La carne de caza no es solo un producto local, natural y de temporada. Es también, cada vez más, un alimento valorado por su origen ético. Así lo apuntan recientes investigaciones que ponen el foco en cómo vive y muere el animal antes de llegar al plato, y en qué medida esa trayectoria vital se ajusta a los criterios de bienestar que demandan los consumidores.

Uno de los trabajos más relevantes en esta línea es el publicado por Marescotti et al. (2020) en la revista International Food and Agribusiness Management Review, donde se analizan las preferencias de los consumidores italianos por distintos tipos de carne curada, incluida la de caza salvaje. En el desarrollo del estudio, los autores destacan que «una comparación entre los métodos de sacrificio convencionales y la caza revela que esta última es una forma de adquisición de carne más respetuosa con los animales».

El argumento se apoya en un principio básico: los animales silvestres viven en libertad, se desarrollan en su entorno natural y no están sometidos a prácticas que puedan comprometer su bienestar. Esto marca una diferencia significativa con otros modelos de producción, y sitúa a la caza legal y regulada como una vía que, en muchos casos, garantiza una calidad de vida superior para el animal.

Sin estrés en el momento final

Esta visión no se basa únicamente en percepciones, sino también en parámetros medibles. Así lo demuestra otro estudio publicado en 2025 por Kuhnhenn, Braun-Münker y Ecker en la revista European Journal of Wildlife Research, donde se analizaron los efectos de distintos métodos de caza —entre ellos las batidas— sobre la calidad de la carne en especies como el jabalí, el ciervo y el corzo.

Los resultados fueron claros: «todos los parámetros indicaron de forma consistente una alta calidad en la carne de caza», concluyen los autores. Y añaden que «la especialmente baja presencia de valores elevados de estrés demuestra que la caza puede ser un método gentil de adquisición de carne».

Este hallazgo es importante porque demuestra que, cuando la caza se practica correctamente, el momento de la muerte no implica un nivel elevado de sufrimiento fisiológico. Los animales no son transportados ni confinados previamente, y esto se refleja en la calidad objetiva del producto final.

Un cazador con un jabalí.
Un cazador con un jabalí. © Israel Hernández

Una alternativa ética y sostenible

El estudio alemán también recoge una reflexión de fondo que enlaza directamente con el trabajo de Marescotti. En sus propias palabras: «una comparación de los métodos convencionales de sacrificio con la caza revela que esta última es una forma más amable con los animales de obtener carne». A lo que suman otra afirmación que da contexto: «la carne de caza puede ser una valiosa alternativa a la carne de ganadería convencional, ya que la vida en libertad es, sin duda, más adecuada para la especie».

No se trata de confrontar modelos ni de desprestigiar otros sistemas de producción, sino de reconocer que la caza puede ofrecer una respuesta coherente a las demandas actuales de bienestar animal, sostenibilidad y trazabilidad. Cuando se realiza bajo criterios éticos, legales y técnicos, permite obtener carne de alta calidad respetando tanto al animal como al ecosistema.

Lo que durante años ha sido una intuición en el mundo cinegético empieza ahora a consolidarse con respaldo científico: la caza no solo es necesaria para la gestión del medio, sino que puede ser también la forma más respetuosa de obtener carne.

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