Seguro que alguna vez has compartido coto con algún amigo cazador más llorica de lo habitual. Aunque es el que más horas pasa en el monte, es incapaz de cobrar algún corzo y siempre tiene alguna explicación rocambolesca para justificar su falta de acierto…

A continuación, vamos a ver las cinco excusas más utilizadas por este tipo de cazadores. ¿Reconoces a algún miembro de tu cuadrilla? Si te sientes reflejado, el problema lo tienes tú.

1. «Mi vecino dispara cualquier corzo»

Puede suceder que cuando empiece la temporada te asalten las dudas sobre si estas en tu coto corcero o todavía resuena la Nit del foc de las fallas valencianas. Todos los corceros hemos tenido algún vecino con facilidad para la traca y de dedo rápido. Esto suele coincidir con los primeros días de temporada y suele darse en aquellos cotos en los que todos los precintos están en manos de un mismo hombre. Su intención: colocar todas las etiquetas durante los primeros días.

Esto se traduce en que mientras estás cazando no dejas de escuchar un disparo tras otro. Puede ser molesto, pero céntrate en lo tuyo porque a ti no tiene porqué afectarte. Él está cazando en tu coto y tú en el tuyo, por lo que si ambos respetáis las lindes no debería haber problema alguno. Es más, no sería la primera vez que los corzos, incómodos por la algarabía formada en coto ajeno, crucen sus límites huyendo del ruido y acaben asentándose en tus dominios. No hay mal que por bien no venga.

2. «Nunca localizo un buen corzo con mi cámara trampa»

Ésta suele ser la excusa perfecta para alguien al que le cuesta madrugar y basa su coartada en que si no ha logrado capturar ningún macho de postín con sus cámaras trampa es que no los hay. Seguramente, si tus objetivos indiscretos no retratan algún buen corzo la respuesta es sencilla: lo estás haciendo mal. El fototrampeo no es limitarse a situar cámaras por todo el campo, sino a estudiar las querencias de los animales y tratar de localizar los mejores pasos. De nada sirve colocarlas mirando a una siembra de media hectárea y esperar.

Antes de instalar una, estudia la zona y localiza trochas en el monte, camas y rascaderos. Estos serán un indicio de la presencia de machos por la zona, por lo que fotografiarlos te resultará más sencillo. Una vez localizado el paso, deja en él algo que reclame la atención del animal, como por ejemplo un bloque de sal. Le obligará a detenerse y podrás grabarlo con detenimiento.

corzo

3. «Prefiero esperar a cazar un corzo más grande»

Suele ser el comentario más usado por aquellos cazadores que se adentran a mediados del mes de mayo con el marcador a cero. No decimos que no sea verdad y que estén esperando a que el corzo de su vida aparezca delante de sus narices en cualquier siembra, pero si después de 45 días de recechos y esperas no has cobrado ningún animal piensa que a lo mejor no estás haciendo bien las cosas. Seguro que has tenido opciones de disparo sobre machos adultos o bonitos pero… ¿no será que tu falta de habilidad te aleja de cerrar el lance?

Si es verdad que estás esperando al macho de tus sueños te deseamos toda la suerte del mundo, pero no uses esta excusa si lo que sucede en realidad es que no eres capaz de cazar ni grandes, ni medianos ni pequeños. Sé honesto contigo mismo y asume que no eres el cazador más avezado del mundo. Pero sobre todo, ¡haz algo por cambiar la situación! Si no eres capaz de recechar sin ser visto o de aguardar sin ser olfateado lo mejor es que te dediques al golf o al tenis de mesa. Ten en cuenta la siguiente frase: bala en la recámara no mata así que aplícate el cuento y aprieta el gatillo. No vaya a ser que pase el celo y te encuentres tirado en la playa, esperando que aparezca entre ola y ola.

4. «Siempre tiro demasiado lejos»

Los disparos a larga distancia son uno de los retos más serios a los que un recechista se puede enfrentar. Hay que estar tranquilo, tener confianza en el arma y, sobre todo, en uno mismo. Si no eres un tirador habituado a apretar el gatillo a distancias superiores a los 250 metros lo mejor es que ni lo intentes. Es la mejor forma de fallar un lance o, lo que es peor, dejar una pieza herida en el monte. La solución a tus problemas es muy sencilla: acércate.

Muchos de los disparos que has fallado tiempo atrás habrían acabado con final feliz de haber recortado la distancia entre el corzo y tu rifle. Ten en cuenta el aire, busca la mejor forma de entrar sin ser detectado y busca un buen apoyo. La cacería se transforma de esta manera en un juego de inteligencia francamente entretenido. En resumen, no bases tus cacerías en disparos más propios de los más avezados francotiradores y mueve el culo hasta tener al corzo a una distancia en la que estés cómodo. 

5. «En mi coto hay demasiadas hembras»

¿Cuántas veces has escuchado esto? Es curioso que los cazadores que esgrimen este argumento hacen poco o nada para que esto no sea así. Si el número de corzas es superior a la carga que puede soportar tu coto has de actuar en los meses de invierno. Es ahí cuando puedes llevar un control exhaustivo de la población por medio de la caza selectiva. A todos nos gusta recechar en primavera, cuando el tiempo es más benévolo y el sol nos calienta el rostro durante nuestros recechos, pero si quieres tener buenos resultados tendrás que sacrificarte.

Lógicamente, la caza en pleno invierno no tiene nada que ver. El frío, la lluvia o la nieve son unas constantes y puede hacer que levantarte de la cama sea todo un milagro pero es tu obligación. Ya sabemos que salir de casa en esas condiciones y sin tener un trofeo como objetivo es demasiado complejo pero es absolutamente necesario para que la caza de machos durante la temporada sea lo mejor posible. Además, ¿vas a despreciar la oportunidad de llenar el congelador con carne salvaje? Tu coto agradecerá que controles las poblaciones y tu familia estará feliz de darse un buen atracón con materia prima de primera. Además, piensa en la cantidad de dinero que ahorrarás al no tener que ir a la carnicería.