El zorzal común (Turdus philomelos) comienza cada otoño un viaje milenario que despierta la expectación de miles de cazadores en la Península Ibérica. Procedentes del norte de Europa, estas aves buscan refugio en climas más templados y zonas con alimento abundante, huyendo del rigor invernal que avanza poco a poco en sus lugares de origen. Sin embargo, este año su migración ha arrancado con cierto retraso.
Durante el mes de septiembre apenas se produjeron los habituales descensos de temperatura que empujan a las aves hacia el sur. La ausencia de borrascas y lluvias significativas en el continente ha mantenido a los zorzales todavía en sus áreas más septentrionales, lo que ha incrementado la impaciencia de los cazadores españoles que aguardan su entrada a la península.

Primeros registros en el continente
Los datos recopilados en diferentes estaciones de observación muestran ya un movimiento evidente pero muy modesto. Francia concentra hasta la fecha 10.046 registros de zorzales, situándose como el principal punto de paso en su ruta hacia el sur. Le siguen los Países Bajos, con 8.769 avistamientos, y Bélgica, donde se han contado 3.416 ejemplares.
Alemania, con 1.264, e Italia, con 872, también han registrado algo de actividad, lo que indica que los primeros ejemplares empiezan a dispersarse hacia el centro y sur de Europa. En el norte, países como Estonia (555), Lituania (490), Dinamarca (442) o Finlandia (339) reflejan que una parte importante de las poblaciones todavía se mantiene en latitudes altas. Más al este, Polonia suma 182 y Ucrania también aporta registros puntuales.

La espera en la Península Ibérica
En España, los avistamientos son aún muy escasos, como es habitual para estas fechas, y se reducen a zonas muy concretas de la fachada mediterránea y algunos puntos del norte. La explicación es clara: el grueso de los bandos todavía se encuentra en tránsito por Centroeuropa y apenas ha alcanzado el sur de Francia. La llegada de borrascas en las próximas semanas será clave para desencadenar su entrada masiva en la península.
Este retraso no es inusual, pero sí marca la diferencia respecto a otros otoños en los que la caída temprana de las temperaturas había adelantado la migración. Los cazadores saben que el comportamiento del zorzal está estrechamente ligado a la meteorología y que basta un cambio brusco en el norte de Europa para que los pasos se intensifiquen de la noche a la mañana.

Una temporada pendiente del cielo
El calendario venatorio avanza y la atención se centrará en las próximas semanas en la evolución del tiempo. Si las previsiones de octubre confirman la llegada de frentes fríos, los campos españoles pronto recibirán a las primeras entradas de zorzales. Hasta entonces, la migración sigue en marcha sobre el mapa europeo, y la expectación de los aficionados continúa creciendo.








