Cualquier aficionado a la caza del corzo ha soñado alguna vez con un lance en el que el protagonista fuese un gran macho, de porte altivo, cuerna robusta, perlada, oscura y definida, de grandes rosetas y largas luchaderas. Uno de esos animales que cuando los ves aparecer entre las matas hacen que la respiración se detenga y hasta el sonido de los pájaros y el murmullo del viento casi desaparezcan creando un espacio de magia de imborrable recuerdo.

Lamentablemente, no son muchas las ocasiones en las que esto ocurre y sólo los más afortunados se encuentran alguna vez con esta oportunidad. Por eso, siempre corre por la cabeza de cualquier cazador ese deseo por mejorar los trofeos de su coto. Sin embargo, esa gestión resulta compleja y puede depender de numerosos factores. Por eso, algunos gestores, motivados por el deseo de mejorar los trofeos e incrementar la rentabilidad cinegética, se han planteado la posibilidad de liberar ejemplares de corzos procedentes de otros lugares para incrementar la calidad genética de las poblaciones locales.

¿Existe una base científica para soltar corzos de otras zonas?

En este contexto nos surge siempre la misma cuestión: ¿existe una base científica que respalde esta práctica o se trata, simplemente, de un mito? Trataremos de darle respuesta en este artículo repasando además los fundamentos biológicos más importantes sobre los que se apoya el comportamiento de la especie y, por supuesto, los posibles impactos que este tipo de intervenciones puedan tener en las poblaciones locales.

El corzo es una especie territorial con un comportamiento localista muy marcado, lo que implica que, en la naturaleza, cada individuo suele establecer un territorio propio y tiende a mantenerse dentro de él durante la mayor parte de su vida. Este comportamiento territorial tiene importantes implicaciones en términos de la herencia genética y la transmisión de características a lo largo de generaciones. Así, muchos amantes del corzo son capaces de intuir algunos patrones comunes de los trofeos de determinados territorios.

Grupo de corzos.
Grupo de corzos. © Shutterstock

Por otro lado, los corzos, como otras especies, cuentan con una variabilidad genética dentro de sus poblaciones que dependerá tanto de la genética de sus progenitores como de las condiciones ambientales del entorno en el que viven. La herencia genética es un factor esencial en el desarrollo del trofeo. Las cuernas son un rasgo de carácter sexual secundario cuya calidad está relacionada con la genética del individuo y, también, con factores como la alimentación, la edad y el estado de salud. Los corzos que se desarrollan en territorios con condiciones ambientales y alimenticias óptimas tienden a generar mejores trofeos debido a una combinación de genética favorable y buenos recursos disponibles.

También en este punto es muy importante destacar el papel de la gestión cinegética. Si somos impacientes y en nuestro coto llevamos a cabo una presión elevada sobre ejemplares jóvenes que no han alcanzado el máximo desarrollo de sus trofeos, nunca tendremos cuernas que alcancen su máximo esplendor, de modo que no podremos valorar cuáles son los mejores reproductores ni tampoco estaremos permitiendo que puedan transmitir su genética a futuras generaciones. Así, la edad a la que se caza cada ejemplar es también un elemento determinante para generar trofeos de calidad en nuestro coto a medio y largo plazo.

Problemas de adaptación

Por otro lado, sabiendo que la herencia genética es un elemento importante para la obtención de los mejores trofeos, la introducción de corzos de otros lugares podría parecer, a primera vista, una estrategia adecuada para mejorar de forma más rápida la calidad en un coto. Sin embargo, son numerosos los aspectos a considerar cuando planificamos este tipo de actuaciones, de modo que, por ejemplo, la adaptación local es fundamental para el bienestar de los ejemplares.

Los corzos foráneos pueden no estar adaptados al territorio específico en el que se introducen, lo que puede comprometer su supervivencia a medio y largo plazo debido a diferencias en las condiciones ambientales, la disponibilidad de alimento, los depredadores presentes o incluso la competencia con las poblaciones locales. Además, la genética de los individuos introducidos puede no ser adecuada para el entorno local, lo que podría afectar negativamente al potencial de crecimiento de la población.

Consecuencias de soltar corzos foráneos

Como ocurre con cualquier especie, uno de los principales riesgos asociados con la introducción de corzos foráneos es la posible transmisión de enfermedades. El movimiento de ejemplares entre diferentes cotos o áreas geográficas puede propagar patógenos locales o desconocidos que afecten a la salud de la población. En este sentido, hay estudios que han señalado que enfermedades como la cephenemiosis o moscarda del corzo pueden haber tenido su origen en la Península Ibérica en repoblaciones con animales foráneos sin las adecuadas garantías sanitarias, generando el problema que hoy todos conocemos.

