La imagen ha causado inquietud y asombro entre los vecinos de Fort Collins, en el estado de Colorado (Estados Unidos): conejos silvestres con llamativas protuberancias negras sobresaliendo de la cabeza y alrededor de la boca, que muchos han descrito como «tentáculos» o «espinas». Las primeras fotografías y vídeos comenzaron a circular en redes sociales y medios locales a mediados de agosto, acompañadas de testimonios que daban cuenta de su persistencia durante meses e incluso años en algunos ejemplares. El fenómeno, visible en varias zonas del sureste de la ciudad, ha llevado a los residentes a preguntar qué lo provoca, si representa un peligro y cómo deben actuar ante estos animales.

La respuesta llegó por parte de Colorado Parks and Wildlife (CPW), la agencia estatal encargada de la gestión de la fauna, que identificó la causa como el cottontail rabbit papillomavirus (CRPV), un virus específico de los conejos de cola de algodón (Sylvilagus spp.) que provoca excrecencias queratinizadas de aspecto verrugoso. Aunque su apariencia pueda resultar impactante, los expertos subrayan que, salvo cuando las masas interfieren con los ojos o la boca, los animales pueden sobrevivir y las lesiones incluso remitir con el tiempo. La recomendación oficial es clara: no acercarse, no manipular ni intentar ayudar a los ejemplares afectados, y dejar que las autoridades de vida silvestre se encarguen de su seguimiento.

Cómo se transmite y cuándo aparece con más frecuencia

El papilomavirus del conejo es una infección muy característica que se propaga principalmente entre individuos de la misma especie, aunque el mecanismo exacto puede variar. Según Colorado Parks and Wildlife, la vía más habitual es el contacto directo entre conejos, pero también puede transmitirse a través de insectos hematófagos —mosquitos, pulgas o garrapatas— que actúan como vectores. Estos pequeños parásitos portan el virus y lo inoculan al alimentarse de la sangre del animal.

Por eso, los brotes son más frecuentes en verano y principios de otoño, coincidiendo con el momento de mayor actividad de estos insectos. En este periodo, los avistamientos aumentan y es más probable encontrar ejemplares con las llamativas protuberancias negras que se han visto en Fort Collins. En zonas con inviernos muy fríos, la circulación del virus desciende, aunque algunos conejos logran sobrevivir con las lesiones y reaparecen al año siguiente.

Otro conejo infectado.
Otro conejo infectado.

¿Es mortal para ellos?

Aunque su aspecto pueda resultar impactante, no todos los casos suponen una sentencia de muerte para el animal. Las excrecencias —formadas por queratina y con aspecto de verruga— pueden crecer lentamente y, en muchos casos, no interfieren de forma grave en la vida del conejo. Sin embargo, si estas masas se desarrollan sobre los ojos, la boca o la nariz, pueden provocar ceguera parcial, dificultar la ingesta de alimento o incluso impedir que el animal se alimente, lo que sí podría conducir a su muerte por inanición.

En el caso de los conejos domésticos mantenidos al aire libre, la situación puede ser más delicada: la enfermedad tiende a avanzar con mayor agresividad y, en algunos casos, las lesiones benignas pueden transformarse en carcinomas de células escamosas, un tipo de cáncer de piel. En estos animales, los veterinarios suelen recomendar la extirpación quirúrgica de las masas problemáticas y medidas preventivas para evitar el contacto con fauna silvestre y con insectos vectores.

Qué es el virus y a qué especies afecta

El CRPV —también llamado virus de Shope en honor al investigador que lo describió en 1933— pertenece a la familia Papillomaviridae. Produce papilomas cutáneos que, con el tiempo, pueden alargarse y adoptar formas corniformes o “espinosas” en la cabeza y el rostro de los conejos. Aunque hoy resurja por un episodio local en Colorado, no es una enfermedad nueva: su descubrimiento en los años 30 abrió una vía clave para entender la relación entre virus y cáncer en mamíferos.

