La escena se desarrolla en el monte alicantino, en una zona de interior donde las esperas nocturnas forman parte de la gestión habitual del jabalí. Allí Jaume, un cazador de 39 años, con una larga trayectoria leyendo el campo y siguiendo rastros, ha culminado una historia de paciencia y constancia con la captura de uno de los jabalíes más grandes de la temporada.
No fue una noche cualquiera. La lluvia marcó el ritmo de la jornada y obligó a retirarse antes de lo previsto, pero también dejó el mejor de los aliados para quien sabe mirar el suelo. El barro, al día siguiente, hablaba con claridad para ojos entrenados.
Durante meses, el animal había dado señales de su presencia. Entradas fugaces, comida escasa y una capacidad notable para detectar al cazador. «Sabía cuándo me iba del puesto. No me lo iba a poner fácil», reconoce Jaume. Todo encajaba con el comportamiento de un macho viejo, dominante y extremadamente desconfiado, de los que no se dejan ver con facilidad.
El cazador, según ha relatado a Jara y Sedal, decidió insistir. No había prisa. La clave, como tantas otras veces, estaba en interpretar cada detalle que dejaba el monte tras su paso.
La lectura del rastro
Las primeras pistas aparecieron tras una noche más de lluvia. Las huellas no siempre eran claras, pero unos metros más adelante surgió la confirmación: una pisada grande, bien marcada, con las cuatro pezuñas visibles. No era época de hembras solitarias y el peso reflejado en el terreno apuntaba en otra dirección.
El barro impregnado en la maleza, «a una altura considerable», reforzaba la primera impresión de Jaume. Todo indicaba que se trataba de un gran macho. Además, su forma de alimentarse —poco tiempo en el puesto y salidas rápidas— dejaba claro que el animal conocía el terreno y sabía evitar riesgos.
Durante varias noches, la escena se repitió sin éxito. El jabalí entraba y salía, siempre con ventaja. Hasta que una noche, por fin, apareció en el visor. Era él. «Las navajas sobresalían claramente» de su prominente hocico y su tamaño superaban lo imaginado.

El momento decisivo
El animal avanzó unos metros, se detuvo y levantó la jeta. Algo no le cuadraba. Salió corriendo unos pasos y se tumbó, esperando que el peligro se disipara. «Pero no me engañó», recuerda el cazador. Jaume supo esperar y, pasados unos instantes, el gran macho volvió a levantarse y avanzó receloso.
Cuando decidió entrar definitivamente, el margen de error era mínimo. El cazador aguantó la respiración, apuntó y disparó sin dudar. Tras l detonación, solo se escuchó la carrera durante unos segundos en la oscuridad.
Al día siguiente, el rastro condujo a Jaume hasta el animal, que no había recorrido demasiada distancia. Allí quedó confirmado lo que el campo ya había anunciado: un jabalí excepcional, fruto de la experiencia, la paciencia y una forma de entender las esperas que se apoya, como siempre se ha hecho, en leer el monte antes que forzar la suerte.








