El hallazgo de una perdiz blanca en pleno monte turolense no es algo que se vea todos los días. Por eso, cuando Iván García Fuertes —de 24 años y vecino de un pequeño pueblo de Teruel— logró hacerse con ella este domingo 23 de noviembre, sintió que cerraba un círculo que llevaba abierto casi un año. La había visto por primera vez la pasada Navidad, el 25 de diciembre de 2024, y desde entonces no había dejado de pensar en aquel animal tan singular.
Durante toda la temporada trató de seguir su rastro, aunque acabó perdiéndola. Solo regresó a su memoria cuando, hace unos días, un familiar y un amigo habitual de sus jornadas le avisaron de que la habían vuelto a ver en la misma zona. Aquella pista revivió las esperanzas que creía agotadas.
Una pieza esquiva vista por primera vez en Navidad
Iván salió al monte la pasada semana acompañado de un amigo y de la perrita de este, una joven cachorra de apenas siete meses. El día amaneció helador, pero bastaron unos minutos para que dieran con un bando y, entre ellas, la perdiz blanca. «Nos quedamos anonadados tras volver a verla», cuenta Iván a Jara y Sedal, todavía sorprendido. En aquella jornada movieron el terreno durante horas; lograron cobrar una, luego otra… pero nunca a la que buscaban. La ansiada pieza parecía haberse desvanecido de nuevo, como si se la hubiera tragado la tierra.
Todo se complicaba además por la convalecencia de Bruce, el perro de Iván, que dos semanas antes había estado ingresado en una clínica veterinaria y estuvo a punto de perder la vida. El joven llevaba días sin querer dejarlo en casa, sin dejarle disfrutar de lo que más le gusta: salir al campo.

El domingo cambió todo
Al día siguiente, ya domingo, decidió dar una vuelta corta junto a su novia y sacar a Bruce «para disfrutar como antes». No pensaba que pudiera suceder nada especial, pero regresó a aquella ladera donde la perdiz había sido localizada de nuevo. «La vida me tenía guardada una sorpresa», explica Iván, quien desde lejos vio arrancarse un bando y reconoció de inmediato el destello claro entre las alas. «Ahí está, es ella», le dijo a su pareja.

Tras cruzar varios barrancos, Bruce levantó la cabeza y le marcó la dirección. El bando rompió a volar de nuevo y la perdiz blanca salió hacia la izquierda. Iván subió unos metros y logró efectuar un disparo largo que llegó a tocarla. Su novia, testigo del momento, le gritó: «¡Le has dado, le has dado!». Juntos corrieron hacia el punto donde se había echado y Bruce tardó poco en encontrar el rastro. La perdiz volvió a arrancar, muy tocada y el perro terminó el lance.

La escena final fue pura emoción. «Mi felicidad era increíble», recuerda Iván. Desde el fondo del barranco gritó entonces hacia su novia mientras ella inmortalizaba el instante con su móvil: el joven, su perro recién recuperado y la perdiz blanca que llevaba un año soñando.









