El hallazgo de Lipoptena andaluciensis en 2024 supuso la primera identificación en Europa de esta mosca hipobóscida, cuya boca en forma de trompa o pico está preparada para succionar. Desde entonces, los investigadores han ampliado el conocimiento sobre su ecología, su distribución y su relación con los ungulados silvestres del sur peninsular, donde parece haber encontrado condiciones ambientales favorables para asentarse.

El artículo que ahora se publica combina más de una década de muestreos en campo con técnicas de captura activa y pasiva, así como análisis epidemiológicos que permiten perfilar con más precisión cómo se comporta este ectoparásito y en qué zonas tiene más probabilidades de prosperar. Los autores ya habían apuntado en trabajos previos la detección de ADN de Coxiella burnetii y de endosimbiontes bacterianos en algunas muestras, lo que añadía un elemento sanitario a la relevancia del descubrimiento.

Un ectoparásito cada vez más presente

La nueva investigación confirma la presencia de L. andaluciensis en cuatro provincias andaluzas y sitúa su primer registro en 2018. Desde entonces, la prevalencia ha aumentado de manera notable. Según los datos del cribado de 372 ungulados silvestres entre 2013 y 2024, las tasas de infestación alcanzaron el 69,7% en 2023 y el 72,9% en 2024, cifras que reflejan una progresión sostenida.

Distribución geográfica de los puntos de muestreo de moscas L. andaluciensis en el sur de España, Andalucía (2013-2024), clasificados según tres fuentes de datos. Los puntos de color (verde, azul y naranja) indican la presencia de L. andaluciensis y los puntos sin color indican su ausencia. © nature.com

El corzo aparece como el hospedador más afectado, con un 70% de prevalencia. Tras él se sitúa el gamo (50,4%), seguido del ciervo rojo (27,2%). El muflón muestra valores mucho menores, en torno al 3,9%, y no se ha constatado presencia de la mosca ni en la cabra montés-ibérica ni en el jabalí. Este patrón encaja con la distribución espacial de los cérvidos, especialmente allí donde coinciden zonas de matorral denso y humedad adecuada.

Los investigadores documentan además su ciclo anual. Según recogen, «los adultos alados estuvieron activos, al menos, de abril a noviembre», mientras que las formas ápteras permanecieron en los hospedadores «al menos de junio a marzo». Ese comportamiento sugiere una adaptación estable al clima mediterráneo y un periodo prolongado de actividad.

Modelos que apuntan a una expansión mayor

El equipo científico elaboró modelos de distribución a partir de los datos de campo, identificando extensas áreas de alta idoneidad ambiental en el centro y sur de España. La densidad de vegetación, la humedad del suelo y la temperatura superficial resultaron ser los factores más determinantes. Esta proyección coincide de manera clara con las zonas donde se concentran corzos y gamos, lo que reforzaría la estrecha relación entre hospedadores y ectoparásito.

El estudio advierte además de que el registro de esta mosca en Italia sugiere una distribución potencial más amplia de la que se conocía hasta ahora. La especie podría haber pasado desapercibida en otras regiones del sur de Europa, algo que, según los autores, hace necesario un seguimiento más sistemático.

El trabajo concluye que estos resultados «proporcionan una base fundamental para el seguimiento de la dinámica poblacional y la evaluación del impacto ecológico y veterinario de este ectoparásito desatendido», un punto de partida que permitirá anticipar riesgos y planificar futuras estrategias de vigilancia.

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