La caza de aves acuáticas es una de las modalidades más fascinantes que un cazador de menor puede practicar. Soy patero de cuna y lo llevo en la sangre. Desde pequeño he seguido los pasos de mi padre y de mi tío en cada amanecer, por mucho frío que hiciera, en las orillas de ríos, lagunas y pantanos. Es una caza dura, sucia y poco cómoda pero que nos regala momentos que solo la caza más salvaje puede ofrecer. Por eso, cuando recibí la invitación de Benelli para probar su último lanzamiento en una cacería de patos, mi ilusión fue doble.
Primero, por poder cazar en un país distinto la que para mí es la reina de la menor. Segundo, por poder comprobar sobre el terreno cómo funcionaba el Benelli Advanced Impact, un nuevo y revolucionario sistema de cañones y chokes que nace de la fábrica de Urbino con tres objetivos fundamentales: disparar más lejos, que los perdigones vayan más rápido y que tengan más penetración. Tres aspectos clave para tener éxito, por ejemplo, en una jornada de patos. Si estas escopetas conseguían cumplir con estos propósitos, las jornadas iban a ser de lo más interesantes..
Aterrizamos en la capital de la región de Lombardía el 29 de octubre. Esperamos pacientemente a que se sumaran a nosotros algún invitado más y nos subimos a la furgoneta de la organización. En el hotel Feudo di Agnadello nos esperaban nuestros anfitriones y el resto de cazadores. Periodistas de Bulgaria, Finlandia, Inglaterra, Suecia y Croacia completaban el equipo.
A las 17:00 horas nos reunieron en uno de los salones del hotel y comenzó la presentación técnica sobre el Benelli Advanced Impact. Después, tras una cena digna de un Estrella Michelin en un pintoresco restaurante de Dovera, nos fuimos a la cama temprano. Al día siguiente había que madrugar.
Días atrás nos habían comunicado que la cacería donde probaríamos los nuevos cañones y chokes de Benelli sería un ojeo de patos. Como he dicho, soy un loco de las acuáticas pero jamás las había cazado de esta manera, muy alejada de los madrugones y barrizales a los que estoy acostumbrado en España, y quizás por eso no había pensado que se trataría de una caza cien por cien salvaje… pero me equivocaba.
Durante la cena pregunté al equipo de Benelli sobre el asunto y sus palabras hicieron que no pegara ojo en toda la noche: «Mañana cazamos en la finca Mortone, una de las más exclusivas de Italia. Los patos son completamente salvajes, la inmensa mayoría azulones, y prepárate, porque hay muchísimos…».
Camino a la finca
Amanecimos a las 6:30 horas y nos vestimos con nuestras mejores galas y saltamos a la furgoneta para poner rumbo a Mortone. Durante los 35 minutos de coche que nos separaban de la finca pude comprobar cómo el agua caída durante los últimos 15 días había anegado cada una de las siembras y barbechos a pie de carretera. Sin embargo, la organización había sido meridianamente clara en sus recomendaciones: no íbamos a necesitar botas de agua. «¿De verdad vamos a cazar patos?», me preguntaba una y otra vez…
Tras tomar un desvío saltamos a un camino de tierra que moría en una casa de cazadores. Para mi sorpresa, por el camino localicé varios bandos muy nutridos de azulones que se tiraban a los numerosos ríos, por lo menos cuatro, que serpenteaban a los lados del vehículo. En cada una de las pozas naturales descansaban decenas y decenas de patos por lo que el nerviosismo del grupo iba en aumento.
En la casa de cazadores nos esperaba el equipo de guardas y responsables de la finca. También un expresso y algo de bizcocho para los más golosos que educadamente rechacé con el beicon del desayuno aún dando guerra. En un porche húmedo y empapado por una suave llovizna esperaban todas las escopetas de Benelli, descansando en sus fundas. Iris Rossi, responsable de márketing de Benelli, las fue repartiendo una a una entre los cazadores y comenzaron las explicaciones.
La finca tenía una extensión enorme y estaba cortada de norte a sur por más de nueve ríos diferentes, de anchura considerable, que resultaban muy querenciosos para las acuáticas. Además de esa querencia natural, los guardas de la finca no escatimaban en grano para concentrar a las aves que, cada 100 metros encontraban unos comederos repletos de maíz. Esto hacía que durante la noche los patos se alimentaran en tierra firme y al amanecer buscaran la tranquilidad del agua para pasar el día.
Con esto claro, nos explicaron la forma en la que íbamos a cazar. Realizaríamos dos ojeos de mañana, pararíamos para comer y volveríamos a cazar otros dos por la tarde. La mecánica era siempre: la línea de escopetas, formada por siete puestos, se tenía que desplegar a lo largo del río, separados del agua. Por otro lado, los ojeadores entrarían río abajo, desde una distancia considerable, levantando a los patos y empujándolos hacia la línea de puestos. Teniendo muy presente esto, era fundamental que el cazador que ocupara la primera punta –la más cercana a los ojeadores– dejara cumplir los bandos y no disparara antes de tiempo. Si esta operación no se hacía de forma correcta arruinaría la cacería por completo.
