Por María Font (Catedrática Emérita de la Facultad de Farmacia y Nutrición de la Universidad de Navarra); María Cruz (ilustradora, @mariacruzfont) y Natalia López-Moratalla (Catedrática Emérita de la Facultad de Ciencias de la Universidad de Navarra)
Según cuenta la tradición, que se remonta documentalmente a más de seis siglos –la primera mención que aparece sobre las palomeras es de 1378 y se encuentra en la cámara de Comptos de Pamplona–, un pastor tenía la costumbre de tirar piedras o palos a las bandadas de palomas que pasaban y observó que al hacerlo las palomas descendían. Al parecer, un eclesiástico de la región le animó a colocar redes en la zona por la que había observado que las palomas intentaban escapar, para atraparlas. Así nació la caza de palomas mediante redes, una singular forma de caza que sigue practicándose desde entonces, y que ha experimentado diversas modificaciones realizadas a fin de mejorar y optimizar el sistema.
El predador natural de estas palomas es el halcón peregrino, uno de los animales más veloces de la tierra, superando, según algunos estudios, los 320 km/h en punta de ataque. La anatomía de esta ave está perfectamente adaptada al vuelo en espacios abiertos y a los profundos picados que ejecuta cuando se lanza sobre sus presas. Sus alas son estrechas, alargadas y puntiagudas. La cabeza es pequeña y redondeada, con los ojos colocados a ambos lados de la cara. El cuerpo tiene forma de huso, con un aspecto compacto y fuerte, totalmente aerodinámico.
La estrategia de caza del halcón está optimizada, con marcadas adaptaciones de su anatomía. Así, los ojos están protegidos por una membrana nictitante, formando un párpado interno que se cierra lateralmente y protege el ojo de las partículas del aire durante el vuelo a alta velocidad; además tienen un elevado grado de agudeza visual, ya que su retina tiene un alto poder de resolución para los objetos distantes en visión lateral, hacia arriba y hacia abajo, puesto que sus fóveas –poseen dos fóveas en cada ojo, una dirigida hacia adelante y la otra lateralmente– tienen una elevada cantidad de conos. De esta forma con ligeros giros de la cabeza puede controlar cualquier movimiento de un pequeño animal por lejos que esté; para aprovechar su desarrollada visión, inclina la cabeza hasta 40 grados en todas direcciones, ampliando su campo de visión, mientras que el cuerpo permanece sin alterar su eje. Además, es capaz de mover el cuerpo sin alterar la posición de la cabeza.
Un auténtico misil
Durante el vuelo, a gran altura, una vez detecta la presa, fija la vista en la misma y empieza a descender trazando una trayectoria de vuelo que se ajusta a la espiral descrita por Fibonacci. La trayectoria en espiral del vuelo es muy eficaz, y le permite no perder de vista la presa, hasta que se lanza en picado, al ataque. Es ahora cuando, plegando las alas, adquiere una forma en huso compacto que le facilita aumentar aún más la velocidad al ofrecer una resistencia mínima al viento; a continuación, y para frenar la caída, extiende parcialmente las alas y se lanza al ataque final sobre la presa, a la que golpea con las garras extendidas, provocando su caída y, a menudo, causándole graves heridas por las afiladas garras del halcón, una de las armas de ataque más efectivas en el reino animal.
En el sistema de caza que emplean en Etxalar aplican, desde hace siglos, una ingeniosa estrategia que consiste en utilizar, para asustar a las palomas, unas paletas que son lanzadas desde unos puntos concretos, con las que se pretender imitar el comportamiento del halcón. Estas paletas son de madera y están pintadas de blanco, de modo que simulan el vientre del halcón peregrino y, en su caída, reproducen la trayectoria en espiral del mismo, confundiendo y asustando a las palomas, que inmediatamente adoptan una estrategia de huida y descienden, intentando esquivar al predador.
Halcones de madera y una estrategia única
La estrategia consiste en utilizar, para asustar a las palomas, unas paletas que son lanzadas desde unos puntos concretos, con las que se pretender imitar el comportamiento del halcón, asustando a las palomas, que inmediatamente adoptan una estrategia de huida y descienden.
El terreno forma una especie de embudo, a lo largo del cual se disponen varias torretas o trepas situadas a los dos lados del embudo, de tal forma que la distancia entre las trepas va disminuyendo hasta llegar al emplazamiento de las redes cuadrangulares donde caen las palomas.
Las palomeras, bien de interés cultural
La estrategia de caza aplicada, declarada en 2010 Bien de Interés Cultural por el Gobierno Foral de Navarra, es muy elaborada y parte de una elección muy cuidadosa de la zona en que se desarrolla, uno de los pasos de menor altitud de los Pirineos, por lo que millones de aves, entre ellas las palomas torcaces, lo aprovechan en su migración otoñal hacía el sur de la Península Ibérica y norte de África.
