Este bogavante gigante es el ‘Moby Dick’ de la especie. Una de sus pinzas era más grande que la cabeza del pescador que la capturó y, por su tamaño, ni si quiera entraba en la trampa que colocaron para apresarla.
13/7/2018 | Redacción JyS
Era grande. Muy grande. Inmensamente grande para el tamaño que suelen tener los bogavantes. Tanto, que ni siquiera entraba en la trampa que Eric Wallace había instalado para capturarlo. La suerte se alió la pasada semana con este veterano pescador de Phippsburg (Maine, EEUU), cuando al tirar de la cuerda que sujetaba el dispositivo que tenía sumergido bajo el agua para apresar a estos crustáceos notó que pesaba demasiado. Concretamente más de 11 kilos, que es lo que pesó el bogavante gigante que izaba al barco y que había enredado una de sus pinzas en las artes de pesca.
Cuando lo sacó del agua no podía creer lo que veía: una de las pinzas era más grande que su propia cabeza. El experimentado pescador asegura que el enorme crustáceo podría tener unos 100 años de edad. Su captura no duró mucho, puesto que la legislación del estado de Maine establece que los ejemplares que se pueden capturar tienen límites de tamaño mínimo y máximo, y la espalda de este bogavante gigante superaba con creces los 12,7 centímetros tope para poder llevársela a casa. De esta manera Wallace, que iba acompañado en el barco por su hijo Álex, tomó una serie de fotografías antes de devolverlo al mar para que pudiera vivir el resto de sus días. Las imágenes han corrido como la pólvora por las redes sociales y Wallace ha pescado marisco durante 35 años, pero asegura que nunca había capturado un bogavante gigante a bordo de su bote, ‘BadPenny’.
A diferencia del resto de animales, los bogavantes no muestran signos de envejecimiento y mantienen sus funciones vitales a pleno rendimiento durante mucho tiempo gracias a una enzima denominada telomerasa. Aunque se suele decir que son inmortales, tampoco es cierto, pero realmente se desconoce cuál es el tiempo máximo de vida que pueden soportar en condiciones naturales. Estos crustáceos crecen mudando su caparazón –exoesqueleto– y la muerte natural le llega cuando este empieza a mudarse de forma incompleta, lo que permite que algunas bacterias le ataquen y acaben con ellos.