Llegan los primeros patos
Para los primeros ojeos me facilitaron una escopeta semiautomática Benelli Be Diamond equipada con el nuevo sistema presentado que prometía disparar más lejos. Me sorprendió comprobar que todos los chokes eran de tres estrellas. Sonó la corneta y todos cargamos nuestras escopetas.
Los ojeadores, avisados por radio, comenzaron a batir y los primeros patos no tardaron en aparecer. Lo hacían sobrevolando el río, de izquierda a derecha, pero cuando nos veían a todos en el barbecho alzaban el vuelo. Me pareció raro que nos colocáramos al descubierto, sin cobertura que tapara nuestra silueta, pero así lo hacen allí y hay que adaptarse lo antes posible.
He de confesar que tarde poco tiempo en descubrir que el Benelli Advanced Impact funcionaba mejor de lo que esperaba. Con un choke de tres estrellas y cartuchos Rottweill con perdigón de acero conseguí abatir sin excesivas dificultades varios patos bastante lejanos. Me sorprendió que en ningún lance tuviera que adelantar la mano más de lo esperado, y la sensación a través del impacto era de penetración total. Logré cobrar una decena de azulones con unas sensaciones inmejorables.
El segundo ojeo estaba planteado a nuestras espaldas, en otro de los ríos, casi como si de un cara y cruz manchego se tratara. Este sin embargo pasó sin pena ni gloria, con pocas oportunidades de tiro para todos. Tocaba comer y descansar un rato antes de los ojeos de la tarde.
Para los puestos de la tarde cambiamos de escopeta. Dejamos la semiautomática para disparar con la superpuesta Benelli 828S. Mientras se organizaban los coches aprovechamos para rellenar nuestras bolsas de cartuchos. Los guardas nos pedían por favor que cogiéramos suficientes porque ante el pinchazo del segundo ojeo íbamos a cazar tres más, bastante cargados de patos.
El primero de la tarde tenía como escenario dos ríos que se encontraban en forma de T por lo que la disposición de los puestos no era en línea recta. Ante esta nueva circunstancia se nos pidió encarecidamente que sólo disparásemos a los patos que se encontraran encima de nosotros, contra el cielo y nunca en un ángulo inferior a 45 grados.
La seguridad es lo primero. Los puestos estaban cerca y los patos no entraban francos pero poco a poco pude hacerme a la nueva escopeta y comprobar que me transmitía unas sensaciones similares a la primera. Es más, en este ojeo disparé a un pato en la vertical, por probar, y lo entaqué como si estuviera a 25 metros.
Es un lance difícil de olvidar porque os puedo asegurar que con mi escopeta patera habitual ni siquiera me hubiera encarado. Estaba realmente lejos. A mi derecha se encontraba un periodista griego que nos amenizó la tirada con sus gritos, quejas y gestos cada vez que uno de esos patos en las nubes se iba de rositas. Los viajes de caza al extranjero tienen estas cosas, de pronto te encuentras en la orilla de un río italiano entre un inglés y un griego y aunque parezca un chiste, compartir este tipo de experiencias con cazadores de otras partes del mundo es lo que más valoro.
La espectacular traca final
Los dos últimos ojeos eran otro cara y cruz, esta vez en un camino muy estrecho entre dos ríos grandes. Los puestos ahora estaban más juntos que antes, apenas cinco metros nos separaban de los vecinos. Los árboles nos impedían ver con antelación la entrada de los patos, por lo que los tiros eran a tenazón puro, los que más me gustan… y lo aproveché al máximo.
Uno tras otro los patos iban cayendo a nuestras espaldas y podíamos escuchar los planchazos en el agua de los labradores, que no daban abasto. Los cañones de la escopeta estaban al rojo vivo, los bandos eran constantes y cargar lo más rápido posible después de cada lance era mi única obsesión, aunque me quemara las yemas de los dedos. Los tiros en esta ocasión no eran muy lejanos y con paciencia y algo de calma era relativamente sencillo encadenar varios dobletes seguidos y engordar así la percha.
No tardó en sonar la corneta que marcaba el final del día. Descargamos las escopetas y nos dirigimos de nuevo a la casa. A llegar, los trabajadores de la finca ya estaban extendiendo una alfombra con los 238 patos cobrados de los que 72 habían sido abatidos por mí, una clara muestra de la eficacia del nuevo sistema de cañones y chokes Benelli Advanced Impact.
Durante toda la cacería tuve la sensación de que los perdigones llegaban más lejos y con mucha más velocidad que cuando son disparados por una escopeta estándar, por lo que estoy seguro que es una herramienta ideal para cazadores de migratorias como patos, palomas o zorzales en puesto fijo. Desde luego, ya tengo ganas de volver a probarlo.