Los últimos años venimos observando una climatología errática con un denominador común: el incremento gradual de las temperaturas medias y un notable descenso en las precipitaciones, dando lugar a inviernos más cortos y suaves y veranos más cálidos y prolongados con periodos de transición más reducidos.
Estas circunstancias afectan a la fauna silvestre en general y al corzo (Capreolus capreolus) en particular. No son pocos los cazadores y gestores que nos comentan cada vez con mayor frecuencia que se empiezan a encontrar corcinos nacidos durante el mes de abril o, incluso, finales de marzo, adelantando así un mes la fecha de partos tradicionalmente habitual de las corzas en la Península.
¿Es exclusivo del corzo?
Aunque no existen aún muchos estudios científicos, hay autores (Apollonio y Chirichella, 2023) que apuntan a que la especie se está adaptando gradualmente a los cambios en las condiciones ambientales de las últimas décadas, que implican también cambios en los ciclos vegetativos de las especies botánicas de los territorios que habitan, un aspecto determinante desde un punto de vista de disponibilidad de recursos tróficos durante el periodo de cría.
Del mismo modo, son cada vez más frecuentes las citas de corzos descorreados durante el mes de enero, aspecto que se asocia fundamentalmente a las condiciones ambientales. Este hecho podría implicar un adelantamiento en el inicio del celo de la especie y, por tanto, una cubrición más temprana de las hembras.
Debido al fenómeno de la diapausa embrionaria la gestación ‘real’ de las crías –cuya duración aproximada es de unos cinco meses–, se podría adelantar precisamente por las modificaciones en el clima que se están produciendo en las últimas décadas como un proceso evolutivo de la especie.
Aunque no debemos olvidar que el factor principal que determina el inicio de tal gestación no es otro que el fotoperiodo, de manera que las condiciones ambientales tendrían un peso específico menor.
Por tanto, aunque podemos observar cambios en las fechas de parto, no es probable que se sigan adelantando mucho más que hasta el mes de abril.
¿Cuáles serían las consecuencias?
A pesar de que aún no existen suficientes estudios esta circunstancia podría tener diferentes consecuencias.
En primer lugar, la cubrición temprana de las hembras podría hacer que éstas no tuvieran la condición corporal suficiente como para llevar a cabo una óptima gestación, aunque también es verdad que, si los ciclos vegetativos se adelantan y los inviernos se mantienen suaves lo más probable es que sean capaces de alcanzar una óptima condición corporal antes.
Sin embargo, también es cierto que si se inicia la gestación pero llega un invierno muy extremo y prolongado que puede retrasar la primavera y la paridera ésta podría verse comprometida, incrementándose la mortalidad de los corcinos nacidos.
En este sentido hay autores como Nahlik y Farkas (2022) que encuentran una correlación directa entre las tasas de mortalidad de los corcinos nacidos y el volumen de precipitaciones durante el mes de nacimiento, de manera que si, a medio plazo las precipitaciones se reducen durante el periodo de partos, la supervivencia juvenil se incrementa.
En todo caso, si esta circunstancia se generaliza, probablemente sea necesario establecer ajustes en los periodos hábiles para la especie que se adecuen a su ciclo biológico, asegurando así un aprovechamiento sostenible y ético.
Bibliografía
Apollonio, M., & Chirichella, R. (2023). Deer and climate change: impacts and perspectives. Animal Production Science.
Náhlik, A., & Farkas, A. (2022). Predicting the expected impact of climate change on the reproductive success of roe deer and wild boar. Acta Universitatis Sapientiae, Agriculture and Environment, 14(1), 103-111.