En el sur de California, una de las regiones más congestionadas por el tráfico y el desarrollo urbano de Estados Unidos, se construye una obra que simboliza un cambio de paradigma: un puente diseñado no para los coches, sino para los animales. El Wallis Annenberg Wildlife Crossing, en Agoura Hills, aspira a reconectar un ecosistema roto por décadas de expansión humana.

Durante más de medio siglo, la autopista U.S. 101 ha dividido en dos el hábitat de las montañas de Santa Mónica, un enclave natural de más de 60.000 hectáreas. Por ella circulan más de 300.000 vehículos diarios, lo que ha provocado un grave aislamiento genético en especies como los pumas, además de numerosos atropellos de fauna silvestre.

El caso del célebre puma P-22, que sobrevivió milagrosamente al cruzar dos autopistas para instalarse en un parque urbano de Los Ángeles, sirvió de inspiración para impulsar este proyecto. Su muerte en 2022, tras ser atropellado, convirtió su historia en símbolo de la necesidad de actuar con urgencia.

Una infraestructura al servicio de la vida

El puente, cuya construcción comenzó el Día de la Tierra de 2022, tendrá 64 metros de largo por 52 de ancho y cubrirá diez carriles de tráfico. Se trata del mayor paso de fauna jamás construido, una auténtica extensión del ecosistema que reproducirá el terreno y la vegetación de las colinas adyacentes.

© Shutterstock

En los próximos meses, se cubrirá con 6.000 metros cúbicos de tierra y unas 5.000 plantas autóctonas —entre ellas amapolas de California, salvia blanca y negra o cebada gigante— cultivadas expresamente para este fin. Estas especies no solo servirán de refugio y alimento, sino que transformarán el puente en una prolongación viva del paisaje.

Los ingenieros han diseñado ondulaciones, lomas y senderos que imitan el relieve natural, de modo que los animales —desde ciervos y linces hasta pequeñas mariposas— perciban el cruce como parte del territorio, no como una estructura artificial.

© Fundación Annenberg

Más que un puente: una conexión genética

El aislamiento genético de los pumas del sur de California preocupa a los científicos desde hace más de tres décadas. Estudios de la Santa Monica Mountains Conservancy alertaron de que, sin conexión entre poblaciones, la endogamia podría llevarlos a la extinción en menos de 50 años. Este puente busca precisamente evitar ese destino.

Pero su función no se limita a los grandes felinos. Más de un millar de especies de plantas y centenares de animales —linces, coyotes, zorros, reptiles, aves e insectos— se beneficiarán de esta infraestructura, que además reducirá el número de accidentes y mejorará la seguridad vial.

El proyecto, financiado mediante una colaboración público-privada encabezada por el Departamento de Transporte de California y la Fundación Annenberg, tiene prevista su finalización a mediados de 2026. El gobernador Gavin Newsom lo ha calificado como ejemplo de «cómo los sueños se convierten en acción cuando se prioriza la seguridad y el medioambiente».

Un modelo para el futuro

El Wallis Annenberg Wildlife Crossing podría convertirse en modelo de referencia internacional. A diferencia de otros pasos de fauna en Europa o Canadá, este se construye en un entorno urbano densamente poblado, lo que demuestra que la coexistencia entre infraestructura y naturaleza es posible incluso en contextos metropolitanos.

Más allá de sus cifras, el puente simboliza una forma distinta de entender la ingeniería: al servicio de la vida. Su éxito podría marcar el inicio de una nueva era en la que las obras públicas no solo conecten ciudades, sino también los ecosistemas que las rodean.

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