La escena se repite cada día en La Vecilla de Curueño. Una cierva joven espera pacientemente a la puerta de un bar mientras su dueño atiende a los clientes en el interior. No es una postal rural cualquiera, sino el reflejo de una historia real que ha terminado en denuncia y que ha puesto frente a frente la letra de la ley y una relación tan insólita como sincera.

Tal y como informa León Noticias, Javier Alonso ha vivido siempre en este municipio leonés. Desde hace más de 35 años regenta el Bar El Cruce, un establecimiento que es punto de encuentro habitual para los vecinos. Hombre cercano, ligado al campo y a los animales desde niño, nunca imaginó que acabaría siendo protagonista de una historia que hoy le provoca tristeza e impotencia.

Todo comenzó en noviembre de 2024, cuando acudía a una finca cercana para alimentar a sus cuatro ovejas. Entre ellas apareció un día un animal distinto, de pelaje marrón y hocico fino. Aquella “oveja sin lana” era en realidad una cierva joven que había entrado por su cuenta en la parcela y que, sin saberlo, iba a cambiarlo todo.

Durante meses, Pepa —así la bautizaron— entraba y salía con total naturalidad. Convivía con las ovejas, se acostumbró a la presencia humana y acabó formando parte del paisaje cotidiano del pueblo. «Durante meses entraba y salía como si fuera una más», recuerda Javier en declaraciones recogidas por León Noticias.

Una relación que nació sin buscarla

Javier insiste en que nunca forzó la situación. «Desde pequeño he sentido pasión por ellos», explica al hablar de su relación con los animales. Además de trabajar en el bar, cuida ovejas como afición y pasa buena parte de su tiempo libre en el campo.

El vínculo con Pepa se fue creando sin llamadas, sin jaulas y sin barreras. Los vecinos, sus hijos y quienes pasaban por la zona se acostumbraron a verlos juntos. Muchos hablaban de una conexión especial, difícil de explicar, pero evidente para quien se detenía a observarlos.

No fue él quien fue a buscar a la cierva. Fue ella la que decidió quedarse, acercarse y no separarse. «Yo no la he retenido, ella es libre, pero no quiere irse», insiste Javier.

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La denuncia y la intervención de la Guardia Civil

La situación dio un giro en marzo de 2025. La Guardia Civil acudió a su domicilio tras tener constancia de la presencia del animal y levantó acta en aplicación de la Ley 42/2007, que prohíbe la tenencia de animales silvestres como animales de compañía sin autorización administrativa.

Desde ese momento, Javier se vio obligado a cerrar las puertas de la finca. Pero Pepa no se marchó. Se quedó fuera, esperando. «Cada día la veo en la puerta, esperando a que salga», relata con evidente tristeza.

La denuncia se formalizó en septiembre de 2025 y desde entonces vive con el temor de que agentes medioambientales acudan en cualquier momento para retirar a la venada. «Es un momento en el que no quiero ni pensar», admite.

Miedo por el final de la historia

Para evitar que el animal le siga, incluso ha empezado a coger el coche para recorrer apenas unos metros hasta el bar. «Va detrás de mí a todas partes y tengo miedo de que le pase algo», confiesa. El riesgo de un atropello o de un desenlace peor está siempre presente.

Javier asume que Pepa es un animal silvestre y que la ley es clara, pero la imagen de la cierva esperando a la puerta del bar se ha convertido en parte del día a día del pueblo. «No quiero pensar en el día en que se la lleven, pero tampoco quiero que un coche acabe con su vida o que le pase algo peor», concluye.

Una historia compleja y dolorosa en la que, como muchos repiten en La Vecilla, no fue Javier quien eligió a Pepa, sino Pepa quien eligió a Javier.

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