Para que las zonas devastadas por la catástrofe de la dana recuperen la normalidad toda España debe colaborar en su reconstrucción, pero para que un problema de tanta magnitud no deje, entre los afectados, heridas insufribles hay que encontrar respuestas al desastre y depurar responsabilidades. Para el todopoderoso Gobierno la reducción de los riesgos en posibles catástrofes naturales es un tema que nunca han tomado en serio. La Agenda 2030 le marca los tiempos, la biblia de una nueva generación, una internacional aptitud del progresismo a nivel mundial que, sin dudar, puede abocarnos a mas desastres en cadena.

Cualquier medida de reducción de posibles catástrofes o mejoras en medios naturales, al no ser temas prioritarios, no parece interesarle. Las inversiones a largo plazo no dejan votos políticos, no ocupan titulares en la prensa, ni le deja maquillar la realidad a su antojo ni son un seguro para las reelecciones. Para comparecer en prensa y explicar las causas no duda en hablar del cambio climático y del aumento comprobado de temperaturas obviando la responsabilidad del ecologismo que se opone a cualquier medida de intervención en el medio aunque esto signifique desproteger vidas y haciendas.


Con muertos y desaparecidos y miles de ciudadanos que lo han perdido todo, la gente se pregunta: ¿cómo hemos llegado a esta situación y por qué nadie de la clase política ha sabido estar a la altura del pueblo? ¿No será que su única preocupación sea tapar la corrupción del sistema?

El cambio de percepción por este suceso tiene que poner en su lugar a tanto buitre carroñero como pulula por este país y que son apoyados por ministerios como el de Transición Ecológica y Reto Demográfico. Hay organizaciones no gubernamentales que quieren de esta catástrofe hacer su agosto manipulando imágenes a su antojo y sacando de contexto contenido, de lo cual, en las redes sociales, son maestros, empleando un sinfín de alimañas y merodean los despojos para hacerse con un buen botín. Veremos cómo se destinan subvenciones y ayudas y de qué lado caen. A muchos se les tiene que caer la venda y darse cuenta cómo tenemos ciertas organizaciones no gubernamentales que son auténticos depredadores del dinero público.

Nunca imaginé que en una zona como la del desastre, de las más desarrolladas de España en infraestructuras, esto haya podido suceder. Por encima de toda consideración, la indignación de los valencianos es la de todos los españoles. La falta de previsión y la sensación que todos tenemos de estar abandonados e indefensos es muy real. Ahora que asistimos demasiado aturdidos a los discursos de traje y corbata negra, de las buenas caras, de los compungidos gestos, de las promesas falsas, no creemos nada. Nos seguirán dejando como siempre, solos y apañándonos como buenamente podamos, y esto debe hacer replantearnos ciertas situaciones a futuro.

El pueblo siempre responde, por encima de patriotismos, ideologías o clases, algo que a los españoles los políticos no nos trasmiten. Prefieren que entre nosotros también estemos enfrentados por nacionalismos, religión o culturas. Que dejen de hablar tanto de la Agenda 2030 y del desarrollo sustentable. Con muertos y desaparecidos y miles de ciudadanos que lo han perdido todo, la gente se pregunta: ¿cómo hemos llegado a esta situación y por qué nadie de la clase política ha sabido estar a la altura del pueblo? ¿No será que su única preocupación sea tapar la corrupción del sistema? Que piensen bien su próximo movimiento, no sea que sea el último.

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