Olaia Otermin Arrachea es una joven oscense de 20 años que compagina sus estudios de psicología con su gran pasión, la caza. De padre y madre cazadores, la procedencia de su afición parece clara. «Desde pequeña he ido a cazar con mis padres a Rasal. Cuando no tenía el permiso acompañaba a mi padre, que es perrero, y ahora que voy con el arma empezó a venir mi madre conmigo al puesto», cuenta Olaia.

Si tuviera que quedarse con una modalidad y especie cinegética seguramente fuera la batida y el jabalí, que son su cita ineludible cada fin de semana. Abatió su primer jabalí el 17 de octubre de 2020, fecha que quedó grabada a fuego en su memoria y desde aquella no ha parado. Sólo durante la presente temporada lleva ya ocho ejemplares cobrados y todo apunta a que la cifra va a seguir subiendo.

Su cuadrilla, que la ha visto crecer tanto personalmente como en su faceta de cazadora, ocupa un lugar fundamental en el corazón de la joven. Sabe bien quién lleva toda la vida en la misma cuadrilla que los compañeros se vuelven amigos y el equipo, una familia.


Cazan un singular jabalí de más de 100 kilos en Barcelona


Un lance rápido y un buen susto

El 20 de octubre cazaban en la zona de «El Cipriano», en Huesca. A Olaia le tocó uno de los puestos más querenciosos, concretamente el mismo en el que días atrás su novio había tenido la suerte de abatir cuatro jabalíes. La desventaja del puesto es que estaba cerca de una cascada, lo que impedía oír a las piezas llegar entre la maleza.

La mañana comenzó con intensas ladras y varios levantes, uno de los cuales precedería al lance de nuestra protagonista. Pasadas las diez y media, un corpulento jabalí se presentó en el puesto de Olaia seguido de cerca por varios perros. «Me salió a pocos metros de frente y al no haberlo sentido llegar, mi madre y yo nos llevamos un buen susto», cuenta la cazadora. Tres disparos certeros de su Browning Bar MK3 hicieron falta para que el suido hincase rodilla.

Olaia junto al ejemplar abatido © O.O.A

Aunque no llegaron a pesarlo, muy probablemente el jabalí rondase los 100 kilos, razón por la cual tuvieron que acercarse hasta el lugar varios puestos y perreros para ayudar a sacarlo.

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«Cuando vi la boca que tenía, sentí una felicidad impresionante. Era el mejor jabalí de mi vida», asegura Olaia.

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