La campaña agrícola en Marruecos será histórica. El país norteafricano duplicará esta temporada su producción de aceitunas, lo que supondrá una caída de precios en los mercados internacionales y una mayor presión sobre el sector oleícola español. El Gobierno marroquí ha confirmado que este incremento responde a un plan estratégico de modernización y expansión de regadíos, al que se suman cifras igualmente llamativas en otros cultivos.
El auge productivo no se limita a la aceituna. La cosecha de dátiles crecerá un 50%, mientras que las hortalizas lo harán en un 20% y los cítricos en un 25%. Este crecimiento sin precedentes refuerza a Marruecos como un actor determinante en el tablero agroalimentario del Mediterráneo, con capacidad para influir en los precios y condicionar las exportaciones europeas.
Un contraste con el campo andaluz
En paralelo, el campo andaluz vive un episodio muy diferente. Cien agricultores de Jaén y Córdoba han sido citados para iniciar trámites de expropiación de sus tierras, lo que supondrá la pérdida de hasta 100.000 olivos. El motivo es la construcción de una gigantesca planta fotovoltaica promovida por la empresa Greenalia Solar, que convertirá el paisaje tradicional del olivar en un campo cubierto de placas solares.
El proyecto, declarado de utilidad pública por la Junta de Andalucía, ha levantado un profundo malestar. Plataformas ciudadanas y asociaciones de agricultores denuncian que el plan arrasa con el sustento de decenas de familias y pone en riesgo la candidatura de la Campiña del Olivar Andaluz como Patrimonio Mundial de la Unesco.
Protestas bajo el lema «Renovables sí, pero no así»
Durante los últimos meses, los vecinos de municipios como Lopera, Arjona o Marmolejo se han concentrado para exigir que no se arranquen los árboles que durante generaciones han marcado la identidad de la comarca. Bajo el lema «Renovables sí, pero no así», advierten de que estos proyectos no dejarán empleo en la zona y que la electricidad producida «se venderá en Europa», sin revertir beneficios en las comunidades locales.
Además, los afectados recuerdan que la superficie afectada equivale a unos cien campos de fútbol y que el impacto no será únicamente económico. La fragmentación de explotaciones, la desaparición de zonas de cultivo y la interrupción de los ecosistemas agrícolas tradicionales representan una amenaza para la biodiversidad y para el modelo de vida rural.
Dos modelos enfrentados
Mientras Marruecos afianza su modelo de expansión agrícola con regadíos y nuevas plantaciones, en la citada zona de Andalucía se sustituye un cultivo milenario por instalaciones industriales. Para los agricultores, la paradoja es evidente: un país vecino duplica su producción de aceitunas y en España, en cambio, se talan miles de olivos que habían sido la base de su economía.
El debate sobre la transición energética y la protección del patrimonio rural se vuelve así inevitable. Encontrar un equilibrio entre la necesidad de avanzar hacia energías limpias y la preservación del paisaje del olivar se presenta como uno de los grandes retos para los próximos años.








