa misma presión y ese mismo trabajo del sector son los que también han evitado que la codorniz siga el camino de la tórtola, recuperando nuestra querida media veda.

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Un grupo de cazadores en Madrid. © Amable González

El camino que nos queda por delante no es sencillo. Nos dejaremos pelos en la gatera y habrá que seguir durmiendo con los ojos abiertos, pero debemos mantener el rumbo con pulso firme. Hace tres años creíamos que podíamos. Hoy, por fin, lo sabemos, y eso lo cambia todo.

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