El incendio que arrasa más de 16.000 hectáreas en Jarilla (Cáceres) ha dejado una imagen clara de quién está en primera línea cuando las llamas amenazan los montes extremeños. Agricultores, ganaderos, cazadores y vecinos han trabajado codo con codo para abrir cortafuegos y contener el avance del fuego. En paralelo, asociaciones ecologistas y animalistas han centrado sus esfuerzos en reclamar la prohibición de la caza, generando un choque frontal entre la realidad del campo y el discurso ideológico.
Un vídeo que circula en grupos de mensajería instantánea lo deja patente: son los hombres y mujeres del medio rural quienes, con sus manos y sin más ayuda que la de sus vecinos, se enfrentan al fuego. «Ellos no miran hacia otro lado. Ellos arriman el hombro, se juegan el pellejo y luchan para defender sus montes, sus casas y su forma de vida», reza el mensaje que acompaña a las imágenes difundidas en Hervás.
Los cazadores frente a las llamas
En la localidad cacereña se ha visto a cazadores de la Sociedad Local de Hervás colaborar con agricultores y ganaderos en la creación de cortafuegos improvisados para frenar el incendio de Jarilla. Su implicación ha sido decisiva para contener el avance en algunos puntos críticos, evitando que las llamas alcanzaran viviendas y explotaciones.
La presencia de estos colectivos rurales contrasta con la ausencia de organizaciones ecologistas en el terreno. Ninguna de ellas ha estado en los frentes de fuego ayudando a contener la catástrofe, como sí lo han hecho los propios vecinos. El contraste no ha pasado inadvertido en los pueblos afectados, donde crece el malestar por la utilización política de las tragedias medioambientales.
Ataques desde los colectivos animalistas
A pesar de la evidencia de que los cazadores han estado jugándose la vida para salvar sus montes, algunos colectivos animalistas han aprovechado los incendios para lanzar ataques. AnimaNaturalis llegó a difundir en redes sociales que «la caza prende fuego al monte» y enumeró supuestos intereses cinegéticos, como la regeneración de pastos o la concentración de animales.

Estos mensajes se apoyaron en la confusión inicial generada por el incendio de Aliseda, donde se insinuó un vínculo con la actividad cinegética. Sin embargo, el propio consejero de Presidencia de la Junta de Extremadura, Abel Bautista, aclaró que nada tenía que ver con la caza y que la información había sido malinterpretada. Un desmentido oficial que, lejos de frenar la campaña animalista, quedó relegado en redes sociales frente a titulares acusatorios.

Todo cazador sabe que un incendio nunca les beneficia. Al contrario, destruye los montes en los que desarrollan su actividad y arrasa con la fauna silvestre que cuidan durante todo el año. Lo ocurrido en Jarilla, Hervás y otros municipios extremeños es la prueba más reciente de esa implicación directa en la defensa del medio natural.
La petición de prohibir la caza tras los incendios
A la campaña animalista se ha sumado Ecologistas en Acción, que ha solicitado a la Junta de Extremadura la suspensión de la caza durante al menos un año en las zonas afectadas por los incendios. La petición ha generado sorpresa en el mundo rural, ya que la normativa española ya contempla que la caza queda automáticamente prohibida en cualquier terreno incendiado.
El movimiento ecologista plantea estas exigencias como «medidas excepcionales», pese a que en realidad no aportan ninguna novedad legal. Desde el sector cinegético se interpreta esta iniciativa como un nuevo intento de criminalización de la caza, desvinculado por completo de la gestión real de los incendios.
Los cazadores, clave en la prevención
Más allá de la respuesta inmediata en emergencias como la de Hervás, los cazadores realizan una labor constante de prevención de incendios. Según el Estudio Socioeconómico de la Caza en España, elaborado por Deloitte para Fundación Artemisan, el sector invierte cada año 54 millones de euros en medidas preventivas.

Estas inversiones incluyen desbroces, podas, apertura de cortafuegos, limpieza de accesos, balsas de agua o vigilancia a través de miles de guardas de coto que actúan como primera línea de alerta ante cualquier conato. Además, tras un incendio, los cazadores colaboran en la recuperación de la fauna mediante aportes de agua y alimento, repoblaciones forestales y conservación de vegetación autóctona.
No es casualidad que grandes zonas de caza como Sierra Morena, Montes de Toledo o la Serranía de Cádiz sufran históricamente menos incendios. El manejo sostenible del territorio, la presencia de fauna que actúa como «desbrozadora natural» y la gestión activa de los cotos son factores decisivos para mantener el monte en buen estado.
Una realidad frente a la propaganda
Mientras el fuego de Jarilla continúa devastando miles de hectáreas en Extremadura, el contraste entre quienes actúan y quienes lanzan consignas resulta más evidente que nunca. El mundo rural, con cazadores, agricultores y ganaderos a la cabeza, sigue demostrando que es el primer defensor del monte. Los ataques animalistas, por el contrario, evidencian un alejamiento creciente de la realidad del campo y de quienes lo habitan.