Además de los problemas sanitarios, estas introducciones pueden tener impactos ecológicos significativos. Al liberar ejemplares de diferentes áreas geográficas se corre el riesgo de alterar el equilibrio ecológico local, afectando a otras especies que compiten por los mismos recursos. Esta alteración del equilibrio ecológico puede derivar en una disminución de la biodiversidad local o incluso en la expansión de especies invasoras que se aprovechen de los recursos del nuevo hábitat.

Desde una perspectiva genética, la repoblación también puede dar lugar a un fenómeno conocido como deterioro de la calidad genética. Este fenómeno ocurre cuando la mezcla de genes de diferentes poblaciones no es adecuada para el entorno local, lo que puede conducir a la pérdida de adaptaciones específicas a las condiciones locales. A largo plazo, la alteración de la estructura genética de la población puede afectar la capacidad de la especie para adaptarse a cambios ambientales, reduciendo la resiliencia genética de las poblaciones local es.

Corzo.
Corzo. © Shutterstock

Repoblaciones de corzo: casos documentados

Aunque no resulta sencillo encontrar referencias científicas sobre el empleo de repoblaciones como herramienta de mejora de los trofeos de corzo y, mucho menos, sobre sus resultados, sí existen algunas referencias sobre la realización de este tipo de actuaciones para recuperar poblaciones en determinados territorios. Así, por ejemplo, un estudio publicado por Torres y colaboradores en 2016, evaluó el éxito de las reintroducciones de corzos en Cataluña entre 1971 y 2008, comprobando que estas actuaciones, cuyo objetivo no era la mejora de la calidad de los trofeos sino la recuperación de la especie en territorios donde había desaparecido, si tuvieron éxito y son el origen de la distribución actual de la especie en esta comunidad autónoma.

Aunque sin referencias científicas disponibles, en cotos de la comunidad de Castilla y León se han realizado repoblaciones con corzos de diferentes orígenes en las últimas décadas con el objetivo de mejorar la calidad de los trofeos. Sin embargo, tras varias temporadas de caza, la percepción general es que no se ha producido una mejora significativa en la calidad.

En Europa también existen algunas referencias científicas sobre la reintroducción de corzos en determinados territorios. Así, un artículo publicado por Calenge y colaboradores en 2005 analizó una actuación realizada en el noreste de Francia en la que se observó una elevada mortalidad de ejemplares asociada inicialmente al estrés del transporte y el manejo, pero posteriormente también a otros aspectos como los atropellos.

También existen referencias más recientes sobre actuaciones de reintroducción de corzos en otros países de Europa como en Italia (Rivieccio y col., 2022) o en Portugal (Rossa y col., 2024) en las que se ha obtenido éxito en la recuperación de las poblaciones, aunque nuevamente el objetivo no era conseguir una mejora en los trofeos sino recuperar la presencia de la especie en territorios donde había desaparecido.

En conclusión

Las actuaciones de repoblación con corzos en un coto con el objetivo de mejorar la calidad genética de las poblaciones locales no cuentan con una base científica sólida que respalde su efectividad. Además, implica riesgos tanto ecológicos como genéticos que pueden resultar en efectos negativos a largo plazo. En lugar de depender de esta práctica que además de los riesgos que puede implicar, resulta realmente costosa y se realiza en buenas condiciones, resulta mucho más conveniente centrarse en mejorar las condiciones del hábitat, gestionar adecuadamente las poblaciones autóctonas y aplicar estrategias de gestión que favorezcan la una mejora genética que avance de forma natural.

Las alternativas más eficaces para mejorar la genética de nuestros corzos

Si bien la liberación de ejemplares parece la solución más inmediata, existen alternativas más sostenibles y eficaces a largo plazo que pueden ayudar a mejorar tanto la salud como la calidad de los trofeos de las poblaciones locales. La gestión del hábitat es uno de los pilares fundamentales. Mejorar las condiciones ambientales, como la calidad de los pastos, la disponibilidad de agua, la protección contra el estrés, el control de los depredadores y la reducción de la competencia con otras especies como el ciervo o el propio jabalí, favorecen de forma directa la mejora en el desarrollo físico de los corzos.

La alimentación selectiva es otro aspecto clave. Asegurarse de que dispongan de alimentos suplementarios de calidad, especialmente durante las fases críticas de su ciclo de vida, favorece el crecimiento óptimo de las cuernas y su condición corporal, que redunda también en su estado de salud general. Tampoco podemos olvidar, como ya apuntábamos antes, que la gestión cinegética adecuada también juega un papel fundamental.

Es esencial realizar un control correcto de la población de corzos, evitando la sobreexplotación y ejerciendo la presión adecuada sobre los ejemplares que cuentan con una edad suficiente y ya han contribuido a perpetuar su genética en poblaciones futuras. Del mismo modo, es importante llevar a cabo una caza selectiva de ejemplares que cuentan con taras que podrían transmitirse y, por supuesto, llevar a cabo una gestión óptima de las hembras para mantener los censos, evitando que ejemplares de peor calidad puedan tener ocasión de reproducirse.

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