Por José Luis Loriente Pardillo (Párroco de Villarejo de Salvanés desde 2013)

Todos hemos oído esta expresión la expresión que alerta «¡Que viene el lobo!», del cuento de ‘Pedro y el lobo‘. El lobo vino, finalmente. Hace unos días me llegó un mensaje de mi amigo el historiador Jesús A. de la Torre. Me pedía que buscase la partida de enterramiento de Nicolás García Rico.

Había encontrado en dos periódicos de 1847, El Clamor y El Popular, sendas reseñas sobre un ataque de lobo a un pastor en Villarejo de Salvanés, en Madrid. Parece ser que el animal fue abatido al día siguiente y que el juzgado de Chinchón investigó el caso.

Al leer el mensaje de WhatsApp, recordé que aquí cerca, en Valdaracete, hay un paraje que llaman ‘barranco de los lobos‘. Recuerdo, sin duda, de la existencia de estos depredadores en la zona. Luego, me vinieron a la memoria varias historias.

La primera, de mis tiempos de bachillerato, hace ya veinticinco años, cuando en historia manejamos un censo de finales del siglo XIX en el que se decía que por las Alcarrias de Chinchón merodeaban dos parejas de lobos.

Muy anterior a esta fecha, en 1561, se tomó la decisión de talar el bosque que había entre Villaconejos y Colmenar a causa de unos lobos que allí se escondían y hacían estragos.

Dos relatos, precisamente contemporáneos de los hechos de Villarejo a mediados del siglo XIX, se añadieron a estos recuerdos. El de D. Saturnino López Novoa, que cuenta en sus Memorias cómo, siendo seminarista en Sigüenza, una noche cerrada se perdió de regreso a la ciudad y vio al otro lado del valle por el que transitaba cómo una fila de candiles que se movían. Era una manada de lobos. Sintió el peligro, paró su yegua y se bajó de ella, esperando que pasasen de largo, no fuese que los despedazasen.

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Lobo ibérico. © Shutterstock

Cuando lo hicieron, lleno de miedo, apretó la cincha de la cabalgadura y se aprestó a entrar en la población que se divisaba en el horizonte. La otra historia es controvertida: el hallazgo en medio de la nieve, por la misma época, del cuerpo de dos guardias civiles devorados por los lobos y rodeados de cadáveres de estos en un pueblo de León. Hoy se habla de que esta noticia fue falsa o aumentada por los medios de la época.

Los lobos que apilaban ovejas para huir del corral

Precisamente, hace años un feligrés oriundo de Palencia me contaba que una Navidad nevó tanto que quedaron cubiertas hasta las bardas del corral de la casa de sus abuelos. Los lobos entraron e hicieron destrozo en el ganado. Al no poder salir de recinto, apilaron los cadáveres de las ovejas y escalaron por ellos.

Esto me pareció una fantasía, hasta que hace un año vi lo mismo en la película de producción china, ‘El último lobo (2015)’. Es imposible que aquel hombre colaborase en el guion.

Noticia publicada en los medios de la época sobre la muerte del pastor.

El caso es que lo de Nicolás García Rico, vecino de Villarejo del siglo XIX, parecía una película de terror. Me puse a preguntar a los mayores sin poder hacer mayores pesquisas, salvo que en la posguerra la Guardia Civil mató a un cánido muy grande que resultó ser un perro. Sin embargo, al buscar en el archivo parroquial encontré en seguida el acta de enterramiento en el Libro de defunciones XII.


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Lo transcribo: «Como Cura propio de la Iglesia Parroquial del Señor San Andrés Apóstol de esta villa de Villarejo de Salvanés, provincia de Madrid, Arzobispado de Toledo, mandé dar sepultura en el día de la fecha al cadáver de Nicolás García Rico, natural de esta villa, oficio pastor, su estado casado Luisa Villa, también natural de esta villa, hijo de Gabriel García Rico, natural de Santa Cruz de la Zarza, y de Inés Martínez Honrrubia de esta villa; que murió en la noche pasada veinte y ocho de junio en el campo despedazado por un lobo de (sic) sobrevivió pocas horas según certificación de los facultativos».

«Siendo testigos de la muerte José Domingo, Manuel Domingo y el hijo del difunto Primitivo García Rico. Por ser verdad lo firmo. Villarejo de Salvanés y junio veinte y nueve de mil ochocientos cuarenta y siete. D. Cristóbal Martínez Zapata». Sorpresas que encierran los libros parroquiales. Una página más de nuestra historia local.

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