El terreno, en el que abundan hayas y robles, forma una especie de embudo, a lo largo del cual se disponen varias torretas o trepas –Trepagibela, Ezponda gaina, Belata, Gibeltrepa, Haritzeko-trepa y Trepa– de entre 10 y 20 metros de altura, camufladas entre la vegetación, situadas a determinada distancia entre sí a los dos lados del embudo, de tal forma que la distancia entre las trepas va disminuyendo, hasta llegar al emplazamiento de las redes cuadrangulares –de 15 por 18 metros aproximadamente–, situadas al fondo del embudo –actualmente se usan seis: Kalamua, Monua, Elutsa, la más grande, Miarra, Fortuna y Lakaina), sujetas de un lado al suelo, atadas a dos grandes argollas de hierro, amarradas a su vez a los extremos de la red y elevadas a modo de planos inclinados, de modo que forman un ángulo de 45 grados hacia la parte interior del embudo; son movidas por medio de poleas –funcionan con un sistema de contrapesos– de manera que permite abatirlas a gran velocidad, cayendo hacia el suelo y atrapando de este modo las aves en ellas (figura 3).
Trabajo en equipo en Etxalar
El trabajo de los cazadores implicados está cuidadosamente distribuido. Así, en las trepas están las plataformas en las que se sitúan los palomeros, que desempeñan diferentes misiones. Unos, los ojeadores responsables del avistamiento, en cuanto detectan la bandada avisan a los batidores o abatanas, quienes agitan las zatarras, unos palos de un metro aproximadamente de longitud a cuyo extremo están atados unos trapos blancos, produciendo en el movimiento un chasquido seco –recuerda a un disparo– que, junto a los continuos gritos y el propio movimiento del trapo, contribuyen a asustar a las bandadas de palomas y a centrar el camino de las mismas hacia las redes.
Otros palomeros son los encargados de tirar las paletas, que en su descenso en espiral las palomas confunden con su predador. Las palomas, asumen una actitud de defensa, apretando la bandada y bajando para perder altura, pero continúan volando hacia el collado que pretenden sobrevolar y, mientras, la lluvia de paletas y los gritos se hace más constante e insistente.
En su intento de escapar, se topan con las redes, momento en que los palomeros responsables de las mismas, tras el toque de corneta del palomero mayor, accionan el mecanismo que hace que caigan las redes con gran velocidad atrapando a las aves que no han conseguido remontar el vuelo. En este momento, cuando ya han caído las redes, el palomero mayor realiza dos toques de corneta anunciando a los cazadores con escopeta, apostados en los puestos de caza autorizados, que pueden disparar y abatir a las palomas que han conseguido sortear el sistema de redes.
Los rederos recogen las palomas atrapadas en las redes y las introducen en las mandilas, delantales de cuero sin peto, provistos de profundos bolsillos. Este sistema de captura ancestral, al parecer, no perjudica de modo sensible al tamaño de las poblaciones de palomas que atraviesan el Pirineo. Además, puede suponer un modo de selección ya que las palomas más rápidas, y teóricamente más fuertes, consiguen escapar.
En esta modalidad de caza en palomeras, realmente compleja, a menudo hay días en los que no se cumplen las condiciones meteorológicas adecuadas –como por ejemplo el viento de dirección sur, fuerte, la niebla o la lluvia intensa–; a veces las palomas vuelan muy alto o no hacen caso a las paletas y los intentos fracasan. La paciencia y la experiencia desempeñan un papel destacado. La cantidad de palomas atrapadas en este proceso va disminuyendo con los años.
Hoy en día capturar más de 100 pares de palomas –en el método tradicional, el recuento se hace por pares–, se considerada una marca aceptable. Este descenso al parecer está relacionado con, entre otros motivos, el cambio de hábitos y rutas de las palomas en su migración hacia el sur. Así, algunos años se ha observado un desplazamiento de la ruta hacia la costa, avistándose bandadas más numerosas por esta ruta que por la de Etxalar.
Un conocimiento ancestral
La observación atenta del comportamiento de las palomas y de sus predadores, el estudio de la orografía de los pasos migratorios, el ingenio para imitar mediante las paletas la estrategia de caza de las rapaces desde las palomeras, el empleo y disposición de las redes y su mecanismo de cierre, la ubicación de las trepas, con una altura idónea, las zatarras y cornetas, el trabajo en equipo… y, en definitiva, el complejo procedimiento que implica este modo de caza es una muestra clara y viva, de la unión de leyenda, tradición, intuición, ingenio y ciencia.