En un paisaje de robledales sobre arenas —protegidos como Monumento Natural y parte de la red Natura 2000—, un equipo de investigadores checo recorrió 976 hectáreas cerca de Hodonín y mapeó 3.899 áreas de hozado de jabalíes entre 2022 y 2023. Los autores de este estudio examinaron el tamaño y la profundidad de los daños, cobertura del suelo y distancias a arroyos y puntos de alimentación artificial.

Los resultados identifican un patrón claro: el jabalí concentra su actividad cerca de cursos de agua y de comederos —el área removida disminuye conforme aumenta la distancia a ambos—. Además, el hozado fue más frecuente en masas maduras y con árboles del género Quercus -encinas y robles- como especie dominante, aunque también apareció en otras zonas de especies frondosas o coníferas. La profundidad media del terreno levantado rondó los 3 o 4 centímetros.

El estudio subraya que, aun con una ligera reducción del área perturbada el segundo año (del 10,93% al 7,95%), la alteración por individuo aumentó, probablemente por la menor disponibilidad de bellotas tras un año de gran producción previa. Cuando escasean las bellotas, los jabalíes intensifican la búsqueda de raíces, bulbos e invertebrados, removiendo más suelo.

Hozaduras de jabalí. © Shutterstock

Contexto ecológico y gestión

La literatura científica viene describiendo al jabalí como agente de perturbación: su hozado cambia la estructura del suelo, acelera ciertos ciclos de nutrientes y puede abrir la puerta a especies invasoras. En hábitats frágiles como los robledales arenosos, esa alteración se traduce en riesgo de erosión hídrica y eólica y en un freno a la regeneración natural de especies valiosas.

En paralelo, la presencia de concentraciones de alimento también se asocia a mayores densidades puntuales y a una actividad más prolongada en torno a esas zonas. Los investigadores sugieren considerar estos puntos como focos de perturbación, especialmente en unidades donde se prioriza la regeneración natural del monte.

Qué implican los datos para los espacios protegidos

Para gestores y propietarios, las cifras sirven como umbral operativo: si un rodal muestra superficies hozadas cercanas a 1 de cada 10 hectáreas en una sola temporada, conviene revisar densidades, patrones de alimentación y ubicación de los comederos. En áreas con suelos finos y con pendiente, el daño puntual puede escalar a procesos de degradación difíciles de revertir.

Las medidas pasan por ajustar la presión poblacional y relocalizar o reducir el aporte de comida donde la conservación del hábitat es prioritaria. En enclaves de máximo valor, el estudio plantea soluciones mecánicas como la instalación de cercados temporales para favorecer la repoblación natural, junto con el seguimiento estacional del hozado y de la regeneración.

Un jabalí junto a un campo de maíz
Un jabalí junto a un campo de maíz. © Shutterstock

Próximos pasos

Los autores proponen ampliar la monitorización a la temporada de crecimiento de las especies vegetales y medir los efectos del hozado de los jabalíes sobre plántulas y comunidades herbáceas. También recomiendan integrar variables como la vecería en la bellota y el clima para anticiparse a los picos de perturbación del suelo. El objetivo: compatibilizar la presencia del jabalí con la estabilidad de hábitats de interés.

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