El sueño de prolongar la vida más allá de los límites biológicos parece cada vez más cercano, pero no está ocurriendo en humanos, sino en nuestros perros, que se han convertido en el campo de pruebas de la nueva revolución de la biotecnología. Dos grandes ensayos clínicos que se desarrollan actualmente en Estados Unidos ya están administrando pastillas para intentar alargar su esperanza de vida y, de paso, sentar las bases para tratamientos futuros en personas.

La idea parte de un fenómeno bien conocido por los dueños de mascotas: la vida de los perros es demasiado corta. Compañeros de juegos, de caza y de hogar, apenas nos acompañan una década de promedio, una brevedad que deja una sensación de vacío difícil de asumir. Con la ayuda de nuevos compuestos, la ciencia busca cambiar esta ecuación y convertir a los canes en pioneros de una nueva era en la que se pueda retrasar el envejecimiento.

Los dos ensayos que marcan un antes y un después

El primero de estos proyectos se conoce como STAY y está dirigido por la empresa biotecnológica Loyal, con sede en San Francisco. Su propuesta consiste en una pastilla llamada LOY-002, administrada de manera diaria a 1.300 perros de más de diez años y que pesan menos de seis kilos. Aunque los detalles del compuesto se mantienen en secreto hasta 2026, la compañía asegura que los beneficios son comparables a los de la restricción calórica, una estrategia que ha demostrado alargar la vida de numerosos organismos.

El segundo ensayo clínico lleva por nombre TRIAD y se enmarca en el Dog Aging Project, una iniciativa sin ánimo de lucro liderada por el investigador Matt Kaeberlein de la Universidad de Washington. En este caso, los protagonistas son 850 perros de mayor tamaño, a los que se administran distintas dosis de rapamicina, un fármaco inmunosupresor que ya se utiliza en pacientes trasplantados y que en ratones ha logrado ampliar la vida hasta un 30%.

La rapamicina: de la Isla de Pascua a la longevidad

La rapamicina, también conocida como «molécula de Rapa Nui» por haber sido descubierta en el suelo de la isla chilena, es considerada una de las sustancias más prometedoras en la investigación sobre envejecimiento. «La rapamicina influye en múltiples procesos que tienen un papel en la biología del envejecimiento», explica Matt Kaeberlein. «El más obvio es que se trata de un inhibidor de la proteína mTOR, lo que lleva a una disminución de la inflamación crónica, lo que llamamos inflamación estéril, propia de la edad avanzada».

Además, este compuesto parece activar la autofagia, un mecanismo de reciclaje celular que ayuda a mantener la salud de los tejidos. Según Kaeberlein, «una forma simple de entenderlo es que la rapamicina restablece el equilibrio entre el crecimiento, la reproducción y la resistencia al estrés». En la fase inicial del ensayo, algunos perros tratados ya han mostrado mejoras en la función ventricular izquierda del corazón, un dato esperanzador para los investigadores.

Un teckel de avanzada edad. © Shutterstock

Los líderes detrás del proyecto

Los rostros visibles de estas investigaciones también llaman la atención. Celine Halioua, fundadora de Loyal, representa la faceta más emprendedora y cuenta con el respaldo de 150 millones de dólares de inversión. En su piel lleva tatuados un nemátodo, un ratón y un perro, símbolos de su obsesión por desentrañar los secretos del envejecimiento. Su perra Della, una mestiza de rottweiler adoptada siendo ya mayor, es su principal inspiración.

Por su parte, Kaeberlein se mueve en el terreno académico. «Se me iluminó la mente», recuerda el investigador al hablar de los primeros resultados en ratones tratados con rapamicina. «Me dije: ¡Guau! Tenemos la oportunidad de retrasar el envejecimiento de las mascotas, de darles más años de vida de calidad. Y de inmediato, por supuesto, pensé en mi pastor alemán, que se llamaba Dobby». El perro, sin embargo, murió hace diez meses antes de completar el tratamiento, aunque alcanzó los 14 años, una edad avanzada para su raza.

Beneficios también para los humanos

Los expertos en longevidad humana observan estos ensayos con entusiasmo. Manuel Collado, investigador del Centro Nacional de Biotecnología (CSIC), subraya que «los ensayos con perros tienen varias ventajas. Viven en nuestro mismo entorno, muchas veces con hábitos y costumbres muy similares a los de los dueños, y se trata de una población genéticamente muy heterogénea, como ocurre con la población humana».

El también investigador Salvador Macip, catedrático de medicina molecular en la Universidad de Leicester, coincide en que la rapamicina es una de las moléculas más prometedoras: «Hace tiempo que se sabe que la rapamicina tiene efectos en animales, es uno de los fármacos más prometedores que se conocen para controlar los efectos biológicos del envejecimiento». Aun así, advierte que su uso crónico en personas puede ser arriesgado por sus efectos inmunosupresores.

¿Un futuro con perros centenarios?

La gran incógnita es cuánto podrá ampliarse la vida de nuestras mascotas. Kaeberlein lo explica con un ejemplo claro: «Si simplemente aceptamos la proporción de 7 a 1 entre años de perro y humano, un cambio del 30% en la esperanza de vida de un perro de 10 años equivaldría a 24 años humanos». Eso supondría, en la práctica, acercarnos a la posibilidad de superar los 100 años de media en los humanos.

«En los próximos cinco años, con seguridad, tendremos medicamentos aprobados por la FDA para aumentar la esperanza de vida en los perros», asegura Kaeberlein, aunque advierte de que aún queda camino por recorrer. Y concluye con una reflexión: «Estamos empezando a comprender la biología del envejecimiento lo suficiente como para desarrollar los primeros medicamentos que lo retrasan, y eso implica que habrá un período en el que tendremos que ajustar nuestra forma de pensar y abordar la salud. Estoy seguro de que habrá experiencias interesantes en el camino».

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