Cuando las temperaturas rozan los 45 grados, los arroyos se secan y el campo queda desierto, hay un colectivo que no se queda quieto. Cada verano, con la llegada de las olas de calor, miles de cazadores de toda España se movilizan para garantizar que la fauna silvestre tenga acceso al agua. Se organizan por cuadrillas, recorren los cotos, rellenan bebederos, arreglan puntos de agua y colocan depósitos de emergencia. Lo hacen sin pedir nada a cambio, sin cámaras ni titulares, porque saben que si no lo hacen ellos, nadie lo hará.

Por eso se dice, y con razón, que el mejor ecologista es el cazador. Porque su compromiso con el monte no empieza ni termina con la temporada hábil: es una gestión activa durante todo el año, especialmente en momentos críticos como estos en los que las olas de calor castigan a la fauna, tanto cinegética como protegida.

Miles de cotos trabajando en silencio para salvar la biodiversidad

En pleno agosto, mientras muchas especies entran en una fase crítica de supervivencia, miles de sociedades de cazadores están activas en todo el país. Desde los secarrales manchegos hasta los encinares andaluces, desde las parameras sorianas hasta los montes leoneses, los cazadores destinan su tiempo, su trabajo y su dinero a una tarea imprescindible: llevar agua donde la naturaleza ya no puede.

Instalación de uno de los bebederos de Albacete.
Instalación de uno de los bebederos de Albacete. © Diputación de Albacete

Los bebederos que instalan no solo benefician a las especies cinegéticas. Aunque evidentemente ayudab a perdices (Alectoris rufa), conejos y liebres, también beben de ellos aves protegidas como el mochuelo, el sisón o el alcaraván, así como mamíferos como el erizo europeo, el zorro o incluso especies como el lince. El agua es un recurso transversal, y la acción del cazador lo es también.

Muchos de estos bebederos son de hormigón o fibra, de gran capacidad y resistencia. Otros se camuflan entre piedras o arbustos para protegerlos del sol. Hay depósitos móviles, conducciones desde pozos… Cada coto adapta su gestión a las condiciones del terreno, pero el objetivo es común: que ningún animal muera de sed.

Una inversión millonaria que nadie cuenta

Tal y como publicó Jara y Sedal en una artículo reciente, el mundo de la caza invierte 27 millones de euros al año en puntos de agua para la fauna. El dato, que proviene de la Fundación Artemisan, no incluye las horas de trabajo, la gasolina ni los desplazamientos, solo el coste material de bebederos, cubas, transporte de agua y mantenimiento.

El informe destaca que esta es una de las mayores inversiones privadas en conservación de la naturaleza que se hacen en España, y que se realiza de forma descentralizada, silenciosa y constante. «El cazador español dedica una parte importante de su tiempo, recursos económicos y materiales a realizar mejoras en el hábitat, muchas de ellas relacionadas con el agua», resume el estudio. No se trata de acciones puntuales, sino de una gestión sostenida que permite que muchas especies, cinegéticas y no cinegéticas, puedan resistir los efectos del verano en los ecosistemas más vulnerables.

El ejemplo de Albacete: 220 puntos de agua en plena ola de calor

Uno de los últimos ejemplos lo encontramos en la provincia de Albacete. Allí, la Federación de Caza de Castilla-La Mancha ha instalado 220 bebederos de hormigón de gran capacidad en colaboración con la Diputación Provincial. La medida busca paliar los efectos extremos de la sequía sobre la fauna, especialmente en las zonas esteparias del sureste peninsular.

El proyecto —con una inversión de 20.000 euros— beneficia a 22 sociedades de cazadores distribuidas en municipios como Caudete, La Roda, Higueruela o Villarrobledo. Cada punto de agua cuenta con 85 litros de capacidad y 200 kilos de peso, y permanecerá operativo hasta octubre de 2025. En total, 17.000 litros de agua cuando más se la necesita.

Andalucía: vídeos, datos y la gestión como seña de identidad

Lo que ocurre en Albacete no es una excepción: en Andalucía, la gestión de agua por parte de los cazadores es constante, visible y ejemplarizante. La Federación Andaluza de Caza publica periódicamente vídeos en sus redes sociales donde muestra cómo se transporta agua a los bebederos, cómo se reparan los dispositivos dañados y cómo se hace un seguimiento del uso que la fauna hace de ellos.

En sus mensajes destacan que «la única manera de disfrutar la caza es realizar una gestión responsable durante todo el año, de la que además se benefician especies no cinegéticas». Y lo resumen con una frase que es casi un lema: «El movimiento se demuestra andando».

Es precisamente esa capacidad de actuar —no solo de opinar— la que define al cazador y lo diferencia del ecologista subvencionado de salón. Mientras otros hablan de conservación, él carga la cuba, recorre los cortafuegos, arrastra mangueras y ayuda de verdad a la fauna. Porque la gestión cinegética no es solo una herramienta para mantener poblaciones equilibradas: es un pilar real de conservación activa, con resultados medibles, sostenidos y muchas veces ignorados por la opinión pública.

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