Cuidar un rifle no es la parte más emocionante de la afición, pero sí una de las más necesarias. Muchos cazadores limpian con rigor sus escopetas y, sin embargo, descuidan el mantenimiento de sus rifles, quizá por respeto, pereza o simple costumbre. Sea cual sea el motivo, disparar con el cañón sucio es una mala idea que puede costar un lance o, en el peor de los casos, un susto serio. Mantener el acero libre de residuos es fundamental para que el arma siga siendo precisa y fiable año tras año.
Un cañón sucio, un problema anunciado
Los restos de pólvora, plomo y cobre se acumulan con rapidez en el interior del cañón y obstruyen las estrías, responsables de estabilizar el proyectil. Ese bloqueo genera disparos impredecibles, pérdida de precisión y, si la suciedad es extrema, un aumento de presión que puede dañar el arma. Basta un golpe de barro, nieve o tierra para que el riesgo se multiplique.
Por eso conviene revisar el cañón antes de cada salida, asegurándose de que no haya restos ni cuerpos extraños. Una inspección rápida puede evitar el escenario temido por todos: un rifle que, tras el disparo, termine con el cañón reventado.
En boca cerrada… mejor
En muchos países del norte de Europa es habitual proteger la boca del cañón con tapones, fundas o pequeñas cubiertas de cuero, neopreno o tela. Impiden la entrada de suciedad y apenas ocupan espacio. Durante una cacería en Suecia, un guía local mostraba otra técnica interesante: portar el arma al revés en la mochila, con el cañón hacia adelante, y controlar su posición con el dedo índice, evitando golpes y enganches con las ramas del bosque. Un gesto sencillo que reduce riesgos.

Cómo limpiar el rifle, paso a paso
Lo primero es comprobar que el arma está completamente descargada. Una segunda revisión nunca sobra. Después, si el modelo lo permite, conviene retirar el cerrojo para trabajar con comodidad y dirigir toda la suciedad hacia la boca del cañón.
Según explica Álvaro Ramírez, experto de Armería Keiler, el proceso adecuado empieza con un par de pasadas de baqueta y alambre del calibre correspondiente para eliminar los residuos más gruesos. Después recomienda utilizar una grata con un trapo impregnado en disolvente para metales no férricos —como el clásico Hoppe’s— y dejar que actúe entre cuarenta minutos y una hora. El último paso consiste en pasar trapos limpios hasta que salgan completamente blancos, señal de que el cañón ha quedado libre de restos.
El toque final
Cuando el interior está limpio, basta con aplicar un parche ligeramente aceitado para proteger el acero frente a la corrosión. Una linterna ayudará a comprobar que las estrías están nítidas y brillantes. Con este sencillo mantenimiento, el rifle estará listo para la próxima salida y seguirá ofreciendo la misma precisión que el primer día.







