El proyecto Framework ha puesto fin a cinco años de trabajo en Aguilar de la Frontera (Córdoba) y ha logrado constatar que es posible impulsar una agricultura que favorezca la biodiversidad sin reducir la producción, gracias al esfuerzo conjunto de agricultores y cazadores.
Este programa forma parte de once experiencias piloto desarrolladas en distintos países europeos con la finalidad de ensayar prácticas agrícolas más respetuosas con el entorno. En el caso cordobés, la actuación se centró en la recuperación y manejo de cubiertas vegetales, con el objetivo de favorecer la presencia de insectos polinizadores y fauna asociada, al mismo tiempo que se combatía la erosión y la pérdida de suelo por escorrentía.
El acto de clausura se celebró en el Auditorio de los Desamparados y reunió a representantes institucionales y del propio proyecto. Entre los asistentes estuvieron la alcaldesa de Aguilar de la Frontera, Carmen Flores; el director de Fundación Artemisan, Luis Fernando Villanueva; el investigador Gonzalo Varas, que ejerció como “facilitador”; José Antonio López, técnico de la Federación Andaluza de Caza; Cristóbal Reina, en representación de los agricultores participantes, y Eduardo Espino, de la Sociedad de Cazadores Peña el Coto.
Así se llevó a cabo el experimento
La iniciativa se desarrolló en unas 350 hectáreas de olivar, divididas en dos zonas: una experimental, en la que se aplicaron técnicas orientadas a recuperar las cubiertas vegetales, y otra de control, donde se mantuvieron las prácticas de agricultura intensiva habituales. No hubo cambios en ella.
En la parte experimental, agricultores y cazadores, con la coordinación de Fundación Artemisan, introdujeron refuerzos de semillas en determinadas calles, lo que permitió obtener cubiertas vegetales muy variadas y floridas. Entre ellas, la que ofreció mejores resultados fue la sembrada con restos de matalauva. En el resto del terreno se optó por no labrar y dejar crecer la vegetación espontánea, centrando el esfuerzo en mantenerla activa hasta bien avanzado el verano.

Para evaluar los efectos se realizaron censos de vegetación, aves e insectos polinizadores, además de tres conteos anuales de especies cinegéticas y rapaces, tanto en épocas de emparejamiento como de cría y supervivencia. Los datos recabados reflejan un aumento claro en la cantidad y diversidad de especies, acompañado de una notable reducción de la erosión del suelo. Todo ello se consiguió sin que la producción agrícola se viera reducida, lo que confirma la viabilidad de estas prácticas en el olivar.
El proyecto también ha tenido un fuerte componente social, al convertirse en un referente para agricultores de la zona y municipios cercanos. Con este fin se organizaron jornadas de divulgación, visitas de campo con agricultores, representantes políticos, estudiantes universitarios y de secundaria, además de encuentros con socios europeos.
Una esperanza para la perdiz roja
La extensión de estas prácticas puede resultar especialmente beneficiosa para numerosas especies animales que dependen de la vegetación herbácea para sobrevivir. Al generar espacios con mayor diversidad vegetal, se multiplica la disponibilidad de alimento para las aves insectívoras y se crean refugios frente a depredadores y condiciones climáticas adversas. Todo son ventajas.
Esto tiene especial relevancia para especies como la perdiz roja (Alectoris rufa), una de las aves cinegéticas de mayor interés para los cazadores españoles y uno de los motivos que han empujado a los cazadores a desarrollar esta investigación científica sobre el terreno. La presencia de cubiertas vegetales ricas y estables ofrece a esta especie un hábitat idóneo en el que encontrar semillas, insectos y zonas de protección, justo lo que necesita para sacar adelante sus polladas con éxito.








