La muerte de una jirafa blanca en Kenia ha sido una de las noticias que más ha trascendido en una actualidad dominada por el coronavirus. Muchos medios han utilizado su muerte para volver a criminalizar a los cazadores de una manera totalmente infundada.
Redacción JyS
No, los cazadores no han abatido una jirafa blanca en Kenia. Han sido los furtivos, entre otras cosas porque la caza está prohibida en el país africano. Esta jirafa padecía leucismo, una particularidad causada por un déficit de células pigmentarias –como en ciertos tigres blancos–. Era la única así conocida en Kenia y en el mundo –junto con una cría del animal que ha sido abatido, que también tiene las mismas características–.
El gerente de la reserva (situada en el condado de Garissa, este de Kenia), Mohammed Ahmednoor, afirmó en un comunicado que recoge Efe que guardabosques y residentes locales hallaron los esqueletos de los animales tras una larga búsqueda. «Este es un día muy triste para la comunidad de Ijara (área en la que está la reserva) y Kenia en general», subrayó Ahmednoor, al recordar que los animales eran un gran atractivo turístico.
La muerte de las jirafas, agregó, supone «un golpe a los pasos dados por la comunidad para conservar especies excepcionales y únicas, y una llamada de atención para un apoyo continuo a los esfuerzos de conservación». El nacimiento de la cría blanca, que era un macho, en agosto pasado dio como resultado la única familia de tres jirafas de ese color conocidas en el país africano, de modo que ahora solo queda un ejemplar «solitario», dijo Ahmednoor.
La caza está prohibida en Kenia desde hace 40 años
A pesar de que la caza está prohibida en Kenia, muchos medios de comunicación –especialmente en América del Sur– se han referido a los autores del delito como «cazadores». En España, páginas conocidas por difundir fake news –como la de la Asociación Animalista Libera– también han utilizado la noticia para criminalizar a los cazadores, a pesar de que el animal ha muerto a manos de furtivos.
La disminución de la población animal en Kenia llevó en 1977 a prohibir la caza en el país como medida de protección. Sin embargo, lejos de conseguirlo lo que provocaron es que sus poblaciones descendiesen un 70% de forma muy rápida, tal y como reconoció en 2014 Laurence Franck, director del grupo conservacionista ‘Viviendo con leones’, en una carta a The New York Times.
El ejemplo ed Namibia
Otros países de su entorno, que apostaron por regular la caza, encontraron en esta actividad el mejor aliado para su conservación. Es el caso de Namibia, donde el dinero de las tasas de caza de trofeos sostiene a las comunidades que de otra manera no tendrían ningún potencial turístico –son sitios remotos que no tienen ningún atractivo ni cuentan con infraestructuras para recibir turistas en las que compiten con los animales por el alimento–.
Estas áreas de conservación, que cubren casi el 20% de Namibia, han sido instrumentos para los éxitos de conservación del país. La caza controlada de rinocerontes negros, tanto en Namibia como en Sudáfrica se inició en 2004; desde entonces, las poblaciones han aumentado en más de la mitad. Hasta cinco rinocerontes negros pueden ser cazados legalmente en Namibia al año y el dinero de las tasas va a un fondo fiduciario destinado a apoyar la conservación.