La cooperación entre científicos y cazadores puede ser clave para afrontar algunos de los desafíos más complejos en la conservación de la fauna silvestre. Así lo demuestra un estudio que acaba de ver la luz en la revista Environmental Pollution, cuyos resultados se derivan de un trabajo de campo desarrollado hace más de diez años en el Delta del Ebro. La investigación fue impulsada por el Instituto de Investigación en Recursos Cinegéticos (IREC – CSIC, UCLM, JCCM), el Instituto de Diagnóstico Ambiental y Estudios del Agua (IDAEA-CSIC) y la Universitat Autònoma de Barcelona (UAB), en estrecha colaboración con los cazadores de la Federación de Caza de Terres de l’Ebre.
Bajo el título Field evaluation of grit supplementation as a tool to mitigate poisoning from lead shot legacy in waterbirds, el estudio analiza los efectos de una medida sencilla pero eficaz: añadir gravilla al grano utilizado en los campos de arroz para reducir la ingestión accidental de perdigones por parte de las aves acuáticas. Aunque los datos se recopilaron entre 2009 y 2015, sus conclusiones han sido revisadas y validadas durante una década, y solo ahora se han hecho públicas.
El contexto: plomo antiguo y digestión en la molleja
En España, el uso de plomo para la caza en humedales se prohibió hace más de dos décadas con el objetivo de evitar que las aves acuáticas lo confundieran con piedrecillas necesarias para su digestión, denominadas gastrolitos. Aunque los cazadores emplean hoy materiales alternativos como el acero, los perdigones de plomo utilizados anteriormente permanecen en los sedimentos, donde pueden seguir siendo ingeridos accidentalmente por muchas especies. Esta realidad ha motivado la búsqueda de estrategias complementarias que refuercen los efectos positivos de la regulación vigente.
Una de esas estrategias ha sido la suplementación de gravilla. Se trata de añadir, junto al grano utilizado tradicionalmente como cebo en arrozales, pequeñas piedras del tamaño adecuado para que las aves encuentren gastrolitos sin necesidad de ingerir perdigones. La hipótesis era que, al facilitarles la disponibilidad de piedrecillas seguras, disminuye la probabilidad de que traguen munición antigua aún presente en el entorno.

Una intervención a gran escala y con fuerte respaldo cinegético
Entre las temporadas de caza 2009/2010 y 2014/2015, se aplicó esta medida en 23 áreas de caza del Delta del Ebro, distribuyéndose un total de 155 toneladas de gravilla silícea y calcárea con un tamaño de entre 2 y 3 mm. La colaboración de los cazadores fue fundamental no solo en la logística, sino también en la recogida de muestras: aportaron las mollejas de las aves cazadas, lo que permitió a los investigadores analizar la presencia de perdigones y la composición de los gastrolitos.
El trabajo se centró en cinco especies de patos granívoros: ánade real (Anas platyrhynchos), ánade friso (Mareca strepera), cuchara común (Spatula clypeata), cerceta común (Anas crecca) y porrón europeo (Aythya ferina), todas con alto riesgo de ingerir perdigones al alimentarse en el fondo de los humedales.
Resultados sólidos y aplicables
El estudio comparó tres etapas clave: la situación antes de la prohibición del plomo (1991–1996), después de la prohibición pero sin gravilla (2007–2009) y después de la prohibición con suplementación de gravilla (2009–2015). Los resultados fueron contundentes. La ingestión de perdigones de plomo descendió entre un 29,1 % y un 77,0 % tras la entrada en vigor de la normativa, y esta reducción se mantuvo e incluso mejoró con la introducción de gravilla.
Además, se logró una disminución significativa en la ingestión total de perdigones —incluyendo los de acero, usados actualmente por los cazadores— en varias especies: un 33,8 % en el caso del ánade real y hasta un 53,4 % en el porrón europeo. También se observó que las aves empezaron a seleccionar gravilla de mayor tamaño en sus mollejas, lo que confirma que la medida tuvo un impacto directo en su comportamiento alimentario.

Una solución económica y exportable
El coste estimado de la medida fue de tan solo 4,02 euros por hectárea, lo que la convierte en una opción viable para ser replicada en otros humedales donde aún existen restos de perdigones antiguos. Se trata, en definitiva, de una solución práctica y accesible que refuerza la efectividad de las políticas cinegéticas adoptadas hace años, y que muestra cómo la implicación directa del colectivo de cazadores puede marcar la diferencia en la conservación del medio natural. Este estudio no solo valida una estrategia efectiva, sino que pone en valor la colaboración entre el ámbito científico y el sector cinegético.








