El jabalí se ha convertido en el principal protagonista de muchas jornadas de caza mayor en el norte de España. Algunos se empeñan en acabar con él, y cualquier argumento es válido para incidir sobre sus poblaciones. Los daños, la peste porcina, los accidentes de tráfico, ahora la tuberculosis…
La caza en el norte gira alrededor de este animal, el día que falte es probable que sea inicio el principio del fin de la caza por estos lares donde la caza menor es testimonial.
El jabalí es un superviviente nato que huye casi siempre del hombre, aunque no por ello debe perderse el respeto y más ahora que ha llegado a las ciudades y amenaza con quedarse.
En efecto, cuando su agudo olfato le indica la presencia del hombre, el cerdo salvaje inicia su huida. Jamás busca el enfrentamiento y únicamente embiste cuando, acorralado, no encuentra otra salida para librarse del peligro.
Adormilado, pasa el día en la espesura y al oscurecer campea en busca de comida, que ingiera glotonamente. Su dieta se compone principalmente de bellotas encina o roble, los tubérculos de muchas plantas y los cereales maduros.

Come de todo, desde las raíces de las plantas silvestres, especialmente las de candilillo, la medicinal zarzaparrilla y la dragontea. Para completar su alimentación come frutos jugosos y toda clase de hierbas nutritivas.
En sus recorridos toma grandes precauciones, marchando siempre por estrechas veredas que él o sus congéneres abrieron a lo largo de los años. Evita cruzar parajes con poca vegetación y, si se ve obligado a hacerlo, olfatea y mira en todas las direcciones antes de atravesarlos a velocidad pasmosa.
Si en algún momento percibe la más mínima anormalidad, cambia raudo de dirección y se oculta en los matorrales más próximos. Los días de intenso frío son los más propicios para que el jabalí acuda a barrearse en los bañaderos, aunque nunca lo hace a las mismas horas.
Es obvio que con estos hábitos sus poblaciones se hayan disparado en aquellos lugares donde no existe gestión cinegética y así seguirán, por mucho que justifiquemos el acoso y derribo al que le sometemos, así va a continuar si no existe un modelo de gestión definido. Todo se hace desde la improvisación, ocurrencias y desconocimiento. Donde la gestión ha sido un desastre, sirva de ejemplo las Reservas de Caza de Asturias el jabalí ha descendido de forma alarmante.

En los terrenos cinegéticos que gestionan las asociaciones de cazadores locales, las dinámicas poblacionales se mantienen estables y controladas, salvo en algún terreno cinegético donde no se ha cazado durante un periodo de tiempo relacionado con los temas burocráticos a la hora de renovar los cotos, algo difícil de entender, puede caducar la gestión cinegética pero no debería ser así con los cotos. Cada cinco años hay que volver a constituir un nuevo coto con el gasto y papeleo consiguiente.
Existe un problema de dinámicas poblacionales jabalineras disparadas en las mal llamadas zonas de “seguridad” y Refugios de Caza, curiosamente terrenos donde no existe gestión cinegética y es la Administración Regional la que tienen que gestionar y, hasta ahora ni con controles nocturnos por parte de la guardería, ni con los “arqueros” han conseguido solucionar el problema.
Querer matar moscas a cañonazos no conduce a nada, todos sabemos, incluida la Administración que el problema de la tuberculosis no está en los jabalíes, el problema parte de las campañas de saneamiento que en su día dejaron de hacerse con carácter anual, existen especies como los Tejones que sabemos de su incidencia como vector de transmisión de la especie, (hasta un 25,4 % han resultado positivos) y otras como venados, lobos, osos… sobre las que no existe ningún control sanitario.
Por todo ello entiendo que no podemos ser los cazadores los tontos útiles que nos prestemos a cazar jabalíes sin control y sin respetar sus periodos de cría. Cazar marzo no es la mejor manera de fortalecer nuestra imagen ante esa sociedad que no empatiza con nosotros, no aprendemos, así nos va.