Un equipo de científicos vinculados a la Junta de Extremadura y a varias instituciones universitarias ha presentado un estudio titulado Demografía, presencia periurbana y dispersión con sesgo masculino en una población en expansión de jabalí (Sus scrofa) en el oeste de España que confirma un cambio profundo en la dinámica del jabalí en el oeste de la península: la especie ya no crece en sus refugios tradicionales de monte, sino en las zonas transformadas por el ser humano. Los datos muestran que la presión cinegética, en sus niveles actuales, frena esa expansión, aunque no logra detenerla.
Este nuevo trabajo, desarrollado por especialistas en ecología, genética y gestión cinegética, analiza miles de registros de capturas obtenidos por los servicios veterinarios oficiales, rastros en zonas periurbanas y más de un centenar de muestras genéticas para entender cómo y dónde avanza esta imparable especie en el oeste de España.
Según explican los autores, la combinación de una elevada capacidad reproductiva, la ausencia de depredadores naturales y la disponibilidad de alimento en áreas agrícolas y entornos urbanos está permitiendo que el jabalí (Sus scrofa) se expanda a un ritmo que la caza, tal como se practica hoy, no consigue equilibrar. El estudio apunta a que la mortalidad provocada por las monterías y otras modalidades cinegéticas no es suficiente para detener el crecimiento poblacional en las nuevas zonas ocupadas.
La expansión se concentra donde antes no había jabalíes
Los datos extraídos por los expertos proceden de nada menos que 1.131 cotos de Extremadura y abarcan el periodo 2012–2019. Los servicios veterinarios oficiales registran cada animal abatido en las monterías, lo que permite utilizar esta información como una medida fiable de abundancia. Y, año tras año, no paran de aumentar. Con este método, los investigadores comprobaron que las áreas consideradas “nativas” —donde el jabalí ha estado presente históricamente— mantienen densidades más altas, pero estables. En cambio, en las áreas “colonizadas”, donde era anecdótico ver un cochino hace unos años, los valores crecen de manera continua.
El análisis estadístico realizado por el equipo demuestra que ese aumento no es algo puntual: año tras año, las zonas agrícolas, ganaderas y de dehesa abierta siguen acaparando los mayores datos de crecimiento. Para los autores, esto tiene una explicación: hay varios factores que ya habían sido descritos en otros estudios previos en Europa: la enorme plasticidad ecológica del jabalí, la disponibilidad de alimento en cultivos y espacios abiertos y la capacidad del animal para adaptarse rápidamente a paisajes humanizados.
Los científicos citan investigaciones anteriores que ya señalaban que la presión que ejerce la caza no alcanza el nivel necesario para estabilizar la población. En este estudio, la tendencia observada refuerza esa idea: aunque en Extremadura se cazan miles de ejemplares cada año, la expansión continúa y no muestra señales de freno en las zonas colonizadas. Los cazadores los frenan, pero no los detienen.

Los jabalíes entran más en la ciudad durante los periodos de escasez
La segunda parte del trabajo se desarrolló en Cáceres capital, una ciudad en la que la presencia de jabalíes ha ido en aumento y donde el consistorio ha tenido que activar programas de control y retirada de animales. Para evaluar ese uso del entorno urbano, el equipo colocó 112 trampas de huellas en los márgenes de la ciudad y repitió la toma de datos en tres momentos del año: temporada de caza, periodo de abundancia de alimento y periodo de escasez.
El resultado confirma una presencia estable a lo largo del año, pero con un incremento claro en verano, cuando la comida escasea en el campo. Según los investigadores, esta variación estacional indica que las ciudades y sus alrededores funcionan como refugios temporales donde los jabalíes encuentran alimento y agua en momentos de necesidad, lo que eleva las posibilidades de que haya encontronazos con la población urbana.
Los responsables del estudio señalan que este patrón ya se ha documentado en otras grandes ciudades españolas y europeas, y advierten de que su gestión exige comprender cuándo y por qué los animales se aproximan a zonas habitadas. De nuevo, la densidad creciente en las áreas colonizadas —que actúan como origen de estos movimientos— refuerza la idea de que el control cinegético actual no basta para contener la expansión.
La dispersión está liderada por los machos
La tercera conclusión más importante del estudio se centró en el análisis genético de más de 140 jabalíes procedentes de trece cotos. Los investigadores emplearon marcadores microsatélites para determinar cómo se relacionaban genéticamente los individuos y si existían diferencias entre machos y hembras en la forma de dispersarse. Los resultados muestran un patrón de “aislamiento por distancia” más acusado en hembras, lo que indica que tienden a permanecer cerca del lugar donde nacen. En cambio, los machos se distribuyen más ampliamente, lo que confirma que son ellos quienes abren nuevos territorios.
Esta dispersión masculina explica en parte por qué la expansión puede mantenerse incluso cuando la caza elimina un número elevado de individuos adultos: las hembras, más sedentarias, sostienen el núcleo reproductor de las poblaciones ya establecidas, mientras los machos colonizan áreas nuevas. Sin embargo, el estudio recuerda que el ritmo de expansión depende de la llegada posterior de hembras; sin ellas, la colonización no se consolida.
Los investigadores subrayan que estas dinámicas deben ser tenidas en cuenta para planificar medidas de gestión eficaces. En su análisis, el hecho de que las poblaciones sigan creciendo en las áreas colonizadas, pese a la elevada actividad cinegética, es una evidencia de que la presión actual no logra equilibrar la reproducción y la dispersión del jabalí.








