Desde que éramos niños la caza ha sido una actividad compartida entre los cuatro hermanos. La emoción de perseguir a los animales en su hábitat natural y la sensación de estar en armonía con la naturaleza nos ha hecho pasar muchas horas juntos desde una edad temprana.

Siempre soñamos con desafiar nuevos retos, y el sarrio, por antonomasia, es uno de ellos. Como en cualquier cacería, pero con mucho mas ímpetu en la que nos esperaba, comenzaba la preparación del tan ansiado viaje.

Leer sobre la especie y el lugar, analizar la fauna y flora, conocer altitudes del lugar, entablar conversaciones con el guía… y lo más importante, preparar todo el equipo, tanto de caza como de grabación. Sin embargo, más allá de los conocimientos técnicos, en la montaña siempre suceden planes inesperados. El verdadero valor de este viaje residiría en nuestra unidad como hermanos.

Sincronización con la Naturaleza

© Hermanos cazadores

Mes de diciembre. Navidad, unos días antes de Nochevieja. Temperaturas completamente atípicas. Frank, nuestro guía, nos cuenta entristecido que otros años un metro de nieve cubrían estas montañas, pero el campo está muy seco y las temperaturas superan durante el día los 25º C.

A medida que ascendíamos nuestras piernas se tensaban y nuestros corazones latían al ritmo del esfuerzo. El viaje no había hecho más que empezar y ya rondaban algunos pensamientos de «no voy a llegar ni al refugio».

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Cada paso nos acercaba a lo que sería nuestro campamento durante los próximos días. El ascenso se convirtió en un dolor dulce, porque a pesar del cansancio podíamos apreciar la belleza del entorno que nos rodeaba.

Garrafas de agua de cinco litros durante varias horas, herramientas para cortar madera, arcos, equipo de grabación, comida y ropa…  Tras largas jornadas de caza dormíamos en un refugio de montaña a 2.100 metros de altura. El calor de la chimenea, las risas compartidas y las historias alrededor de la mesa se convirtieron en el corazón de nuestras noches en los Pirineos.

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Conexión con el entorno

Esto significa estar en estado de contemplación, permanecer siempre en un constante ejercicio de consciencia de lo que sucede a tu alrededor. Asombrarse ante la vida silvestre, observar las querencias del sarrio y darse cuenta de que, esta vez, había dejado las alturas para resguardarse en lo profundo de los valles en busca del frescor.

Cuando estás cansado por el esfuerzo y te encuentras más vulnerable es más fácil escuchar a tu alrededor. La fraternidad que nos une fue un pilar fundamental durante la cacería. Nos apoyamos mutuamente en los momentos más desafiantes, compartimos risas y anécdotas en las noches alrededor del campamento celebrando cada pequeño logro como uno solo.

El lazo que nos unía se fortaleció y entendimos que en la vida, al igual que en la caza, alcanzar metas significativas se vuelve más valioso cuando son compartidas.

El encuentro con el sarrio

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El momento cumbre de nuestra aventura llegó en el instante menos esperado. Después de mucho esfuerzo intentándolo con el arco, tuvimos que cambiar al rifle. Cuando menos lo imaginábamos, un gran sarrio apareció en lo profundo de un valle.

Nos separaba un desnivel que dificultaba muchísimo el tiro. Tras varias horas de espera en la misma piedra, con los nervios a flor de piel, conseguimos darle caza. Esa conexión con la naturaleza que tanto habíamos anhelado nos llenó de humildad. No pudimos evitar sentirnos parte de un ciclo de vida más grande, donde cada criatura, incluidos nosotros, desempeñaba un papel esencial en el equilibrio de la naturaleza.

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Con el corazón lleno de experiencias inolvidables y la satisfacción de haber alcanzado nuestro objetivo, bajamos de las montañas. La caza del sarrio había terminado, y nuestro vínculo se había fortalecido. Volvimos a casa con la certeza de que esta aventura no sería la última y de que seguiríamos explorando juntos los misterios de la naturaleza.

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La aventura de la caza en Pirineos deja una marca profunda en el corazón del cazador. Cada ascenso, cada desafío, cada encuentro y cada instante de silencio se convierten en parte de su esencia, en una experiencia única que se atesora con pasión y entrega. Cuando el cazador regresa a la civilización trae consigo algo más que un trofeo: lleva en su interior el valor del esfuerzo, la sabiduría de la naturaleza y la humildad de quien se ha enfrentado a lo salvaje.

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En la caza del sarrio en alta montaña el esfuerzo y la aventura se entrelazan en una danza apasionada. Es un viaje al corazón mismo de la vida, una búsqueda que va más allá del simple acto de cazar convirtiéndose en una experiencia trascendental que transforma al cazador en un ser humano más completo y consciente de su lugar en el mundo.

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