En apenas una década, España ha visto desaparecer el 3,38% de sus tierras cultivables, lo que equivale a 581.488 hectáreas. La cifra resulta más clara al compararla con la superficie de Cantabria, que ronda los 532.100 hectáreas: un territorio de cultivo de superficie similar a toda una comunidad autónoma que se esfuma en solo diez años. Este retroceso evidencia el cambio en el modelo agrario y las dificultades que atraviesa el sector.
El descenso se refleja en los datos oficiales de la FAO, que señalan cómo España pasó de 17,18 millones de hectáreas cultivadas en 2014 a poco más de 16,6 millones en 2023. Se trata de un fenómeno que afecta también a otros países europeos y del Mediterráneo, aunque con resultados desiguales.

Francia, la caída más acusada
En el mismo periodo, Francia lideró la pérdida de tierras cultivables en el entorno europeo con una reducción del 7,25%. En su caso, la merma alcanzó las 1,4 millones de hectáreas, lo que supone casi triplicar las pérdidas registradas en España. La tendencia contrasta con Italia, que logró incrementar en 363.000 hectáreas su superficie de cultivo en los últimos diez años.
Más allá de Europa, los datos reflejan situaciones diversas. Marruecos perdió un 3,24% de tierras agrícolas, mientras que Turquía, con la mayor superficie cultivable de todos los países analizados, sumó ligeramente más de 34.000 hectáreas. En Países Bajos, la caída fue del 3,36%, en línea con el retroceso español.
El olivar resiste en España
Dentro de las fronteras españolas, el olivar se mantiene como el cultivo más extendido con 2,65 millones de hectáreas, seguido por la uva (913.000) y la almendra (765.540). Otros cultivos relevantes son el maíz, los cítricos y productos como el arroz, la patata o el tomate, que completan la lista de producciones estratégicas para el sector.
En el resto de países analizados también destacan los cultivos tradicionales de la cuenca mediterránea, con el maíz, la uva y el olivo como protagonistas. Esta diversidad agrícola subraya la importancia de la tierra cultivable como patrimonio esencial para la soberanía alimentaria.
Un desafío de futuro
La pérdida de superficie cultivada en España y en parte de Europa abre un debate sobre el futuro del campo y la capacidad de garantizar alimentos en un contexto marcado por la presión urbanística, el cambio climático y la falta de relevo generacional en el sector agrario.
Los datos de la FAO ponen de manifiesto que la tendencia de la última década no es un fenómeno aislado, sino parte de un cambio estructural que marcará la agricultura del futuro.








