Todo sucedió en una mañana de otoño aparentemente tranquila en el coto de Cornudella de Montsant y Arbolí, en la provincia de Tarragona. Lo que comenzó como una batida más junto a su familia acabó convirtiéndose en una jornada que Éric Muñoz Molina, de solo 17 años, difícilmente olvidará. Según ha informado su tío Javier Muñoz a Jara y Sedal, aquel día logró abatir un enorme jabalí de 130 kilos con unos descomunales colmillos, uno de los más imponentes de las últimas temporadas en Cataluña.

La batida, conocida como “El Salero”, se desarrolló bajo la organización de Pepe Cordero, presidente del coto y familiar del joven cazador. En el puesto le acompañaban su tío Javier Muñoz y su primo César, además de varios miembros de la cuadrilla habitual, entre ellos José Cordero, Miguel Ángel y Márquez. La jornada se presentaba propicia: el terreno, abierto y de vegetación media, permitía buena visibilidad y los perros ya empezaban a marcar rastros desde primeras horas.

Un lance rápido y certero

Poco después de comenzar la batida, la perrera Alba levantó al gran jabalí. Por la emisora, el aviso resonó con urgencia: «¡Cuidado, que va algo para abajo!». El animal se cruzó primero con Miguel Ángel, que llegó a disparar sin éxito. Fue entonces cuando el gran macho cambió de dirección y se lanzó hacia la postura de Éric. «¡Eric, que te va! ¡Eric, que te va!», le gritó su tío por la emisora.

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El joven apenas tuvo unos segundos para reaccionar. Se preparó, apuntó y efectuó un único disparo con su Browning Bar MK2 del calibre .30-06, equipado con un punto rojo Sig Sauer Romeo 5. La bala entró por la última costilla izquierda y salió antes del cuello, una trayectoria perfecta que detuvo al enorme macho tras recorrer unos pocos metros. El animal cayó a unos diez pasos del disparo, rodando por la pendiente hasta quedar inmóvil.

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Una pieza inolvidable

El abatimiento provocó una mezcla de emoción y alivio entre los presentes. Mover aquel coloso no fue tarea fácil: «Entre los seis apenas podíamos moverlo», explicaba el joven, que relató cómo tuvieron que extremar el cuidado para no dañar la boca del animal, que ya está siendo preparada por un taxidermista. La proximidad a un camino facilitó algo la extracción, pero aún así costó subirlo al vehículo.

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Con apenas un año y medio de experiencia en la caza, Éric vive cada jornada con entusiasmo. «Fue un momento de máxima emoción. Vivir un lance así, tan rápido y limpio, en un sitio que conozco tan bien y junto a mi familia, es algo que no se olvida», explicó el joven. «Sin duda, una experiencia que me anima aún más a seguir creciendo como cazador».

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El mérito del éxito también fue compartido con el trabajo de los perreros Alba, Arnau Carrasco, su padre Jordi Carrasco y Jordi “Gallo Cojo”, que ayudaron a levantar al animal y coordinar la batida. Una jornada completa que demuestra que la pasión por el monte y la tradición siguen pasando de generación en generación.

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