Sí, efectivamente. Has leído bien. Desde Jara y Sedal estamos seguros que el 100% de nuestros lectores tienen clara las evidentes diferencias que existen entre un ciervo y un corzo. Sin embargo, seguro que en muchas ocasiones te has cruzado con gente ajena al mundo rural y al entorno de la caza que los confunde sin reparo.

Aunque parezca increíble, la gente de a pie sigue confundiendo a dos de nuestras especies más emblemáticas. No es extraño ver titulares en los telediarios nombrando a los ciervos cuando es un corzo, un gamo o incluso un alce, el protagonista de las imágenes que están emitiendo en ese momento.

Por eso, esta entrada es para ellos y para los miles de personas que siguen sin saber diferenciar un corzo de un ciervo. Si alguna vez te cruzas con alguno de ellos puedes compartir este texto directamente con él. Así te ahorrarás explicaciones…

Un ejemplar de corzo con el pelo de invierno. ©Shutterstock

¿En qué se diferencia un corzo de un ciervo?

Lo primero que hay que tener claro es que el corzo y el ciervo son dos especies de cérvidos completamente diferentes que se diferencian en varios aspectos. El ciervo o venado es considerablemente más grande que el corzo y se distingue por tener cuernas ramificadas con un buen número de puntas de buena longitud, en contraste con las cuernas más simples y pequeñas del corzo. Mientras las cuernas del ciervo cuentan con luchadera, puntas centrales y candiles o corona, las cuernas del corzo tienen por lo general tres puntas aunque como es lógico, este patrón se rompe en numerosas ocasiones, dando lugar a trofeos multipuntas de formas y pesos diversos.

Mientras que los ciervos suelen formar grupos y vivir en manadas relativamente grandes, los corzos prefieren una vida solitaria o en pequeños grupos en la mayor parte del año. En cuanto a su hábitat, los ciervos optan por bosques densos y áreas con abundante vegetación. Hay que diferenciar entre los poderosos venados de montaña que podemos encontrar en las provincias de Palencia, León o Zamora y los ejemplares del sur, que pueblan los jarales y dehesas de Extremadura, Castilla – La Mancha o Andalucía.

En cambio los corzos se adaptan mejor a zonas abiertas y llanas siendo relativamente sencillo encontrarlos en muchas provincias de España como Guadalajara, Soria, Teruel o Burgos. Además, el corzo también habita los ecosistemas más montañosos de Castilla y León, Cantabria, Asturias o Los Pirineos, siendo su comportamiento mucho más arisco y precavido en comparación con los corzos de siembra.

Un macho de ciervo en plena berrea. ©Shutterstock

En la época de celo

Muchos urbanitas no sabrán diferenciar lo que es un ciervo de un corzo pero seguro que han escuchado hablar de la berrea. Pues bien, la berrea es exclusiva de los ciervos. Sólo ellos lanzan esos bramidos sobrecogedores en época de celo, alrededor del mes de septiembre. Los corzos no berrean, por mucho que se empeñen. Ellos entran en celo con los calores del verano, siendo la última semana de julio y la primera de agosto las de mayor actividad, aunque esto depende de la climatología y del lugar de España en el que te encuentres.

Mientras los grandes ciervos berrean para atraer a su harén de hembras y avisar de su presencia a posibles rivales, los corzos con más sutiles. Ellos no tienen un grito de guerra reconocible y se limitan a acosar a las corzas a la carrera hasta que ellas les permiten la monta.

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