En Colorado habitan tres especies de conejos de cola de algodón (Sylvilagus spp.): el oriental, el del desierto y el de montaña; todas pueden verse afectadas. CPW indica además que las liebres (como los jackrabbits y la liebre ártica o snowshoe hare; Lepus spp.) han desarrollado tumores en condiciones experimentales, pero no hay casos naturales documentados en estas especies.

Cómo se transmite y cuándo aparece con más frecuencia

El papilomavirus del conejo se propaga principalmente entre individuos de la misma especie, y la forma más habitual de contagio es el contacto directo entre animales. Sin embargo, los especialistas señalan que también puede transmitirse por la picadura de insectos hematófagos como mosquitos, pulgas o garrapatas, que actúan como vectores. Estos pequeños parásitos introducen el virus en el organismo cuando se alimentan de la sangre del animal. Es por eso que los brotes y avistamientos se concentran sobre todo en los meses cálidos, coincidiendo con la mayor actividad de estos insectos, especialmente durante el verano y principios del otoño.

La temperatura y la presencia de vectores son factores clave para que la enfermedad se extienda. En zonas donde los inviernos son duros, el virus tiende a remitir en la población silvestre, aunque algunos ejemplares logran sobrevivir con las lesiones durante varios años, reactivándose el ciclo cuando vuelven las condiciones favorables.

¿Supone un riesgo para humanos o mascotas?

De acuerdo con la agencia estatal Colorado Parks and Wildlife (CPW), no existe ninguna evidencia de que el papilomavirus del conejo se transmita a personas, perros, gatos u otras especies de fauna silvestre. El peligro real se da para el propio animal infectado: si las excrecencias se desarrollan sobre zonas sensibles como los ojos o la boca, pueden dificultar la visión o la ingesta de alimento, poniendo en riesgo su supervivencia.

En el caso de conejos domésticos mantenidos en exteriores, la enfermedad puede presentarse de forma más agresiva. Los veterinarios advierten que algunas lesiones pueden degenerar en carcinomas de células escamosas, un tipo de cáncer de piel. Por ello, en animales de compañía afectados, la extirpación quirúrgica de las masas es una de las opciones recomendadas. Además, se aconseja evitar el contacto con conejos silvestres y aplicar un control riguroso de insectos como pulgas, garrapatas y mosquitos.

Jackalope
El Jackalope es un conejo con cuernos fruto de la imaginación popular y la taxidermia.

Un virus con historia y su curioso vínculo con el “jackalope”

Aunque la imagen de un conejo con cuernos o “tentáculos” pueda parecer fruto de una mutación reciente, el virus es conocido por la ciencia desde hace casi un siglo. De hecho, se cree que las protuberancias causadas por este patógeno están en el origen de la leyenda del “jackalope”, una criatura del folclore norteamericano descrita como un conejo con astas. Los estudios y registros de museo han documentado numerosos casos de animales infectados con lesiones cornificadas que recuerdan a cuernos pequeños, alimentando este mito popular.

En el plano científico, el papilomavirus del conejo se ha convertido en un modelo fundamental para el estudio de los virus que pueden inducir tumores. Las investigaciones con este patógeno han ayudado a comprender cómo algunos papilomas pueden evolucionar hacia formas malignas y han contribuido al desarrollo de vacunas y tratamientos contra otros virus de la familia Papillomaviridae.

¿Podría llegar a España?

Aunque el brote actual se ha detectado en Colorado y el virus afecta principalmente a especies americanas de conejo de cola de algodón (Sylvilagus spp.), la posibilidad de que aparezcan casos en Europa no es imposible, especialmente si se introdujeran animales infectados o vectores portadores. Sin embargo, los conejos europeos (Oryctolagus cuniculus) no son el hospedador natural del CRPV y no existen evidencias documentadas de infecciones en la península ibérica. Aun así, expertos en sanidad animal recomiendan mantener protocolos de control veterinario y vigilancia epidemiológica para detectar rápidamente cualquier patógeno exótico que pueda afectar a la fauna autóctona.

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