La creciente transformación del paisaje rural en espacios urbanos está dejando huella en la fauna silvestre. Y una de las especies más comunes y aparentemente adaptadas, el gorrión común (Passer domesticus), está pagando un precio fisiológico por convivir con la contaminación, la escasez de alimento y los patógenos emergentes. Así lo demuestra un estudio pionero que acaba de publicar la revista Science of the Total Environment y que revela marcadas diferencias entre las poblaciones urbanas y rurales de esta pequeña ave.
El trabajo ha sido realizado por el Grupo de Investigación en Sanidad y Biotecnología (SaBio) del Instituto de Investigación en Recursos Cinegéticos (IREC), una colaboración entre el CSIC, la Universidad de Castilla-La Mancha y la Junta de Comunidades de Castilla-La Mancha. Por primera vez, se ha analizado el proteoma —el conjunto de proteínas expresadas en sangre— de gorriones capturados en diferentes entornos, lo que ha permitido detectar diferencias clave relacionadas con su metabolismo, inmunidad y bienestar.
Gorriones urbanos: estrés, defensas y dieta pobre
Los resultados no dejan lugar a dudas: los gorriones que habitan en las ciudades están sometidos a un mayor estrés fisiológico. Esto se manifiesta en una mayor expresión de proteínas asociadas al sistema inmunitario y a la coagulación, probablemente como respuesta a factores ambientales adversos como la contaminación atmosférica, el ruido o la limitación de recursos alimenticios. A nivel nutricional, estas aves también salieron peor paradas: solo mostraron alteraciones en proteínas relacionadas con el metabolismo de lípidos, lo que indica una dieta más pobre y desequilibrada.
Además, los investigadores detectaron una exposición ocasional al virus de la gripe aviar en estas aves urbanas. Esta inesperada conexión subraya el papel potencial que podrían jugar en la transmisión de enfermedades entre fauna silvestre, animales domésticos e incluso seres humanos en entornos urbanos densamente poblados.

En el campo, más sanos… pero más expuestos
En contraste, los gorriones rurales mostraron un perfil metabólico más robusto, con una expresión aumentada de proteínas relacionadas con la nutrición. Esto sugiere que en el medio natural acceden a una dieta más rica, con insectos, semillas y otros recursos de mejor calidad. También presentaron un índice de condición corporal superior, lo que refleja un mejor estado general de salud.
Sin embargo, esta bonanza no está exenta de riesgos. Las aves rurales exhibieron una mayor prevalencia de malaria aviar, transmitida por mosquitos hematófagos. Esta enfermedad, que exige una respuesta inmunitaria constante, demuestra que también en el campo existen amenazas que las aves deben gestionar a cambio de una nutrición superior.
Un modelo para entender los efectos de la urbanización
Este estudio convierte al gorrión en un bioindicador clave para evaluar los impactos de la urbanización sobre la fauna silvestre. Los autores insisten en que es necesario adoptar un enfoque One Health («Una sola salud»), que tenga en cuenta las interacciones entre el medioambiente, los animales y los humanos. Solo así será posible comprender las implicaciones ecológicas y sanitarias de la transformación urbana.
Tal y como concluyen los científicos en la publicación, estos resultados revelan cómo la urbanización modifica de manera compleja la fisiología, el estado de salud y la exposición a patógenos de las aves silvestres. Y abren la puerta a nuevas preguntas que aún están por responder: ¿pueden revertirse estos cambios? ¿Qué especies soportan mejor estas presiones? ¿Podrían los gorriones de ciudad convertirse en centinelas de futuras crisis sanitarias?








