Cada año, la Guardia Civil realiza unos siete millones de controles en carretera. Muchos de ellos son aleatorios, pero otros tantos tienen lugar en zonas donde las probabilidades de toparse con un delito son mucho más elevadas. Galicia es una de esas áreas calientes, especialmente por el incremento del furtivismo marisquero, un problema que afecta directamente al medio ambiente y a la economía local.

Durante una de estas inspecciones, agentes de una unidad rural dieron el alto a un viejo Rover 25 en el que viajaban tres personas. Al abrir el maletero, los agentes se toparon con varios capazos llenos de marisco: más de 50 kilos de erizos, junto a varios pulpos, centollas e incluso percebes. Todo el material había sido capturado sin licencia.

Una mariscada ilegal valorada en miles de euros

El botín incautado no era menor. En los comercios legales, el erizo puede alcanzar los 40 euros por kilo; el pulpo, superar los 50; las centollas gallegas, rondar esa misma cifra, y los percebes —si son de calidad— incluso rebasar los 300 euros el kilo. Sin embargo, en el mercado negro los furtivos reciben apenas una fracción de ese valor, lo que evidencia tanto el perjuicio económico como el riesgo sanitario de estas prácticas ilegales.

El conductor del vehículo resultó ser un viejo conocido de la Guardia Civil por delitos relacionados con el marisqueo ilegal. Lo acompañaban su primo, que actuaba como segundo de a bordo, y un tercer individuo sin antecedentes conocidos. La patrulla procedió a interponer una denuncia por marisqueo ilegal, una infracción que puede considerarse grave o muy grave y acarrear sanciones de entre 60 y 12.000 euros. En caso de reincidencia, incluso puede conllevar penas de prisión.

«¡No me levante la voz!»

Durante el registro, el líder del grupo elevó la voz para justificar su actividad: «No dan licencias», exclamó. La respuesta del agente fue tajante: «¡No me levante la voz!». La tensión quedó registrada por las cámaras del programa de La Sexta.

Más tarde, los furtivos reconocieron ante una periodista presente que revenden habitualmente el marisco capturado ilegalmente y que obtienen unos 50 euros por cabeza tras cada jornada. A pesar de la insistencia, se negaron a revelar quién es el comprador habitual, aunque dejaron entrever que podría ser alguien conocido en la zona.

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