No, Jessica Radcliffe no ha muerto atacada por una orca. Y no lo ha hecho, porque esta joven entrenadora marina de 23 años ni siquiera existe. Es todo producto de la IA.
En los últimos días, no ha sido un único vídeo, sino multitud de grabaciones de distintos creadores las que han intentado aprovechar la viralidad de un supuesto ataque mortal de una orca a su entrenadora. La historia, protagonizada por una tal Jessica Radcliffe en el ficticio “Pacific Blue Marine Park”, ha acumulado millones de visualizaciones en TikTok y Facebook y ha convencido a miles de personas que aún se preguntan si la tragedia ocurrió realmente.
Un vídeo falso con ingredientes de realidad
Las imágenes muestran una coreografía acuática en la que la joven se desliza sobre el lomo del cetáceo antes de ser arrastrada bajo el agua. Acto seguido, se suceden escenas sangrientas, con gritos de los asistentes y manchas rojas que se expanden entre las olas. En algunos montajes, los creadores añaden dramatismo con efectos de sonido, voces sintéticas y planos cercanos del supuesto ataque.
Sin embargo, nada de esto sucedió: no hay registros oficiales, ni informes de seguridad, ni obituarios que mencionen a una entrenadora con ese nombre. Tampoco existe un parque marino con la denominación citada. Los especialistas en análisis digital señalan que el vídeo presenta características típicas de la inteligencia artificial, como pausas extrañas, animaciones poco naturales y elementos visuales incoherentes.
Entre los detalles inventados destaca la insinuación de que el ataque se produjo por la presencia de sangre menstrual en el agua, una afirmación sin base científica en el comportamiento de las orcas, pero efectiva para reforzar la narrativa sensacionalista.
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La mezcla de ficción y tragedias reales
Aunque ficticio, el caso toma prestados elementos de sucesos documentados, como la muerte de las entrenadoras Keltie Byrne en 1991 y Dawn Brancheau en 2010, ambas vinculadas al orca Tilikum. Este recurso de combinar datos reales con material inventado es habitual en la creación de falsos virales, ya que aporta credibilidad y favorece su difusión masiva.
Los expertos advierten sobre el llamado “efecto de verdad ilusoria”, que explica cómo la repetida exposición a un contenido, incluso después de ser desmentido, puede reforzar su aparente veracidad. De ahí la importancia de verificar la procedencia de cualquier vídeo antes de compartirlo, contrastando la información en medios reconocidos y usando herramientas como la búsqueda inversa de imágenes.
El reto de la desinformación en la era de la IA
El caso de “Jessica Radcliffe” ilustra un problema creciente: en la era de la inteligencia artificial, una falsificación puede viralizarse en horas, mientras que su desmentido rara vez alcanza la misma difusión. La facilidad para generar material hiperrealista con IA plantea un desafío mayúsculo para la alfabetización mediática, la seguridad digital y la credibilidad de la información.
La lección es clara: no todo lo que parece real en la pantalla lo es, y la única defensa frente a la desinformación masiva pasa por aplicar un pensamiento crítico constante y recurrir siempre a fuentes contrastadas.








