Desde comienzos de año, el debate sobre el futuro de la calefacción con leña vuelve a estar sobre la mesa en Bruselas. En febrero ya contamos cómo la Comisión Europea había pospuesto la primera reunión técnica para presentar el nuevo plan de ecodiseño que afectará directamente a estufas, chimeneas y calderas. La presión de varios países y del sector logró frenar aquel primer intento, pero el proyecto sigue avanzando. Y, aunque no está aprobado, lo que se ha filtrado preocupa —y mucho— a quienes dependen de la biomasa para calentar sus hogares.

Un proyecto que vuelve a avanzar en Bruselas

La Comisión Europea continúa trabajando en una revisión profundizada de la normativa EcoDesign, vigente desde 2022, que establece los límites de eficiencia y emisiones para los aparatos de calefacción con combustibles sólidos. La propuesta renovada, que se baraja para 2027 o 2028, endurece de manera significativa los requisitos.

Según borradores internos, se plantea una reducción drástica de las emisiones permitidas: de 1.500 a unos 500 miligramos por metro cúbico, y de 40 a 28 mg/m³ en partículas finas. Fabricantes y asociaciones advierten de que estos límites equivalen en la práctica a una prohibición encubierta para numerosos modelos que hoy están en el mercado.

La otra gran polémica es la obligatoriedad de incorporar sistemas de regulación automática, lo que implica conexión eléctrica permanente o baterías. Una exigencia que pone en aprietos a quienes viven en zonas rurales con redes poco fiables o en viviendas aisladas.

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La oposición crece en Europa Central

Alemania, República Checa y varios países con fuerte uso de biomasa se han plantado ante Bruselas. Representantes del sector denuncian que la propuesta eliminaría del mercado la mayoría de aparatos actuales, disparando su precio y dejando sin alternativas razonables a muchos hogares rurales.

El ministro checo de Industria, Lukáš Vlček, ha sido tajante: «Presionaremos para que la propuesta se revise y se adapte a las posibilidades reales», afirmó recientemente. Eurodiputados alemanes también han advertido de que la calefacción con biomasa es «una parte esencial de la transición energética», y que Bruselas no puede legislar de espaldas al campo europeo.

Esta presión ha obligado a la Comisión a retrasar varias reuniones técnicas. Oficialmente, se justifican los aplazamientos como ‘trabajo adicional necesario’, pero lo cierto es que el rechazo crece.

¿Qué significa esto para el mundo rural?

A día de hoy no existe ninguna prohibición de usar estufas o calderas de leña. Todo lo que se discute afectaría, en principio, solo a nuevas instalaciones.

Sin embargo, un endurecimiento excesivo podría tener efectos devastadores para el sector forestal y para miles de familias que dependen de la biomasa por coste, disponibilidad o aislamiento geográfico. Menos demanda de leña implica pérdidas económicas, cierres de pequeños negocios y un menor aprovechamiento de residuos forestales, precisamente lo contrario que necesita la gestión del monte para, por ejemplo, evitar los temidos incendios.

Mientras Bruselas debate, el campo europeo observa con preocupación. Y, por ahora, las señales no invitan al optimismo.

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